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Carme Pinós, arquitecta: «El Ajuntament no quería el Parc de ses Estacions»

Con fuertes vínculos con la Isla, Carme Pinós ha sido galardonada con el Premio Nacional de Arquitectura

Carme Pinós. | Antonio Navarro Wijkmark / Estudio Carme Pinós

| Palma |

Carme Pinós fue galardonada la semana pasada con el Premio Nacional de Arquitectura y es la responsable del primer Parc de ses Estacions, que a los dos años se levantó para dar paso a la Estación Intermodal. Dirigió la rehabilitación del hotel Son Brull, en Pollença, y la Torre Cube, en Guadalajara (México), uno de los mejores rascacielos del mundo.

¿Cómo se siente tras el Premio Nacional de Arquitectura?
— Feliz. Es un impulso, miras atrás y dices ‘qué bien’. Empecé a trabajar con el arquitecto Enric Miralles en 1982 y en el año 1990 decido continuar sola. Entonces ves que te dan apoyo. Creo que ha valido la pena y este premio nos hace creíbles, hace que se confíe en nosotros. Los arquitectos subimos y bajamos, pero disfruto mucho con mi trabajo.

¿De qué obra está más orgullosa?
— Con todas me entrego en cuerpo y alma. Las amo todas, aunque alguna es más significativa que otra. La Torre Cube fue un punto de inflexión. De hecho, veinte años después, les hago una casa a estos clientes. Esta torre tuvo mucho renombre y su maqueta ha estado en la Bienal de Arquitectura de Venecia y se la ha considerado la mejor torre de los últimos años. Me enamoro de la última obra que hago.

Tiene usted un fuerte vínculo con Mallorca.
— Quiero morir en esta tierra. Intento pasar el mayor tiempo posible aquí y trabajo de manera on line desde la Isla. En la reforma del hotel Son Brull tenía el reto de no traicionar el paisaje mallorquín. Abrí el hotel hacia un paisaje maravilloso donde las villas están muy integradas.

En 1999 se inauguró el Parc de ses Estacions, obra de Carme Pinós, pero se derribó en 2005 para dar paso a la Estación Intermodal que se convirtió en un polémico proyecto municipal.

Una de sus obras más añoradas fue el Parc de ses Estacions.
— Es una de las cosas malas que procuro olvidar. Nació mal, el Ajuntament no la quería y una criatura se ha de querer.

¿Cree que la ciudad está al servicio del mercado?
— Las viviendas se cuentan por número y las calles sirven simplemente para llegar a las parcelas. Se le da poca importancia al urbanismo pero es lo que configura la ciudad. A veces la urbanismo se le da poca importancia. Hace falta reflexionar sobre la ciudad del futuro. Van a seguir creciendo hasta 2050 y tendremos urbes de hasta 20 millones de habitantes. Una ciudad ha de tener un límite de habitantes y articularse con la industria, la agricultura y la naturaleza.

En Palma hay una grave carencia de viviendas para las clases trabajadoras mientras solo se construye alto standing.
— La vivienda no es un bien especulativo sino un derecho. La arquitectura nos da dignidad. Con la COVID se ha puesto de manifiesto la necesidad de una casa bien iluminada, aireada, pero más que la pandemia me preocupa el cambio climático.

En su gremio muchas arquitectas quedaron opacadas por el brillo de sus parejas, también arquitectos. ¿Sigue pasando hoy?
— El mundo está cambiando. Ahora hay más mujeres que hombres en las aulas de arquitectura. Hay muchas mujeres brillantes que quedaron ocultas por sus parejas pero hoy están educadas de otra manera.

¿Ha pensado en jubilarse?
— Lo he apostado todo, he dedicado las 24 horas a mi profesión. Soy sobre todo arquitecto. Si me jubilo... Es imposible, la arquitectura es una filosofía del pensamiento.

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