El tiempo no pasa en balde, en ocasiones incluso es para mejor (aunque esa premisa no se cumple siempre). Palma ha vivido en los últimos tiempos una auténtica metamorfosis. Cuáles son las zonas más sometidas a una evolución orgánica y cuáles mantienen un aspecto más monolítico en el transcurso de las décadas en la capital balear. Hace unas semanas repasamos el caso de la calle dels Oms, una céntrica vía de Palma que cambió la vida comercial y su espíritu al convertirse en peatonal. Pero hay otros casos.
La peatonalización de la calle dels Oms fue un hito circulatorio que produjo muchas más consecuencias en una Palma viva y en constante cambio. Pero no solo Oms no es exactamente como era. «En veinte o treinta años se han producido cambios muy intensos» en su fisonomía, algunos para bien, otros para alejarla de sus ciudadanos. «Los hay de muchos tipos pero el cambio más intenso y estructural es que en este tiempo Palma ha entrado intensivamente en el negocio del turismo, y eso conlleva una nueva realidad», dice Jaume Garau, secretario de la organización Palma XXI, que se define como «observatorio sobre el pasado, presente y futuro de Ciutat para reflexionar y presentar propuestas de futuro con perspectiva histórica y participación ciudadana».
En buena parte del pasado siglo XX la capital balear no era exactamente como es hoy en día. En aquel entonces «las zonas turísticas tradicionales de costa acaparaban cada año un porcentaje muy importante de los visitantes. Hoy Palma ha hecho camino, como tantas otras capitales europeas, en aquello que se ha denominado como turismo urbano, que comprende otros fenómenos asociados como el turismo de fin de semana o las escapadas exprés, o también los autobuses que se llenan en zonas de costa y los pasajeros de cruceros que vienen a la ciudad a consumir y hacer compras». Obviamente su incidencia no es uniforme en toda la capital balear.
Garau reconoce una cierta pérdida de la idiosincrasia propia con la llegada para quedarse del turismo urbano, que básicamente se circunscribe al centro histórico de Palma, y que se explica al ser expulsados del barrio los vecinos de toda la vida y sustituidos por ciudadanos del centro y el norte de Europa. Estos «han visitado Palma en el pasado, la conocen y establecen un plan de compra para quedarse. Lo que ocurre es que el centro histórico palmesano se ha estirado», casi como si fuera un chicle. «Ya abarca toda la primera corona de circunvalación, esto es las Avenidas, e incluso más allá. Barrios antes periféricos como Santa Catalina, Blanquerna, s'Escorxador, Arxiduc o Pere Garau forman una unidad con el centro», y en cuanto al tipo de habitantes, sus comercios y los servicios que se instalan se asemejan de cada vez más a las calles cercanas a la plaza de Cort y Santa Eulàlia. Él no utiliza el término gentrificación, tal vez manido en los últimos tiempos, pero sus efectos son reconocibles a simple vista y quedan implícitos en sus palabras.
Y es que la diversificación turística en Palma se combina de forma innegable con una dimensión inmobiliaria. «Una cosa depende de la otra, es cierto, pero cada una tiene vida propia», incide el experto. Con ello «la gente que hacía vida propia de Ciutat se ha ido desplazando hacia los barrios más periféricos», algunos de los cuales antaño fueron catalogados como barrios obreros. «Es una nueva forma de vivir, no son solo cambios urbanísticos, hay afectaciones en la movilidad e incluso en las costumbres. Hoy en día se va a Palma en según que fiestas, para realizar compras o gestiones». Se ha rehabilitado mucho casal histórico en el centro, «se ha invertido en transporte y ampliar terrazas pero la ciudad resultante es un poco menos próxima y menos propia». Y eso a algunas conciencias les duele.
Además de lo acontecido desde el punto de vista urbanístico en el centro histórico de Palma y los barrios más de moda que se han ido sumando al listado de zonas exclusivas en la capital balear es ejemplificante lo que ha sucedido en las últimas décadas en la Platja de Palma. «Los núcleos históricos residenciales, como Cala Estància, s'Arenal o Can Pastilla, han ido quedando arrinconados por el uso hotelero. Los primeros fueron pequeños, pero con el tiempo se construyeron fincas muy altas, de hasta trece pisos de altura. También ha tenido su afectación el turismo de borrachera», apunta Garau, recordando los desmanes entorno a la calle del Jamón, por ejemplo.
Cuál es la proyección de futuro que debería darse en la Platja de Palma, según su opinión. «Hace un tiempo que se apuesta por la remodelación y se ha incrementado la categoría de muchos de los establecimientos hoteleros. A mi modo de ver hace falta un plan integral que permita esponjar la zona, derruir hoteles obsoletos y apostar por crear servicios en una zona residencial o mixta». Para sumar dificultad, la gestión de estos planes de futuro debe ser compartida, ya que una parte significativa del Arenal más degradado de segunda y tercera línea de costa pertenece a Llucmajor.