Dos guardias civiles han relatado ante el tribunal que juzga el proceso independentista en Cataluña un incidente que vivieron con dos mossos d'Esquadra en la ciudad de Lleida un día después del referéndum del 1 de octubre en el que les insultaron y les acusaron de haber pegado a sus familiares y amigos.
«Mira, ahí van los 'piolines'», han explicado los guardias que dijo uno de los agentes de la policía autonómica cuando pasaron a su lado en una plaza de la ciudad. En total, eran seis agentes del Instituto Armado que iban paseando en su día libre, todos ellos de paisano, han apuntado a preguntas del fiscal Jaime Moreno.
En ese momento se dieron la vuelta y los mossos comenzaron a aplaudir «de forma despectiva», ha explicado uno de los guardias civiles, lo que hizo que otras personas que también pasaban por allí se pararan a mirar; incluso algunos aplaudieron también. Cuando se acercaron a los miembros de la policía autonómica, que sí iban de uniforme pues estaban de servicio, éstos se quitaron sus números de identificación.
Según la versión de los agentes de la Benemérita, los seis compañeros se acercaron a pedir explicaciones y uno de los mossos les llamó «hijos de puta» y les comunicó que estaban «hasta los cojones de la Guardia Civil». «Nos dijo que el día anterior habíamos pegado a su familia y amigos», ha indicado uno de los testigos, que sin embargo ha aclarado después que ninguno de los seis habían intervenido en colegios durante el referéndum, sino que esos días se estaban dedicando a labores de seguridad en el cuartel de la Seu d'Urgell.
Uno de los mossos volvió a colocarse la tarjeta de identificación mientras les insultaba y les acusaba y los guardias preguntaron si había una comisaría cerca, pero finalmente, al ver que muchos viandantes se empezaban a agolpar a su alrededor y algunos les grababan con el móvil, decidieron marcharse de allí.
Mientras se alejaban, han señalado los dos testigos, los mossos continuaron profiriendo insultos «a gritos» mientras aplaudían de nuevo. «La situación me puso un poco nervioso por el hecho de que los garantes del orden público estuvieran alterando el orden», ha explicado uno de los guardias.
A preguntas de la Abogacía del Estado, el segundo testigo ha manifestado que ese incidente creó «un estado de nerviosismo» entre los guardias civiles destinados en Lleida y ha reconocido que a partir de ese momento «era peor salir en grupo que individualmente porque era más facil» que les identificaran como miembros del Instituto Armado. Él, en concreto, no volvió a salir del hotel el tiempo que duró su despliegue.
Muy diferente ha sido la versión ofrecida por uno de los mossos. Según él, estaban custodiando la sede del PP en Lleida cuando vieron acercarse a un grupo de «cinco personas» que les miraron «fijamente» y al pasar a su lado su compañero mencionó, «en voz baja en una conversacion privada», que «estos podrían ser 'piolines'».
El mosso ha asegurado que los cinco guardias se dieron la vuelta y se acercaron a ellos acusándoles de haberles insultado y ha negado varias veces que les llamaran «hijos de puta» y que les aplaudieran ellos u otras personas que pasaban por las inmediaciones de la plaza.
También ha afirmado que ni él ni su compañero se guardaron sus placas identificativas y sólo ha dicho que la suya no estaba a la vista porque el número se quedaba escondido debajo de la solapa de la chaqueta. No obstante, ha mencionado que les dio el número. Según ha señalado, sólo uno de los guardias se identificó a su vez y después se marcharon, tras lo cual informaron de lo sucedido a su superior.
En la sesión de esta tarde también ha comparecido un teniente de la Guardia Civil, que fue responsable de la actuación policial en un instituto de Sant Andreu de la Barca durante el 1-O y ha relatado que desde el primer momento habló con los concentrados para que colaborasen con ellos.
Ha añadido que no accedieron, que una veintena de ellos se sentaron ante la puerta del centro y que además de insultos y amenazas, los más de 70 agentes del Instituto Armado que fueron a ese centro para impedir la votación recibieron empujones y puñetazos. En este sentido, ha recordado que le llamó la atención que entre los concentrados que empujaban se encontró una persona «de unos 80 años» a quien «no tiraron de milagro». «La resistencia pasiva la hicieron activa», ha afirmado.
Ha sido el abogado Javier Melero, que defiende al exconsejero Joaquim Forn, quien le ha preguntado concretamente sobre los criterios de actuación que le transmitieron sus superiores. Entre ellos, ha hecho hincapié sobre si le dijeron que debía «primar por encima de la eficacia la seguridad de los agentes y de las personas». El testigo ha afirmado rotundamente que así fue y que se «aguanta hasta lo inaguantable» porque de lo contrario, si hubiesen hecho efectivo otro criterio, su actuación habría «acabado antes».
Otro de los testimonios escuchados en la tarde del martes en el juico del 'procés' ha sido el de un guardia civil destinado en Sant Andreu de la Barca (Barcelona), en el que viven unas 240 familias, algunas con niños pequeños. Este acuartelamiento vivió el 21 de septiembre de 2017 un escrache de aproximadamente un centenar de personas que protestaban por los registros y detenciones del día anterior.
Este testigo ha asegurado que los hechos ocurridos ese año marcaron la vida del cuartel y ha recordado especialmente que el 2 de octubre, un día después del referéndum ilegal, vio llegar a varios niños hijos de guardias, algunos de ellos llorando. Le llamó especialmente la atención una niña porque «tiene un carácter muy fuerte» y varios minutos después vio salir al padre de la menor en dirección al colegio. «Fue una situación bastante dantesca», ha subrayado.