Mallorca se está convirtiendo cada vez más en un destino de lujo, que atrae a turistas adinerados de todo el mundo, y esto está provocando problemas también sociales: aumento de los precios de los alimentos, alquileres inasumibles, escasez de viviendas, masificación. Por estas y otras razones, no son pocos los alemanes regresan a Alemania o quieren construir una nueva vida en la Península. Y es que muchos simplemente ya no pueden permitirse vivir en Mallorca.
Una de ellas es Alexandra S., nombre ficticio. «Después de doce años en Mallorca, yo también me mudaré a la Península en otoño. Aquí todo es demasiado caro y apenas hay viviendas asequibles», dice esta mujer de 62 años. «Antes de la COVID, el mundo seguía bien, pero ahora cada vez es más difícil ganarse la vida». El pasado fin de semana, viajó a la Costa Blanca para ver pisos y lo tiene claro: «Ya no quiero vivir en esta isla de pijos».
Parece que Mallorca es cada vez menos asequible, sobre todo para la gente mayor. Erich Sterk, de Peguera, piensa lo mismo y de vez en cuando se plantea la idea de abandonar la Isla. «El alquiler, las compras, todo se ha vuelto muy, muy caro. Como prejubilado tengo que dar la vuelta a cada céntimo para sobrevivir aquí», dice. Mucha gente de su entorno se ve especialmente afectada por la subida de los alquileres, dice el jubilado: «Conozco a bastante gente que se ha vuelto a Alemania. Son familias con hijos, en las que ambos trabajan y, sin embargo, a menudo no es suficiente para pagar los altos alquileres». Sin embargo, volver a Alemania no es una opción para el residente alemán. «Mientras pueda seguir pagando el alquiler, sin duda me quedaré aquí». Si las cosas se ponen difíciles, «entonces prefiero irme a Andalucía».
A diferencia de la emigración a Mallorca, en la que muchas personas emprenden un nuevo futuro lleno de entusiasmo y planes, el proceso inverso suele ser diferente, según informa la consultora y proveedora de servicios Doris Kirch. «Una emigración de retorno suele ser tranquila y silenciosa porque muchas personas sienten que han fracasado. El número de casos no denunciados es ciertamente alto». Ella vive situaciones «trágicas» tanto en su trabajo como en su entorno: «Residentes de larga duración cuyos contratos de alquiler expiran o que reciben subidas extremas del alquiler y luego ya no pueden encontrar nada asequible».
No sólo los alemanes se ven afectados por esta situación de emergencia, también españoles tienen que hacer las maletas, especialmente los pensionistas. En Baleares, la pensión media es una de las más bajas de España, con algo menos de 1.300 euros. La semana pasada, Pedro Berruezo, secretario general del sindicato UGT de pensionistas y jubilados de Baleares, dio la voz de alarma. Según declaró a Ultima Hora, muchas personas mayores que han pasado su vida trabajando en las islas se están viendo obligadas a regresar a sus lugares de origen en la Península, buscando una vida mucho más barata, alquileres moderados, con un coste de la vida que no absorbe la mayor parte de su pensión. Las regiones del norte de España en particular, como Galicia y Extremadura, resultan ser nuevos lugares de refugio para los desplazados del paraíso mediterráneo.
Por su parte, otro alemán, Moritz Meckel, oye hablar de estas historias casi a diario. Es copropietario de la empresa de mudanzas del mismo nombre, que opera entre Mallorca y Alemania desde hace 30 años. Según sus observaciones, no es que cada vez más alemanes abandonen la isla, sino que los motivos han cambiado. «Una razón habitual para que nuestros clientes regresen a Alemania es el mercado inmobiliario de la isla. Debido a la falta de viviendas asequibles, mucha gente ya no quiere ganarse la vida en estas circunstancias». Algunos también abandonan la isla por razones de edad, o «porque ven cumplido su sueño mallorquín», dice Moritz Meckel.
Tras el boom de la inmigración en 2021 y 2022, la proporción de alemanes que vienen y los que se van se ha normalizado, como muestran las cifras de su orden. «Y eso es bueno, porque aquí estamos en una isla. No podemos crecer así como así».
Si una emigración suele planificarse bien y al detalle, el viaje de vuelta suele ser diferente, informa Moritz Meckel desde su experiencia. A menudo, los muebles se venden en la isla o se dejan en la propiedad. «La gente que se muda se va con menos». También suelen olvidarse de hacer papeleo importante, dice Philip Bornewasser, un proveedor de servicios. Y es que quien deja de ser residente debe, entre otras cosas, dar de baja su residencia.
Karolina Parys, de Spedition Wurzer, que lleva más de 30 años ofreciendo «todo lo relacionado con el transporte», confirma que detrás de cada éxodo hay un destino. «A veces los alemanes dejan la isla de un día para otro, como hizo hace poco un influencer de 30 años. Pero también suelen marcharse personas mayores de 70 años, en parte por enfermedad, pero también por las barreras lingüísticas.» No obstante, la situación de pedidos de la empresa de transportes sigue siendo tal que «tenemos más envíos de ida que de vuelta», dice Parys. «Seguimos trayendo más a Mallorca que de vuelta a Alemania».
Pero mientras mucha gente sigue soñando con una vida en la isla, los temores sobre el futuro recorren muchos sectores de la población entre residentes y locales, incluso entre personas que ganan por encima de la media balear. «Tengo miedo de que en algún momento no podamos permitirnos vivir aquí. Todos en mi círculo de amigos tienen las mismas preocupaciones», dice Tina F. (nombre cambiado por la redacción), residente desde hace 15 años. «También me preocupan los residentes. Porque nosotros siempre podemos volver a Alemania, pero a los mallorquines los están echando de su tierra».
Sin duda, volver a Alemania puede resolver algunos problemas, pero también crea otros nuevos: Barbara Jansen regresó a Wuppertal en 2021 por motivos de salud y económicos. «Cuando volví, la atención médica jugó un papel importante, y sí, recibir tratamiento privado sin seguro adicional era demasiado caro». Pero ahora la atormenta la añoranza.
Cuando esta mujer de 57 años habla de su antigua casa de Colónia de Sant Jordi, sigue diciendo «mi casa». Pero ha rechazado la idea de volver a Mallorca cuando se encuentre mejor. «No sería económicamente viable para mí sola si la isla sigue convertida en la mitad de Mónaco», se queja. Pero irse a la península sería una opción para Barbara Jansen, como ella misma dice: «Realmente lo echo todo de menos: vivir bajo el sol español, el estilo de vida y la mentalidad», concluye.
Erik JohanssonAle guiri, cap a cas teva