Cuando parecía aún lejana la sucesión de Mariano Rajoy eran varios los nombres que se repetían en las quinielas, empezando por el de Alberto Núñez Feijóo y sin olvidar a Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. En muy pocas aparecía entonces el de Pablo Casado.
Pero este sábado Casado ha acabado ganando en segunda vuelta a Sáenz de Santamaría y ha sido elegido presidente del PP, dejando atrás a la generación de todos esos dirigentes llamados por unos, por otros o por ellos mismos a ocupar el puesto.
«Si yo gano nadie pierde», ha insistido en repetir en esta durísima carrera en la que por un lado prometía integración y por otro hacía el discurso más agresivo de todos, criticando en muchas ocasiones a sus rivales.
Y ha sido también el discurso más ideológico, apelando en todo momento a recuperar los principios y valores del partido y criticando, en más de una ocasión, la gestión del Gobierno en el que ha sido vicepresidenta su rival en este combate y que él también, desde Génova, arropaba.
Muchos dirigentes le han criticado, e incluso le han llamado la atención personalmente, por esas críticas y por algunos de sus ataques a otros aspirantes en este proceso. Pero Casado les ha hecho poco caso.
Y menos caso ha hecho, e incluso ha conseguido que apenas se hablase del tema, a las dudas sobre su currículum y al cuestionado máster que hizo, como Cristina Cifuentes, en la Universidad Rey Juan Carlos, un asunto que aún no está cerrado.
«Si me tiene que renovar alguien, que sea Pablo Casado. Es un tipo estupendo». Quien dijo eso no fue a quien hoy sucede, Mariano Rajoy, sino el anterior líder del PP, José María Aznar.
Y fue hace solo dos años, en un acto de campaña en Ávila, como si Aznar ya predijese que su pupilo iba a medrar mucho antes de lo previsto.
Porque Pablo Casado (Palencia, 1981) ha tenido una meteórica carrera en el PP, donde empezó de la mano de Esperanza Aguirre y de Aznar y acabó siendo, antes de estas primarias, uno de los miembros de la última dirección del partido liderado por Mariano Rajoy.
Diputado en la Asamblea de Madrid entre 2007 y 2009, con Aguirre de presidenta de la Comunidad, dejó su escaño para ser director del gabinete del expresidente Aznar.
En el PP había entrado en 2003 y solo dos años después, en 2005, fue elegido presidente de Nuevas Generaciones, cargo que ocupó durante ocho años, hasta 2013.
Dos años después, en 2015, dio el salto a la cúpula del PP, primero como portavoz de la campaña de las municipales y autonómicas de mayo de 2015 y luego, cuando Rajoy decidió renovar la dirección tras los malos resultados obtenidos, como vicesecretario de Comunicación.
Casado entraba con este cargo en un nuevo comité de dirección del PP que introdujo otras caras jóvenes y nuevas para el panorama nacional, como Fernando Martínez-Maíllo, Javier Maroto y Andrea Levy.
Desde su aterrizaje en la cúpula popular, Casado ha estado muy presente en los medios de comunicación en su calidad de portavoz.
Pero además ha tenido una agenda repleta, en muchos casos mucho más cargada que la de sus compañeros del comité de dirección, y ha acudido a todo acto social, económico o cultural al que fuera invitado. Parecía que se estaba preparando para su destino de líder.
El vicesecretario de Comunicación siempre ha presumido de sus mentores en política y de haber trabajado con Aguirre y Aznar, y lo ha hecho también en los momentos en los que la tensión entre ambos dirigentes y Rajoy ha sido evidente.
Igualmente se ha distinguido de otros dirigentes del PP por su buena relación con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, aunque entre sus primeros objetivos si es elegido líder del partido está el de ilusionar para recuperar a todos los votantes que se fueron a la formación naranja, así como a la ultraderechista VOX.
Muchos en el partido hablaban de Pablo Casado en conversaciones hipotéticas cuando quedaba lejos la marcha de Rajoy y cuando nadie imaginaba que la moción de censura de Pedro Sánchez pondría fin al Gobierno del PP.
Las circunstancias lo aceleraron todo, pero Casado no quiso esperar más y admitió que tiene la ambición necesaria para optar al cargo.
Y lo hizo pese a la intensa polémica sobre su currículum, la velocidad con la que aprobó asignaturas de Derecho o la forma en la que obtuvo títulos de universidades extranjeras. De todo ello se había defendido ya con uñas y dientes, mostró sus expedientes y presumió de su inquietud por formarse.
El asunto está aún en manos de una juez de Madrid, que tiene pendientes diligencias y declaraciones antes de decidir si lo envía al Tribunal Supremo para que Pablo Casado siga siendo investigado.
Si eso ocurre, su liderazgo comenzará con una carga difícil para él y para todo el partido que acaba de encomendarse a su Presidencia.