El casc antic de Palma, pero sobre todo el barrio de Santa Catalina, son el sueño mediterráneo de todo nórdico con posibilidades económicas. Solo con dar un paseo por las calles de Santa Catalina, uno se encuentra con multitud de negocios de ropa, diseño y decoración, así como cafeterías y restaurantes regentados por noruegos y suecos y dirigidos a sus compatriotas. Por eso, no le debe extrañar a nadie que esta peculiar barriada palmesana sea conocida comúnmente como la pequeña Suecia del Mediterráneo. Junto a ellos, los residentes de toda la vida se empeñan en mantener a duras penas un estilo de vida acorde a la idiosincrasia de la zona, siempre marcada por su pasado marinero y humilde. Santa Catalina, balneario de descanso de nórdicos y uno de los puntos calientes del ocio de Palma, siempre ha estado en boca de todos.
«Nuestra lucha es recuperar la vida de día a día, la vida de barrio. Los vecinos estamos cansados de nos conozcan como una zona para ir a cenar o de copas, mientras que las tiendas de diario se van cerrando poco a poco, y los nuevos emprendedores no piensan en Santa Catalina como una oportunidad para abrir sus negocios, solo bares y restaurantes», lamenta Marilén Mayol, presidenta de la asociación de vecinos Barri Civic de Santa Catalina, aunque la llegada de varios negocios nuevos, como una peluquería canina o una librería, la primera de la zona, les hace tener un poco de esperanza.
Esta entidad vecinal, muy activa en redes sociales, tiene como uno de sus caballos de batalla lograr que los vecinos puedan dormir sin sobresaltos por las noches. En este sentido, Mayol recalca que tras el fin del confinamiento, la vigilancia contra el ruido se ha «relajado» porque la Policía local, aseguran, brilla por su «ausencia», tanto de día como de noche: «Muchos locales han puesto de moda colocar pequeñas barras en las fachadas, algo que es ilegal -puntualiza la presidenta de la entidad vecinal-; colocan mesas que incumplen la normativa de terrazas; incluso algunos han colocado altavoces fuera de los establecimientos o guirnaldas de luces colgando. Todo eso está rigurosamente prohibido».
Lazos con Andratx
El barrio cuenta con mas de 9.000 residentes en sus 33 hectáreas. En su origen, el arrabal de Santa Catalina estaba situado entre Camp d'en Serralta, el Puig de Sant Pere, es Jonquet, Son Armadans y Son Espanyolet. Ahora, como es lógico, con sus 'fronteras' más delimitadas, podemos enmarcarlo un trazado imaginario entre la calle Industria, Joan Crespí y Sant Magí. Como curiosidad, destacar que durante la época musulmana había un cementerio judío en los terrenos en los que ahora se ubica Santa Catalina.
Después de la conquista de Mallorca y su reparto posterior, el barrio quedó incluido dentro de la porción de terreno que le correspondió al obispo Berenguer de Palou, y que comprendía la Parroquia de Santa Creu, Calvià, Andratx, Puigpunyent, Esporles, Estellencs, Banyalbufar, parte de Marratxí y el Pla de Sant Jordi. Santa Catalina quedaba así ligada inexorablemente a Andratx, dando la espalda a la ciudad de Palma, que quedaba sólo a unos cientos de metros de distancia. Por ejemplo, resulta curioso que los pescadores de Santa Catalina siempre se han mantenido muy unidos a la cofradía de Andratx, incluso hoy en día.
Pasear por Santa Catalina es descubrir una barriada pintoresca. Mil detalles que adornan y enriquecen la casas y confirman que parece más un pueblo que otro barrio más de Palma. Los detalles pueden pasar desapercibidos, pero los expertos apuntan a que sucede porque muchos de los vecinos eran gente humilde que no podía permitirse casas modernistas, así que incluían pequeños detalles modernistas que enriquecían las fachadas de sus viviendas. Así, se pueden descubrir balconadas profusamente decoradas, sillares de fantasía o detalles en marcos y puertas que hablan de un pasado que se niega a desaparecer a pesar del urbanismo moderno que impera en la actualidad.
A vueltas con el plan de protección
El nuevo Plan Especial de la barriada, aprobado definitivamente el 21 de octubre del año pasado, preserva medioambientalmente 41 fachadas de la barriada, que no se podrán demoler ni modificar sustancialmente, y tiene como finalidad tratar a Santa Catalina como lo que es, un barrio singular e histórico. Para ello, recoge tres objetivos: preservar el carácter y su singularidad con una normativa concreta, su protección arquitectónica y la mejora del espacio público, así como incluir en el catálogo de edificios a preservar otros ocho inmuebles, por lo que la barriada dispone ya de trece.
En este sentido, la asociación vecinal criticó en redes sociales que aunque «Santa Catalina tiene un plan especial de protección que no permite pintar las fachadas del color que le dé la gana a uno, «los dueños de muchos negocios no deben saberlo porque lo hacen. Deberían ser más respetuosos con las normas y el Ajuntament de Palma más comprometido con su cumplimiento».
La asociación Barri Civic es firme al apuntar que las relaciones con la asociación de restauración de Santa Catalina están rotas y la convivencia entre vecinos y restauradores deteriorada. Hay una barrera infranqueable si no cumplen la normativa. Luchamos contra el futuro del barrio, que parece predestinado a convertirse en un parque temático del ocio. Ahora tenemos una herramienta, el plan especial de protección, que debería evitar la llegada de nuevos locales de ocio. Pero, sinceramente, la sensación que tienen los vecinos es de desprotección», finaliza Marilén Mayol.