Salvo excepciones –como las murallas, demolidas en los comienzos del siglo XX, cuando el concepto de patrimonio era todavía limitado y la conciencia sobre la necesidad de preservarlo escasa–, el llamado patrimonio monumental de Palma se ha salvado y sigue de pie, bien conservado. He aquí la Llonja, la Seu o el Palau de la Almudaina. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con el patrimonio ‘menor' –¿cabe esta distinción?–, el patrimonio no monumental, aquellas obras que a primera vista quizás no impresionan tanto como las tres mencionadas, que no atesoran tantos siglos de antigüedad y cuyo autor a menudo es desconocido pero que igualmente reúnen unos valores singulares y que, de acuerdo con el significado de patrimonio actual, merecerían haber sido conservadas.
A pesar de la presión ejercida por entidades conservacionistas como ARCA o los propios vecinos, buen parte de este patrimonio ha desaparecido los últimos años. Un ejemplo: hace menos de dos semanas, Cort dio la licencia al propietario de un edificio racionalista construido en los años 30 del siglo pasado en una esquina de la calle Rosselló i Caçador para que lo demoliera. Probablemente no se trata de una obra canónica e imprescindible, pero era parte del paisaje de la ciudad, le daba personalidad e ilustraba cómo eran aquellas primeras construcciones del Eixample levantadas fuera del casco antiguo por una entonces pujante burguesía.
Can Jaumell o sa Torre d'en Puigdorfila.
No muy lejos, en la esquina en que confluyen la calles de Castellarnau y Son Ferragut, se derribó a mediados de febrero lo que quedaba de sa Torre d'en Puigdorfila, una antigua construcción rústica –en su sentido estricto no era una possessió, aunque ya aparecía documentada en 1666– conocida como sa Torre den Puigdorfila o Can Jaumeu. En su lugar se prevé levantar ahora nueve adosados nuevos.
La sede original de la Clínica Rotger.
Hay más ejemplos, y más antiguos e incluso más notables. Es el caso del antiguo hostal Arxiduc, un edificio de estilo regionalista obra del arquitecto Guillem Forteza que se ubicaba en la calle de Arxiduc Lluís Salvador y que fue echado abajo hace una treintena de años. La edificación tenía influencias italianizantes y su característica más destacada era la galería de tres arcos o loggia del piso superior. En su lugar hay una finca de pisos. El hostal Arxiduc había albergado inicialmente la Clínica Munar. Como también fue demolida, en los años 90, la primera sede de la Clínica Rotger, un precioso edifico proyectado por Carles Garau Tornabells –hijo del ingeniero Pere Garau– ubicado en la calle General Riera, en un solar situado entre las Avingudes y el convento de las Hermanitas que en la actualidad acoge un parque público.
En Santa Catalina
El barrio de Santa Catalina ha perdido también patrimonio. Por ejemplo, un edificio de viviendas situado en la intersección entre la avenida de l'Argentina y la calle Aníbal. Ciertamente, no era especialmente valioso por sí solo, pero reunía las características de las edificaciones de Santa Catalina: «arquitectura de mestres d'obra, no de arquitectos, con barandas de hierro y detalles ornamentales modernistas. Daba categoría paisajística al entorno», señala la miembro de ARCA Àngels Fermoselle.
Fermoselle recuerda que ARCA batalló para que las instituciones lo protegieran y que el Consell incluso paralizó la demolición, pero fue echado abajo igualmente y sustituido por un bloque de viviendas. «Recogimos firmas para salvarlo e hicimos una encuesta preguntando a los transeúntes que pasaban por allí si consideraban que debía demolerse o no. Todos nos dijeron que había que conservarlo», añade.
Otro edificio de viviendas derribado recientemente es el situado en la esquina entre la calle Simó Ballester y el Passeig de Mallorca. Era de los primeros que se construyeron cuando se urbanizó esta zona. «Es una pérdida que se habría podido evitar. Desde ARCA solicitamos a Cort que lo catalogara, pero se rechazó con el argumento de que no reunía el valor suficiente. Hoy las máquinas trabajan para levantar un nuevo inmueble en su lugar.
En el número 3 de la avenida Comte de Sallent había otro edificio de viviendas de características similares, posteriormente utilizado como hostal, que también fue demolido para levantar en su lugar un inmueble con la fachada acristalada, de oficinas –alberga las sede de Caser Seguros–, que rompe la aromonía del conjunto.
Can Bibiloni, desaparecido esta legislatura.
El patrimonio industrial también ha sufrido pérdidas. Una de las más recientes fue Can Bibiloni, una obra de Gaspar Bennàzar situada en la calle Aragó que en sus inicios fue un taller de bicicletas y vehículos y del que solo quedaba la fachada (sufrió un bombardeo en la Guerra Civil y del original solo quedaba la fachada).
Olis Batle, también conocido como Can Segura, en el extremo de la calle de Sant Miquel más cercano a las Avingudes y demolido a finales de los años 90, era también obra de Gaspar Bennàzar. Se destruyó y en su lugar se ha levantado un edificio de viviendas de cinco alturas con locales comerciales en los bajos. En este apartado, también debe mencionarse la fábrica de Can Coromina, en el polígono de Llevant, que en 1994 fue ocupada para crear un Casal Llibertari –y desalojada tres años después– y posteriormente derribada. Ahora hay una gasolinera.
La última construcción desaparecida de este reportaje es Can Baró, en Andrea Doria proyectada por el arquitecto Bennàzar para el ingeniero Gabriel Roca –autor del Passeig Marítim– que una promotora demolió con el visto bueno de Cort en 2016. En el espacio que dejó libre, la constructora Adeas Home levanta cinco plantas de lujo, cuyos pisos se venderán por 350.000 euros como mínimo cada uno.
EL APUNTE: Can Roca Suau, el hostal Baleares y las Cent Cases sí se han salvado
Hay decenas de edificaciones con valor patrimonial que, a pesar de la lucha de asociaciones consevacionistas como ARCA o de la propia presión de los vecinos, han sido derribadas, pero también hay casos de éxito. Es el caso de Can Roca Suau –sede la antigua discoteca Assai–, en la plaza de la Porta de Santa Catalina o del emblemático hostal Baleares, en la plaza de las Columnas. No muy lejos, también en la barriada de Pere Garau, se ha conseguido salvar las Cent Cases, un conjunto de edificaciones que siguen el mismo patrón estético.