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Francisco Campos Torres, uno de los últimos afiladores que quedan en Palma

Nació en Motril pero más de la mitad de su vida la ha pasado en Mallorca

Francisco Campos Torres, en plena jornada laboral. | Click

| Palma |

Caminábamos bajo un sol de justicia por la acera buscando las pocas sombras que sobre ella dejaban caer los árboles, cuando nos cruzamos con Francisco Campos Torres. Iba montado sobre su silla de ruedas, movida por un motor, resguardándose de sol con un paraguas. De vez en cuando hacía sonar su flauta, llamada zampoña, a fin de que los vecinos supieran que andaba por allí, y los que tuvieran cuchillos, o algo que afilar, salieran a su encuentro. Y es que Francisco es afilador, uno de los tres -según él- que quedan en Palma.

¿Desde cuándo es afilador?
-De toda la vida. Soy de Motril, Granada, y cuando llegaba el afilador por donde vivía me acercaba a él y miraba cómo lo hacía. Y así fui aprendiendo el oficio. A base de fijarme. Al cumplir los 17 años empecé a trabajar como afilador. A punto de cumplir los 85, llevo en esto 68 años. Aunque también he trabajado de otras cosas.

¿Cómo aprendió el oficio?
-Fijándome en cómo lo hacía el que sabía. Porque si te fijas en algo que te gusta, pones interés en aprenderlo. Es como lo de leer y escribir…Yo nunca fui a la escuela, pero aprendí a leer y a escribir solo, poco a poco, fijándome en las letras y escuchando como se pronunciaba. Luego todo fue cuestión de práctica. Y es que, como le he dicho, todo lo que gusta se aprende si se pone interés. Y todo lo que gusta está en la calle, y uno lo aprende del otro.

¿Qué utilizaba al principio para afilar y desplazarse?
-Primero, la bicicleta, luego la moto, más adelante el coche y ahora la silla de ruedas con motor. Con ellas iba de calle en calle, de barrio en barrio, de pueblo en pueblo.

¿Por qué vino a Mallorca?
-Porque cuando los padres se van de su pueblo a otro lugar, los hijos se desplazan con ellos. Y como mis padres se vinieron aquí, pues aquí que nos venimos todos. Y eso sucedió hace 50 años.

¿Se acabará el oficio de afilador en Palma a nada que desaparezcan los otros dos afiladores que hay y usted?
-Pues si no sale otro, o viene otro… Pues sí.

¿Qué servicios ofrece usted?
-Pues todos. Afilo todo tipo cuchillos, tijeras, navajas, herramientas, hoces… Lo que me traigan y que se pueda afilar.

¿Suele circular mucho tiempo a lo largo del día?
-Los días que no llueve y no hace mucho viento, de diez de la mañana a dos de la tarde. Y suelo trabajar todos los días.

¿Por qué zonas?
-Voy por barrios, unos días uno, otros, otro. ¿Los mejores…? Todos son buenos, ahora bien, si me dan elegir me quedo con la zona de la Rambla y la calle Fábrica, en esta porque hay muchos restaurante y bares. Pero, si puedo, suelo recorrer todos lo barrios.

¿Cuánto cobra por afilar?
-Depende del tamaño de lo que tenga que afilar. Entre 5 y 6 euros los cuchillos grandes, y los más pequeños…Pues depende del trabajo que me lleven, porque también, a veces, además de afilarlos he de limpiarlos.

Posiblemente, en la gente mayor estarán sus mejores clientes, ¿no?
-Pues no, mis clientes no tienes edades.

Dice usted que aprendió a leer y a escribir solo…
-Si, ya que no fui a la escuela. Aprendí fijándome y leyendo cuentos y novelas, poco a poco. Y es que cuando tienes interés por algo, terminas aprendiéndolo. Es como los oficios, a costa de probar unos y otros, los aprendes. Lo importante es tener interés por saber cosas.

¿Qué cosas son importantes para usted?
-Muchas, pero sobre todo los años. ¿Qué por qué? Pues porque es lo único que sube sin bajar nunca.

¿Cuántos hijos tiene?
-Me casé a los 16, a los 18 fui padre y a los 33 abuelo. Y desde que me casé hasta hoy he tenido 14 hijos, entre ellos uno que es pastor de la iglesia evangélica. De estos, de hijos, solo me quedan seis puesto que los otros murieron. También mi esposa falleció. Y en cuanto a nietos, biznietos y tataranietos, tengo 105. En Navidad procuro reunirlos a todos.

¿Cree en Dios?
-Mire, todo lo importante está en la tierra. En cuanto a Dios… Si hubiera Dios, no habría guerras, ni desastres, ni gente sufriendo.

¿Y habla de eso con su hijo, el pastor?
-No, de eso no hablamos. De cualquier cosa, menos de eso.

¿Cree en los políticos?
-Pues no. Los políticos viven bien, cosa que no podemos decir de todos los ciudadanos, que si encima son pobres, tienen que vivir en la calle porque no tienen nada. Eso no sucedería si los políticos miraran por todos. Es como los ricos, que son ricos porque roban más que los pobres. Por eso estos son pobres. ¿Le digo una cosa? Yo a los pobres los ayudo. Les he dado mucho dinero…

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