A sus 26 años, Indira Blanco, ha tenido siempre una inquietud por ayudar a los demás, motivo por el que se animó a dar el paso e irse como misionera a Perú de la mano de las Agustinas Hermanas del Amparo y participar en un programa de las Obras Misionales Pontificias de Mallorca.
¿Qué lugares visitó durante el voluntariado?
Empezamos el 1 de agosto y volvimos el 26 de agosto. Nuestro destino era Magdalena de Cajamarca, pero antes fuimos a Lima a conocer los proyectos de las Hermanas. Luego estuvimos en Trujillo, también conociendo su labor allí.
Cuéntenos de alguno de los proyectos.
Tienen varios, uno de ellos se llama ‘Casa de acogida Rayito de Esperanza’. Las Hermanas acogen en Lima a familias que vienen de muy lejos con niños que están hospitalizados, la mayoría por tener cáncer, y les ofrecen una casa mientras sus hijos reciben el tratamiento.
¿Qué hacía en su día a día?
Ayudábamos a las Hermanas y al padre del pueblo, que se encarga de las misas y evangelizar. Conocimos a un montón de chicos de las comunidades. Era súper chulo, porque a veces hacíamos un viaje de una hora o dos para llegar a las escuelas o comunidades. En España ni te imaginas hacer un viaje tan largo para llegar de un lado a otro. En general se hacían actividades para fortalecer la comunidad y la fe.
Habla de comunidad, ¿cómo se fortalecía?
Estábamos de voluntarios dos chicos y yo. Organizábamos talleres con los niños del pueblo, para que se pudieran unir, hacer algo juntos y compartir un momento. Hacíamos talleres de pulseras, bailes, juegos. Una de las cosas más bonitas fue preparar nosotros mismos las bolsas de alimentos para darlas a las familias vulnerables de Magdalena y comunidades de alrededor. Hicimos una pequeña fiesta para la entrega y para que cuando vinieran se sintieran acogidos. La gente flipaba con que viniéramos de tan lejos para hacer esto, algunos no sabían ni donde está España.
¿Por qué se decidió a ir de misionera?
Lo hice porque siempre había tenido una inquietud por ayudar a las personas y se alineó todo para que pudiera asistir al voluntariado. Fue un lujo poder conocer a las Hermanas, su labor e ir con ellas. Me ha llenado mucho el corazón poder hacerlo.
Entiendo que recomienda la experiencia...
Totalmente. Ver como están estas familias y saber que estás aportando con tu granito de arena, es muy gratificante. A los que quieran hacerlo, los animo a que den el paso, porque se van a dar cuenta de que es lo qué tenían que hacer. Yo fui sin expectativas y di el paso. Es lo que más cuenta: dar el paso. He aprendido muchas cosas, a desprenderme de lo material. Te das cuenta de que se puede vivir solo con estar rodeado de las personas a las que quieres. También he aprendido a ser mucho más agradecida, a adaptarme mejor a las circunstancias y a las cosas a las que me tengo que enfrentar. Se aprende tanto de la fortaleza de los niños, de la capacidad que tiene para convertir su situación en algo alegre.
Se podría decir que ha tenido una revelación...
Me han ofrecido volver a hacer otro voluntariado con un programa en Kenia y he dicho ‘claro que voy’. Una vez que lo pruebas y conoces a todo el mundo, a los compañeros, a las Hermanas y a las familias quieres estar dentro. Al volver reflexioné sobre cómo quería enfocar mi vida y me decidí a venir a Madrid a trabajar a una fundación con jóvenes que tienen discapacidad intelectual. Estoy muy feliz de poder acompañarlos en todo su crecimiento.
El apunte
Jornada Mundial de las Misiones
Parroquias, iglesias y comunidades de la Diócesis de Mallorca se sumarán el domingo que viene, 20 de octubre, con oraciones y colectas especiales, a la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones (Domund), por la que el obispo de Mallorca,Sebastià Taltavull, ofrecerá la misa del domingo a las 10.30 horas en la Catedral.