Imagina que has visto como una tromba de agua arrasa tu casa. El fango envuelve lo poco que te deja. Se han perdido vidas. El coche de tus padres ya no existe. Tu colegio está tan dañado que puede que lo derriben. Cambias de entorno temporalmente para tratar de no perder el curso. No son fantasías, es la realidad de miles de niños valencianos que, por si fuera poco con la tragedia que aún están superando, tienen que decidir donde pasarán el curso en cuestión de días. Su padres, claro. Mientras cargan con todo lo demás.
Lorena Moscoso es de Paiporta, el epicentro del desastre. Pasaron la primera semana como pudieron, entre los destrozos y el barro, pero, al ver cómo se desarrollaban las cosas y sobre todo, el estado del colegio de su hijo Hugo, de diez años, tomaron una decisión complicada: «el martes siguiente al desastre, ya estaba estudiando en Mallorca, tenemos familia allí y le acogieron en el colegio de mi sobrina, en Cas Capiscol. Estamos infinitamente agradecidos por la ayuda recibida, le facilitaron todo», cuenta.
Pero la pesadilla no se termina y les persigue. A ellos y los miles de padres afectados por la misma situación. «Hemos recibido una circular que nos dice que la acogida temporal de centros acaba el día 29 de noviembre y que tenemos que tomar la decisión definitiva de dónde escolarizamos a los niños el resto de curso. ¿Cómo voy a tomar esa decisión ahora? ¿Me traigo al niño con el pueblo en ruinas? ¿No podían esperar a pasar la Navidad? No han pensado en los niños ni en sus padres y menos en los que tienen al hijo acogido en otra comunidad, como Hugo», explica Lorena.
No comprende cómo la Conselleria d'Educació valenciana no ha ampliado el período hasta después de fiestas, dando así unos días necesarios a los afectados por la DANA: «yo entiendo que los nenes que no están de acogida, deben volver cuánto antes a sus coles, pero en nuestro caso, está mejor y más sano en Mallorca. Aquí no se puede estar, es insalubre», describe.
Aunque, precisamente, ése es el problema. Para los padres de allí y de aquí. Desde FAMPA Valencia llevan semanas denunciando el estado de los centros: «están forzando a la apertura y los centros no están en condiciones. No sé qué cifras están manejando pero las que tienen no son reales. Hablan de 20.000 alumnos afectados y son más de 60.000. Es una muestra de lo lejos que está la Administración de los ciudadanos; ni se han parado a pensar en que, tras los sufrido, nadie está en condiciones de tomar esa decisión ahora», explica Rubén Pacheco, portavoz de la entidad.
Denuncian que no se cuenta con la opinión ni de docentes ni de afectados y que ningún niño puede volver a un centro que requiere una desinfección y limpieza profesional. «Debemos garantizar la seguridad de los alumnos», afirma. Consideran que la Conselleria d'Educació valenciana no está priorizando un tema tan importante y que sólo ejerce presión sobre los afectados. «Tener que elegir el próximo día 29 ya es precipitado pero la realidad es que la fecha para hacerlo era el pasado día 21 y tuvimos que protestar para ganar una semana más de tiempo», cuenta Rubén.
¿Cuál es la realidad de los colegios valencianos?
Es una situación muy difícil de describir, sobre todo porque bailan los datos, las cifras e incluso la garantía de abrir en las condiciones de seguridad que requieren los niños. «Todos queremos retomar las clases lo antes posible, además, los niños lo necesitan, pero no vamos a permitir que se haga sin garantizar las condiciones de salubridad de los centros», explica Pacheco. Lorena, madre de Hugo, está de acuerdo; por eso para ella es tan complicado decidir si continúa separada de su hijo y lo mantiene en Mallorca hasta el verano. «Es que no sé que hacer, salen del cole y no tienen donde ir. No podrá jugar al fútbol que tanto le gusta, ni siquiera pasear en bici, nada. Del cole a casa. Hay centros que van a tirar abajo y los niños se van a reubicar en barracones colocados en el patio del colegio de Hugo, por ejemplo», amplia.
