Un comandante de la Guardia Civil ha asegurado que los Mossos tenían la «orden» prioritaria de vigilar los movimientos de las fuerzas de seguridad del Estado durante la jornada del 1-O, en la que se instó a los binomios a apartarse de los otros cuerpos para evitar ser captados juntos en imágenes.
Ésta ha sido una de las conclusiones aportadas por uno de los agentes que ha testificado en el juicio del 'procés', donde también se ha comentado que la Guardia Civil situó al presidente de la Generalitat, Quim Torra, en una nave previamente a que se incautaran 10 millones de papeletas, una información que salió a la luz hace casi un año.
Y también que el exconseller Joaquim Forn, acusado de rebelión, fue informado de la posibilidad de altercados el 1-O en los colegios electorales hasta el punto de que la CUP no descartaba ni «muros humanos» ni «acciones combativas» contra las Fuerzas de Seguridad.
El comandante que analizó las conversaciones de las emisoras de los Mossos ha explicado que detectaron órdenes verbales de vigilar los movimientos de la Policía y la Guardia Civil en lugares clave como el aeropuerto de Girona para averiguar así la dirección que tomaban. Una orden que «tenía prioridad sobre cualquier otra».
E incluso, según ha dicho, también se dieron casos en los que «se siguieron» a los convoyes y se mandaron fotos de las matrículas de los vehículos policiales camuflados.
Todo ello en una jornada en la que, de acuerdo con su testimonio, al ver la llegada de las fuerzas de seguridad a los colegios, los binomios de mossos recibían «automáticamente la instrucción» de su superior de que «se apartaran de ahí» para que «en ningún momento se viera ninguna imagen» suya con la Guardia Civil y la Policía actuando en contra del referéndum.
En «casos muy concretos», ha explicado, se informaba por emisora de que los binomios habían hablado con los responsables de los locales, quienes les habían contado «su estrategia», como por ejemplo en un centro, donde el plan pasaba por hacer «un pasillo» a los agentes «para que llegaran hasta la urna», que estaría «atornillada a la mesa», o por colocar «en primera línea» a «niños y personas de tercera edad».
Y aunque el comandante detectó «una unidad de acción entre los responsables políticos del Cuerpo y el mayor de los Mossos», Josep Lluís Trapero (acusado de rebelión en la Audiencia Nacional), ha precisado que nunca detectó que Forn diese instrucciones a la Policía catalana, tras analizar los correos electrónicos del exconseller.
También han aflorado los correos de Oriol Junqueras, en concreto cinco, entre los que un agente ha destacado una carta del exconseller Jordi Turull de agosto de 2017 con el sello de Presidencia en la que le solicita que propusiera al gobierno una «aportación extraordinaria» de 3,4 millones de euros a través de los fondos de contingencia para la campaña de publicidad Civisme.
De los correos de los Jordis poco se ha obtenido, más allá de que los agentes que los analizaron han apuntado que Sànchez recibió cuatro convocatorias de reuniones con Puigdemont, en las que también estaba invitado Cuixart.
Y que ninguno de los correos recibidos por Sànchez y Cuixart recogían indicaciones para actuar violentamente o hacer llamamientos para alzarse tumultuariamente contra las fuerzas de seguridad o el incumplimiento de órdenes judiciales.
Tan solo ha destacado uno de Cuixart el 20-S en el que llamaba «a la gente para que fuera masivamente a la Conselleria» a protestar de forma «pacífica y constante», ya que «la Guardia Civil había traspasado las líneas rojas al entrar en dependencias gubernamentales».
Sobre lo que ocurrió aquel día, un guardia civil que participó en la comitiva judicial del registro a la Conselleria de Economía ha asegurado que desde el interior vio a «gente agolpada» en la puerta y escuchó el «alboroto» en la calle, pero que él era ajeno a todo ello porque solo «estaba centrado en su registro».
Su relato contrasta con el «miedo» que narró la letrada de la administración de Justicia que también estuvo en el interior del edificio de Economía practicando los registros y quien, al igual que el agente, no vio lo que ocurría en la calle hasta que no subió a la azotea, si bien el guardia civil no ha manifestado preocupación por lo que vio ni por cómo iba a salir del edificio.
Y aunque ello no le influyó ni le impidió realizar su registro con normalidad, sí que ha querido dejar claro que «en los 18 años que lleva en la Guardia Civil, no era muy típico ni muy normal presenciar un registro así con mucha gente agolpada en la puerta».
No obstante, al terminar el registro a las 21.00 horas, el oficial solo les dijo que se preocuparan de custodiar los efectos ya que debido a la gran cantidad de personas acumuladas no podían salir al no estar garantizada su integridad ni la de lo efectos.
«Nos dijo que ya saldríamos de allí, que nos relajásemos, pero que principalmente los efectos estuvieran bien seguros, que nos armásemos de paciencia», ha explicado. Siete horas pasaron desde este momento hasta que salieron a pie del inmueble.