Javier, el padre del niño de tres años que murió en el atentado de la Rambla de Barcelona, habló para El Periódico este jueves, antes de la simbólica escena que le unió al imán suplente de Rubí, fundidos ambos en un abrazo y en el dolor por las pérdidas humanas.
El pequeño Xavi paseaba por el centro de Barcelona junto a su madre, una hermana y su tío. Este último también falleció en el ataque. Tras el suceso más trágico de su vida, el padre afirma que no guarda rencor.
«Sé que hay otro crío muerto. No he podido conocer a nadie, pero comparto el dolor con ellos. Con todos. También con los familiares de los terroristas. Lo comparto. Somos personas. Somos muy, muy, muy, muy personas. No estoy hablando como si estuviera drogado. No tomo ningún tipo de pastillas: no las necesito. Estoy hablando con el corazón».
Este familiar de dos de los trece muertos de la Rambla apela al carácter acogedor que tradicionalmente ha tenido Cataluña y espera que la muerte de Xavi sirva para algo, y ante todo, que no corra el odio. «Necesito darle un abrazo a un musulmán. Que esa gente no tenga miedo. Necesito hacerlo», aseguró.
También explicó que no vivió de primera mano el suceso, y que al enterarse de lo sucedido por su exmujer fue a la Rambla en taxi. No podía conducir porque le temblaban las piernas.
Supo que un agente había llevado en su coche a su hijo a un centro de atención primaria, tratando de salvar su vida, y que un médico joven y alto le dijo que aún tenía pulso pero no respondía tras más de 20 minutos de reanimación. Finalmente, fue llevado al hospital de Sant Pau, donde se produjo el fatal desenlace.