Puede pasar desapercibida, a pesar de sus más de tres metros de altura. En esta zona de Palma el tráfico automovilístico lo acapara todo y su ruido resta protagonismo a la vida viandante. Pero si uno se detiene frente a esta gran cruz de piedra, hoy ubicada sobre la acera junto a una conocida tienda de moda infantil en el local anteriormente utilizado por una cadena de cafeterías ya extinta, puede intentar leer una leyenda que aun hoy se conserva en su interior. Quizás alguien paseando por las Avenidas de Palma se haya preguntado qué acontecimiento suscitó su colocación. Hoy recuperamos del olvido la historia de la cruz de piedra de las Avenidas de Palma, la cruz del virrey infortunado, el azote de los bandoleros de la Mallorca más violenta que sufrió un trágico desenlace.
Año del Señor de 1645. El día se presenta caluroso y pesado como la noche precedente. No es para menos en pleno 29 de julio, pocos días después de que Santa Margalida l'encengui. En esos momentos la vida transcurre con la normalidad acostumbrada; solo unos pocos saben la verdad. La noticia no tardará en recorrer todos los rincones de Ciutat dos días más tarde, acompañando el tañido de las campanas al hacerse público: ha muerto el virrey José Pérez de Pomar y Torres. Cuentan que el noble de origen aragonés cayó con su caballo desde lo alto de las murallas y lo recogieron en el fondo del foso, junto al bastión den Sanoguera. Los médicos poco pudieron hacer por él ante la gravedad de las heridas.
Así lo narró el historiador Gaspar Valero en un artículo publicado por Ultima Hora en el año 2014: «La cruz de piedra de las actuales avenidas recuerda el accidente, y la inscripción dice: 'Murió aquí des / peñado a caballo / D. Iusepe de Torres / virey. Año 1645'». Qué paso esa noche exactamente. La versión oficial de los hechos dice que el virrey salió de madrugada a perseguir unos bandoleros. Hay que decir que en aquel momento Mallorca no era precisamente la Isla de la Calma. Los enfrentamientos violentos acumulaban décadas de deudas de sangre en el contexto de la guerra de clanes de Canamunt i Canavall, y en la Part Forana crecía el mito de Llorenç Coll Barona, un asaltante de caminos con tanto carisma y poder que llegó a tratar de tú a tú al propio virrey.
Por eso resulta más llamativo si cabe que el virrey en persona persiguiera de noche a unos bandoleros por la murada, y la lógica induce a pensar en un adorno de los hechos buscando ensalzar la figura de Pérez de Pomar y Torres. En cualquier caso, siguiendo el relato de Valero, el caballo se desbocó y eso provocó el accidente mortal. «Muy deseoso y celoso del bien, utilidad, quietud, paz y reposo del reino, habiendo tenido cierta noticia que habían desembarcado algunos bandeados facinerosos de los que no podían volver al presente reino acerca de las dos, o tres horas de la noche, sábado, el S. Don José Pérez de Pomar Torres de Mendoza partió del Castillo Real en compañía de muchas otras personas y caballos forzados fueron e salieron de la presente ciudad por la puerta que se dice del Campo yendo contra la muralla, y pasada la puerta de S. Antoni y poco antes de llegar a la que se dice de Nra. Sra. de Itria retrocediendo el caballo ahont iba a fuego Nº Sr servido caer dentro del valle en lugar mas eminente y alto, ya la que fue abajo, queda muy mal tratado y el Caballo muerto, bajaron unos dejándose ir por lo lugar, cuando cayó, otros por otra parte, acudiendo inumerables personas de todo estamento en muy gran sentimiento de llantos y llantos», dice textualmente el acta oficial.
Las crónicas de la época expresan que se hizo todo lo humanamente posible para salvar la vida del virrey. «Se hicieron todos los remedios posibles, infinitas ruegas de todo el pueblo, y se hizo una procesión en la que iba casi todo el pueblo, infinitas mujeres en los pies descalzos y fue sacada la santa Verónica». La rumorología se desató en las calles y tabernas y fueron comentadas numerosas e imaginativas versiones del accidente, entre ellas que alguien había hecho encabritar al caballo con mercurio en las orejas, o que salió de noche, solo, al ir a visitar a su amante a la Vinyassa, un huerto fuera de los muros de Ciutat en las inmediaciones de la actual calle homónima.
Los historiadores lo han caracterizado como un hombre dedicado a combatir violentamente a los bandoleros, que en aquella época gozaban de una cierta inmunidad gracias a la protección mutua y los pactos de silencio. En su mandato mudó la Audiencia de Palma a Inca para poder realizar mejor su labor de persecución de los bandoleros, muchos de ellos bien cobijados en el anonimato de la pagesia. Su campaña contra estas gentes fue dura y breve. Pau Piferrer reseña dos situaciones concretas en este sentido que hablan por sí mismas: una vez sacó a «un violador de doncellas de la galera donde esperaba confundirse con los indultados, y lo hizo colgar»; en otra ocasión sacó de la iglesia a Pere Ventayol, le dio garrote y lo devolvió ya muerto al templo, una «osadía que le costó incurrir en censuras y maldiciones del vicario general».
Su viuda, Isabel Ponce de León, ingresó como monja de clausura en Palma y se convirtió en fundadora del Convent de les Caputxines. Puede decirse que el virrey fue presa de su tiempo. Un hombre con carácter cuya muerte envuelve el misterio. Ahora hace algo más de veinte años se decidió guardar a buen recaudo la cruz original, considerada monumento del barroco mallorquín y Bien de Interés Cultural (BIC), por una copia idéntica obra del experto Francisco Rodrigo Sandoval. Allí observa a todos los transeúntes que pasan a sus pies, totalmente ajenos de lo que sucedió en este mismo enclave hace 376 años.