«Mi único pecado en El Salvador es que empecé a trabajar con la gente sin derechos», dijo ayer a su llegada a España el sacerdote manchego Antonio Rodríguez, el ‘padre Toño', después de haber permanecido detenido más de un mes en el país centroamericano, donde fue condenado por colaborar con las maras.
El sacerdote fue recibido en el aeropuerto madrileño Adolfo Suárez-Barajas por sus padres, sus hermanos y otros familiares, con abrazos y lágrimas, junto a una pancarta en la que exigían «libertad y justicia» para él.
Rodríguez destacó que ha dedicado quince años a trabajar por la prevención, la reinserción y la atención de víctimas de la violencia en El Salvador, uno de los países más violentos del mundo, que terminó el mes de agosto con 351 homicidios.
Condena
Tras su detención, Rodríguez fue condenado a treinta meses de prisión por el Juzgado Especializado de Instrucción de Santa Ana por los delitos de introducción de objetos ilícitos, tráfico de influencias y asociaciones ilícitas.
«Yo he sido tratado como un desposeído, como la gente con la que he vivido», indicó el sacerdote, quien subrayó: «No me parece justo. Yo no soy el problema del país. He sido la solución durante quince años».
El ‘padre Toño' detalló que ha tenido que confesar que introdujo teléfonos móviles en dos penales en el mes de marzo para poder salir de la cárcel en el menor tiempo posible, ya que, de lo contrario, hubiera estado preso hasta el mes enero, hubiera estado «tirado en el suelo en una colchoneta en condiciones infrahumanas» y su salud no hubiera «aguantado». Ahora, ha mostrado su deseo de descansar y reunirse con su familia en Daimiel, además de leer y trabajar, teniendo en cuenta que tiene prohibido visitar cárceles y comunicarse con pandillas.
Rodríguez afirmó que tendrá que reflexionar sobre la posibilidad de volver a El Salvador, pero aseguró que permanecerá dos años con «perfil bajo», leyendo y escribiendo.