Lo más apremiante es la necesidad de desinfección, desbacterización e higienización profesional: «hasta el momento, la práctica totalidad se ha limpiado gracias a voluntarios, profesorado, juntas directivas y familias, con apoyo de los servicios de Emergencia. Ahora faltan las empresas especializadas contratadas por la Administración. Hay que rematar profesionalmente esas limpiezas porque si no los centros no están en condiciones de salubridad», explica el portavoz de FAMPA.
El estado emocional de la comunidad educativa, niños, padres y docentes, también es clave para valorar las decisiones y actuaciones a llevar a cabo. «Se acaba de vivir una experiencia que nadie la quiere ni para su peor enemigo. Algo traumático para niños y adultos. Lo último que necesitan es burocracia y confusión. Necesitan proximidad y una información clara. Que quien toma las decisiones tenga en cuenta sus circunstancias anímicas y psicológicas. Aquí se va a requerir tratamiento profesional durante mucho tiempo. Los equipos docentes y las familias nos informan sobre criaturas que tienen episodios de pánico esporádico, shocks traumáticos, ansiedad, retrocesos madurativos y hasta de aprendizaje; hay pequeños de once años que por el impacto han olvidado hasta como leer», narra preocupado el portavoz de la federación educativa.
Ese estado, sumado a las reubicaciones del alumnado en lugares aún no acondicionados y la presión a los padres, está provocando un clima de «tensión, malestar y crispación en aumento», describe Rubén. Según Educació, son 92 los centros afectados (110 para FAMPA) y de esos «dicen que 24 podían abrir el mismo día tras la DANA, 29 en días sucesivos, 12 para tirar y volver a construir y 9 centros más que requerían pequeñas reparaciones estructurales. No es así, basta ver presencialmente los centros», dicen desde la federación.
En algunos de ellos, afirman que los técnicos han ido para dar el visto bueno y «luego vamos nosotros y están de moho desde los azulejos hasta el techo». Según explica, alguna junta directiva, «ante la imperiosa orden de abrir, se vio obligada a contratar a profesionales independientes que certificaron que, si bien la primera planta estaba en condiciones, hacer pasar al alumnado por la planta baja era peligroso, porque el moho cubrían las paredes, no puedes hacerles pasar por esos pasillos».
La entidad también critica la falta de comunicación con la Administración: «desde que ocurrió, sólo hemos tenido dos reuniones con el Conseller. Pedimos constituir un comité de crisis y no se ha hecho. Para que os hagáis una idea, durante la pandemia nos reuníamos tres veces por semana, imagina lo que es haber tenido dos en un mes», cuenta decepcionado.
Alumnos con necesidades especiales
Rubén aprovecha el espacio para hacer una reivindicación necesaria e imprescindible. Explica una de las situaciones que se dieron poco después de la DANA: «un centro de alumnos con necesidades especiales que quedó destrozado reubicó a sus estudiantes en otros dos colegios. El primer día que los chicos iban a su nuevo centro, que ya para ellos es complicado porque altera sus rutinas, el autobús no pudo llegar a la puerta del colegio por los accesos y les hicieron caminar un kilómetro hasta la puerta. Andando o como pudieran. Llegaron una hora tarde. ¿Cómo se puede permitir que pase algo así? No piensan en las circunstancias reales de los alumnos», reivindicada enfadado Pacheco.
Por otro lado, informa también que desde FAMPA se están llevando a cabo campañas de recaudación y recepción de donaciones de material escolar, «porque los niños lo han perdido todo». Añade que también están trabajando en un proyecto llamado «Infància sense fang» que permite a los pequeños irse de campamento unos días a núcleos cercanos, acompañados de profesionales formados para esta situación porque saben que «son niños que han pasado por este trauma», explica. Esta semana, más de 300 pequeños podrán distraerse de la catástrofe, al menos unos días, al aire libre.