Acaba de ser designado presidente de Vox en Balears a pesar que está pendiente de juicio acusado de un delito de odio. O precisamente por eso, algo que no descarta. Compaginará el cargo con el de president del Parlament.
¿Usted ha sido directamente elegido por Santiago Abascal?
—Bueno, me ha elegido el Comité Ejecutivo Nacional y está claro que el presidente tiene algo que ver. No he hecho nada extraordinario más que cumplir con mi deber lo mejor que he podido.
¿Por qué este cambio ahora?
—Ha habido algunas dificultades, especialmente en el grupo parlamentario, y creo que, en todo partido, es bueno estar permanentemente ajustando y en un proceso de renovación.
¿Hará cambios en la dirección?
—Hasta ahora, los miembros del Comité Ejecutivo Provincial eran los representantes en las instituciones o en las distintas islas. La filosofía del partido ya no es esa, sino que cada miembro tenga una tarea concreta asignada.
O sea, que veremos cambios.
—Tenemos unos días para pensar bien ese equipo. En Vox cabemos todos porque la situación del país es tan grave que cuantos más seamos, mejor. Todos son bienvenidos menos aquellos que vienen a buscar intereses personales o a echar pulsos para crear desequilibrios.
Y será candidato en 2027...
—Yo nunca he pedido ningún cargo en el partido. Ni pedir ni rehusar, que es lo que dicen los militares. La dirección nacional busca lo mejor para el proyecto y con el tiempo se nos conoce a todos, las virtudes y defectos.
¿Pero le gustaría?
—Si el partido, que sabe más, cree que puedo hacer algo, pues se hará lo mejor que se pueda.
Será el líder de tres diputados compañeros que intentaron echarle de la Presidencia.
—Mi cometido es intentar recuperar la unidad y que el partido crezca –como crecemos en las encuestas– con quien esté dispuesto a trabajar por Baleares y por España.
¿Pero se siente cómodo con quienes intentaron acabar con usted?
—Intentaron apartarme de la Presidencia del Parlament, un puesto que yo no pedí. No pasa nada; no soy rencoroso. Creo que ahora estamos todos alineados para remar juntos.
¿Será usted quien lleve la relación con el PP?, ¿cambiará algo?
—Pienso que no cambiará nada en la relación, que es buena. Ha habido altibajos porque las negociaciones siempre generan tensiones pero ahora, afortunadamente, estamos alineados. La semana pasada aprobamos los presupuestos y un par de leyes importantes y tenemos un acuerdo que hay que cumplir. No veo problemas de futuro, porque la negociación tiene que ser razonable sobre la fuerza relativa de cada uno para llegar a un punto intermedio.
Está pendiente de un juicio acusado de un delito de odio. ¿Cree que puede seguir siendo presidente del Parlament?
—Estoy bien tranquilo con este asunto. Con este nombramiento, salta a la vista que el partido también y confía en mí. Yo confío en la justicia y creo que esto ya no da más de sí.
Bueno, usted estará sentado por la mañana en el banquillo y, por la tarde, en la Presidència del Parlament…
—Estoy deseando ver el resultado. Insisto: estoy tranquilo.
¿Esta circunstancia ha ayudado a que sea presidente de Vox?
—Últimamente en Vox es raro el cargo que no tiene una denuncia por delito de odio. En el caso del presidente de Murcia, sus declaraciones no me parecen delictivas ni mucho menos. En mi caso, todo fue por un accidente que lamento. A pesar de lo que digan en público, en la Cámara saben que soy un tipo moderado y afable que intento llevarme bien con todo el mundo. Aquello fue un enfado puntual que no ha vuelto a pasar.
«Yo nunca he pedido un cargo en el partido; ni pedir ni rehusar, que es lo que dicen los militares»
¿Accidente?, ¿no se equivocó?
—Me equivoqué en el acto final, pero no en la aplicación del reglamento. La idea de fondo ha sido respaldada por todos mis compañeros presidentes de parlamentos autonómicos, incluyendo tres socialistas: estuvieron todos de acuerdo en que no hay que exhibir carteles ni camisetas. Cuando la Presidencia interpreta y aplica el reglamento, se debe acatar sin debate. Imagínese lo que podrían ser los plenos del Congreso o de cualquier parlamento autonómico si los diputados se niegan a acatar las decisiones de los presidentes.
Hablaba antes de Murcia, usted es cristiano ¿no cree que en lugar de ir al choque se debería ayudar a los migrantes?
—Soy cristiano e intento aplicarlo todos los días, pero esos delitos de odio, que son muy recientes, no pueden servir para coartar la libertad de expresión. Nosotros señalamos la causa de esos problemas. Tenemos una postura muy razonable: pedimos que se cumpla la ley y decimos que no tenemos por qué acoger a delincuentes ni a gente que entra ilegalmente. Que eso pueda parecer un delito de odio me parece un exceso a todas luces.
«A pesar de lo que digan en público, en la Cámara saben que soy un tipo moderado y afable que intento llevarme bien con todo el mundo»
Muchos migrantes huyen de la miseria. ¿No hay que ayudarles?
—Claro que sí, pero no tenemos la capacidad material de acoger aquí a toda África. En Europa, además, tenemos una crisis demográfica tremenda, con una caída de la natalidad y eso es un problema gravísimo. Cuantos más seamos, más gente podremos acoger, pero ahora que somos pocos no podemos porque de ahí surgen los problemas. Aquí han estallado algaradas para echar a okupas argelinos y ¿voy a culpar yo a los vecinos, que, cansados de esperar una solución y no se les da, se toman la justicia por su mano?, ¿voy a criticar yo a los vecinos? Es una algarada y eso es algo lamentable, pero hay que ir a la causa y restaurar el imperio de la ley.
Si ahora se fueran todos los inmigrantes de Baleares, las islas entrarían en colapso económico.
—Nadie habla de expulsar a todos, sino a los delincuentes y los que entraron ilegalmente.
«Soy cristiano e intento aplicarlo todos los días, pero el delito de odio no puede servir para coartar la libertad de expresión»
Tuvo que colgar la bandera LGTBI muy a su pesar.
—Voté en contra y presenté un recurso en los tribunales. No he votado nada en contra de mis principios porque estoy muy a gusto con la ideología de Vox; me considero un liberal clásico, no otra cosa rara. Vox defiende la libertad y estoy muy preocupado por la crisis que atraviesa España. En la situación en que está el Gobierno de Pedro Sánchez, que se atreva a impulsar reformas de la carrera judicial y pretenda darle la instrucción de los casos a los fiscales me parece inconcebible. Por no hablar de la ley de amnistía, que afortunadamente hay una serie de cuestiones prejudiciales que va a decidir la Unión Europea.
MallLa mal vestida mallorquina habló