Al contrario de lo que muchos puedan pensar, la falta de aprovechamiento de los bosques de Mallorca, lejos de protegerlos, ha minado su calidad. Los procesos tradicionales de quema de madera para producir el carbón eran claves a la hora de frenar la propagación de plagas. Y la alta densidad de biomasa que se acumula hoy en las zonas forestales es la mecha perfecta para prender un incendio.
Los incendios forestales son cada vez más frecuentes y virulentos en Baleares y los expertos avisan de la necesidad de reconectar con los bosques aprovechando su biomasa para el uso energético. «Tenemos la oportunidad de instalar calderas de biomasa por todo el territorio y aprovechar esa energía renovable de kilómetro 0. El futuro pasa por eso», explica Joan Santana, jefe del Servei de Gestió Forestal del Govern.
Hace tiempo que las principales administraciones públicas (Govern, Consell y ayuntamientos) apuestan por la instalación de calderas de biomasa como compromiso de sostenibilidad local. El refugio de Son Amer en Escorca fue el primero del Consell en optar por este tipo de combustible y otras administraciones se han ido sumando con el paso del tiempo.
La biomasa alimenta hoy, por ejemplo, las piscinas de Son Hugo que el Ajuntament de Palma sometió a una reforma integral en 2018 para reparar las fugas de agua y a la vez reducir el consumo de gasoil, completamente desbocado. La normativa prohíbe desde hace tiempo calentar este tipo de instalaciones con energías no renovables pero esta circunstancia pasó curiosamente desapercibida durante años.
Aunque este sector empresarial siguen teniendo una presencia marginal en Mallorca, hay alguna multinacional que conociendo su potencial, trabaja ya en los bosques de Baleares desde un nuevo prisma. Buscan acuerdos con propietarios para aprovechar los llamados ‘árboles dominados’, buena parte de ellos torcidos o enfermos, que no tienen salida en un aserradero tradicional.
Estos ejemplares, que durante años se consideraban un producto sin valor, empiezan a alimentar a una industria de energía renovable que presume de tener un coste cero de CO2. El ingeniero forestal Marc Marín es el jefe de sector en Cataluña y Baleares de Veolia Biomasa España. «Nuestro trabajo, a grandes rasgos, es cerrar todo el ciclo, desde la gestión forestal en los bosques hasta el suministro de calderas, para la generación de calor para procesos industriales, calefacción y agua caliente sanitaria, entre otros», explica.
No tienen fincas forestales de su propiedad en las Islas, trabajan sobre todo con propietarios particulares (y en menor medida con entes públicos) para aprovechar la biomasa de sus bosques como combustible. Sus principales consumidores son hoteles y piscinas, entre ellas, las piscinas de Son Hugo en Palma.
«Realizamos trabajos de mejora forestal que consisten en estructurar el bosque. Durante años los bosques no han sido objeto de aprovechamiento y diferentes especies han ido creciendo. Hay competitividad entre ellas y muchos árboles no pueden crecer con la calidad que necesitarían. Estructuramos el bosque para extraer del monte lo que sobra (previa realización de estudios de ingeniería) y al mismo tiempo, en algunos casos, obtener un combustible», resume Marín.
El experto habla de «algunos casos» porque «muchas veces estos árboles son tan pequeños que no vale la pena trasladarlos, se trituran in situ y se emplean como abono natural. Con esto, además de mejorar la estructura, se consigue reducir la erosión y mejorar la capacidad del agua en el terreno», añade.
Además realizan infraestructuras de prevención de incendios, mediante la creación de cortafuegos. «Una de las razones de ser de este tipo de trabajos es que un monte bien gestionado y estructurado permite captar más CO2 que un monte con superdensidad de árboles. Siempre absorberá más CO2 un árbol bien formado y maduro que uno dominado y enfermo (que está por debajo de los árboles grandes, se queda sin luz, no puede hacer la fotosíntesis y no puede crecer).
«Tanto en un tipo de trabajo como en el otro, si el tipo de material a extraer es suficientemente grande para aprovecharlo como combustible, lo que se hace en el caso de Mallorca, es que se podan los troncos, se dejan en el terreno las ramas que se trituran in situ y los troncos se extraen del monte y se llevan hasta un centro logístico. Allí se apilan, se dejan secar y se astillan generando un tipo de astilla de un tamaño concreto que posteriormente suministramos en las calderas de biomasa de diferentes instalaciones de la Isla», resume el ingeniero.
Las astillas que no son aprovechables para calderas se usan para compostaje y para mantener la humedad del suelo en jardines. «La astilla que se utiliza en las calderas en Baleares es cien por cien de tronco y conseguida de forma sostenible, previa aprobación de la administración correspondiente», añade.
La biomasa está considerada un combustible renovable y neutro en emisiones de carbono. Eso es así porque las emisiones de CO2 que genera una caldera de biomasa la absorben las mismas plantas con el proceso de fotosíntesis. Con el tiempo vuelve a crecer un árbol y con los años se corta, astilla y se vuelve a meter en la caldera. Es lo que se conoce como un proceso circular.
Cada vez más propietarios de Baleares firman contratos de colaboración con este tipo de empresas para mejorar el mantenimiento de zonas boscosas. Dependiendo del caso el convenio puede suponer una mejora y revalorización de los bosques e incluso generar ingresos directos.