Tummy Bestard (Palma, 1935) fue durante más de cuatro décadas cónsul de Estados Unidos en Mallorca. Desde la fundación Pare Serra, difundió en California la figura del mallorquín. Atesora anécdotas y la memoria de una Mallorca de la que quedan pocos testigos y que la vivieran de forma tan intensa. Se emociona al recordar a amigos que ya no están. «Ha sido una vida increíble».
¿Cómo se encuentra?
-Estoy contento de lo que he hecho más o menos. Tengo muchos amigos, me salen amigos por todos los lados y voy tirando. Tengo una librería tan grande como esa (señala una pared llena de libros) con recortes de toda mi vida. 41 años he trabajado con los americanos. Me han pasado cosas muy buenas, como comer en la Casa Blanca con Hillary Clinton. He atendido a cuatro presidentes americanos que han venido aquí. También a muchos senadores, algunos con alguna historia difícil. Han estado aquí los Kennedy. A las dos hermanas del presidente les alquilé una casa a cada una a Formentor. He estado más de veinte veces en Washington...
Cuatro presidentes dice.
-(Hace memoria) Vino aquí Clinton y adelgacé dos kilos de los problemas que tenía que solucionar. Además, Jimmy Carter, Busch Padre y Obama.
¿Con cuál se queda?
-Clinton me favoreció. Ha estado en Mallorca tres veces y la tercera vez que vino, yo ya me había jubilado, pero habló con la Guardia Civil para que me localizaran y la guardia civil me buscó, me dijo que estaba en el hotel Maricel y quería hablar conmigo y verme. Me fui ahí y me preguntó qué me ha impresionado más y menos.
¿Qué le dijo?
-Le contesté que el día que estuve en su casa y comí con su mujer. (Con Hillary en la Casa Blanca). Me dice, ‘¿ah, sí, con mi mujer y yo dónde estaba?’ ‘No lo sé’, le respondía. ‘Sí que me lo dijo’, me contestó y respiré. Me trató muy bien y siempre me ha atendido.
¿Quién cree que ganara en noviembre, Trump o Kamala?
-Uno de mis mejores amigos en Washington, que ha trabajado con varias administraciones y conoce muy bien la Casa Blanca me dijo hace paco: «Harris es muy buena persona, es amable, pero no sabe mandar».
¿O sea, que Trump?
-De Trump prefiero no contestar. Creo que ganará y es capaz de cualquier cosa. A ver qué hacemos sin la OTAN.
¿Cómo llegó a cónsul?
-De niño me iba con una barquita a remo a los barcos de guerra americanos. Tenía quince año, me tiraban monedas cigarrillos. Así empecé con los americanos. Cuando me dio los honores, Linda Johnson (hija del presidente Lindon).
¿Tuvo que jurar?
-Estaba Manuel Fraga en la embajada. El embajador de EE.UU. me dijo que tenía que jurar dar la vida por Estados Unidos. Ahí yo bajé la mano. Y no se qué pasó, porque el embajador salió y a los diez minutos volvió y se usó una fórmula más suave. Fraga me dijo: ‘buen español’.
¿Era complicado lo de cónsul?
-A veces. Venía un taxista que no le había pagado un marino o había que ir al juzgado. Han hecho cosas muy buenas y otras malas. Cuando empecé (1964) había un crucero pesado en Palma con 600 marinos. Puse una nota en prensa. Si alguien quiere tener en su mesa a un marino americano, que vengan al consulado. Fue fantástico, vinieron 600 familias y les invitaron. Los marinos luego les llevaban a ver el barco. Pero tuve un incidente y no lo hice más: dos marinos se pasaron un poco con la familia y una señora se pasó con un marino. No lo hice más.
Siempre los barcos.
-Vino a Mallorca el rey Saud de Arabia y leí en Ultima Hora que estaba aquí. Recibí una carta del presidente de EE.UU. que me decía que iba a llegar una familia, los Roth y me decía, ‘cuida a esa gente’. Fui a esperarlos y les dije, está aquí el rey de Saud. La señora me dijo, le conozco, quiero verlo y concerté una cena con ellos. Los hijos me dicen, ¿No hay una discoteca por aquí? Les llevé al Rocamar, pagaron 4.000 pesetas. El problema fue que los americanos invitaron a Saud al portaviones y le dijeron, ‘el señor Bestard se lo montará’.
¿Qué pasó?
-El naval me dice, ‘pero estás loco, cómo vas a invitar a un rey saudí a a un portaviones’. El embajador me dice, no lo lleves. Entonces dios me ayudó. Tenía que llevar a Saud con mi lancha y había Levante. A las seis de la tarde se puso mal la mar y hubo que cancelar el viaje. El rey se cabreó. Lo pasé mal y le dije a mi padre, me voy a Ibiza. Al día siguiente, Saud preguntó por mí para ir al portaviones. Mi padre le dijo, está en Eivissa.
Conoce a Felipe VI desde niño, ¿cómo le ve como Rey?
-Creo que es una persona apta para ser nuestro rey. Yo, a Felipe, le compraba en los barcos cigarrillos, calcetines americanos. cuando empezaba a fumar. Una cosa que no sabe nadie: un día le pegué, en la cubierta del portaviones. Era un niño todavía y me dijo, quiero subir a un helicóptero. Subí con él y empezó a tocar los mandos. Le pegué un coscorrón para que parara. Cuando ya era rey, en una cena en Capitanía General, me llamó y me dijo: ‘Oye Tomy, (me llama así), hoy no me pegues’. ‘Majestad, le prometo que no hoy no le voy a pegar’, le contesté.
¿Y a Juan Carlos?
-Yo tengo mi sentimiento por el padre. Todos somos humanos y sabemos los inconvenientes que hay entre Juan Carlos y Felipe y que hay una situación muy difícil. Se quieren y eso es algo que tiene que pensar la gente. En California, cuando fuimos con la Fundació Pare Serra le dije al Rey. «Majestad, le voy a pedir un favor, que le de un abrazo a su padre». Me dice, «lo haré». Al día siguiente, en una cena de gala, baja, deja a su mujer, viene hacia nosotros y me dice: «Tomy, mi padre me ha hecho jurar que te daría un abrazo».