Ricardo Richi Eiguchi es argentino, hijo de japonés y argentina, y mallorquín desde vinales de los años 70. Está casado con una mallorquina, tienen una hija, y está felizmente jubilado, tanto como ocupado de la mano de la solidaridad.
Richi, que en Buenos Aires, antes de emigrar a Europa, trabajaba para el Royal Bank of Canadá, al llegar a España, tras una estancia en Italia, primero en Málaga y luego en Alicante, «donde conocí a un mallorquín, propietario de un barco-pub, con el que conversé, proponiéndome viajar a Mallorca para presentarme a una gente con negocios en que me podría ocupar. Como, además, me dijo que me pagada la estancia y el viaje… Pues acepté. Llegué a Mallorca y, por recomendación suya, hablé con la propiedad de Tres Germanes, quien me ofreció un empleo, y como me interesó, acepté. Mi trabajo consistía en que los guías se sintieran a gusto, igual que los clientes y los chóferes de los autocares, trabajo que alternaba con el de ir a cobrar a las agencias que nos enviaban clientes».
Al año, a través de otra tercera persona, se entrevistó con Pascual Monreal, por entonces dueño del Joy, sito en la Playa de Palma, «y como también me convenció, y encima me subió el salario, acepté, estando con él durante un año, que fue cuando me pasé, primero, al Kiss de Tony Pérez, y tiempo después me fichó el hermano de este, Joe, para estar en la puerta del Zorbas, como encargado de que hubiera orden en la misma y de que, como se pagaba a través de tarjeta, nadie se fuera sin abonar la consumición, lo cual quedaba reflejado en aquella, que me tenían que enseñar a la salida». Eso por una parte, por otro, como hemos apuntado, tenía que mantener el orden en la puerta, evitar cualquier trifulca, algo que a veces ocurría en la puerta de cualquier discoteca. «Yo jamás empleé la violencia. Todo lo contrario: dialogué siempre con los posibles alteradores del orden. Y es que la mejor publicidad que puede tener un local es la tranquilidad, que no ocurra nada en él que pueda alterar el orden, lo cual es siempre muy bien valorado por el cliente».
-¿Y era complicado dialogar con esas personas, en ocasiones bebidas?
-Pues… Depende de como fuera uno. Yo, desde luego, echando mano de la sangre fría procuraba convencerles. Jamás eché mano de la violencia, sino de la conversación. Incluso en ocasiones, si el origen de la bronca había tenido lugar en el interior de la discoteca, con tal de que se fueran, les decía que no les cobraba las consumiciones que se habían tomado.
-¿Fue difícil dejar la noche?
-Bueno…¡Qué quieres que te diga…! Mis suegros nos dejaron el Hostal Vila Maruja, que llevamos durante unos años hasta que lo alquilamos y … pues que estamos bien, a veces rememorando aquellos tiempos, como hago ahora, y reencontrándome con amigos y compañeros de aquellos años.
-¿Es distinta la noche ahora, vista desde la puerta de una discoteca a cómo era la noche de antes, de cuando tú estabas en ella?
-En líneas generales la noche era mejor que ahora. Antes, en mis tiempos, si había algún contratiempo lo resolvías hablando, en cambio ahora, casi todo el mundo quiere boxear. Lo digo por lo que veo, escucho y leo. Muchos más altercados ahora que entonces. Y eso no le conviene ni a la noche ni a los establecimientos que viven de ella, puesto que una pelea en la puerta, o en el interior del local, es siempre una publicidad muy mal. Por eso, el diálogo debe de imponerse a la violencia. Y en eso, y en lo que a mi respecta, puede que sea la mentalidad japonesa que llevo dentro de mí, que ante esas situaciones me tranquiliza y me permite dialogar. No solo entonces, y en esas circunstancias, sino también ahora, a la hora de enfrentarme a cualquier problema.
-Una vez jubilado, con todo el tiempo del mundo para ti. Te haces voluntario de Sant Joan de Déu…
-No, al jubilarme, no, ya que soy voluntario desde antes de jubilarme. Lo soy desde hace veinte años, lo que me convierte en el segundo más veteranos de dicho hospital.
-Es decir, durante un tiempo alternabas la noche con el voluntariado.
-Sí, así es. Y es que, si te organizas, hay tiempo para todo.
-¿Y cómo lo hiciste?
-¿Hacerme voluntario…? Fue a través de un amigo, Carlos, propietario de un estanco en Can Pastilla, que era voluntario. Me habló, me interesó y me presentó a los responsables del voluntariado de San Juan de Dios, que me aceptaron, para lo que tuve que hacer un curso para saber más o menos qué hacer o cómo actuar, y… ¿Sabes? Me hice voluntario, primero, porque pensé que haciendo eso agradecería a Mallorca todo lo que me ha dado, y segundo, porque tratar con personas que precisan de ayuda o de compañía es también un aprendizaje. Y a ello añadamos que el mundo cambia con tu ejemplo y no con tú opinión. ¿Por qué pienso esto? Pues porque casi todo se queda en el yo haría, puesto que, como digo, a la hora de opinar sobre algo, opinamos todos. Y en nuestro caso, en el de los voluntarios, a la opinión sumamos la acción. Hacemos lo que decimos que se tendría que hacer.
-¿Cómo son las personas que tratas en tu voluntariado?
-Generalmente, son personas mayores, aunque también no tan mayores, que durante días viven solos, entre cuatro paredes, lo cual han de saber gestionar, para llegar al fin de semana en el que se reencuentran con sus familiares y amigos. ¿Qué cómo gestionamos el rato que estamos con ellos? Sobre todo, con la conversación, escuchándolos, hablándoles, y si llega el caso en que tiene que ir a otra clínica, u hospital, acompañándolos, esperándolos mientras están en la consulta, para volver a estar a su lado en el camino de regreso. También el lugar acompaña mucho, me refiero a la situación de Sant Joan de Déu, frente al mar, con grandes terrazas, plantas, sin que pasen coche… Un lugar en el que, aunque estés solo, tienes la sensación de que no lo estás.
-¿Tenéis compensación económica?
-Ninguna. La mejor compensación que tenemos por nuestro trabajo es verlos a ellos felices y atendidos.
-¿Le aconsejarías, por ejemplo, a un jubilado, con todo el tiempo del mundo para él, que se hiciera voluntario?
-Y también al no jubilado. Cuando menos, si veía que le pudiera gustar, le diría que lo probara, sobre todo que viera el efecto que su compañía produce en esas personas y lo que se produce en ti estando con ellos. Y luego decide.
-Y para terminar…. Tenemos entendido que también colaboras con Tardor…
-Pues sí. Tardor, igual que otros comedores sociales, está haciendo una gran labor dado comida a diario a muchas personas sin hogar, o con hogar pero en la frontera con la pobreza. Por eso, saben que cuentan conmigo siempre. De hecho acudo a los actos que organizan, y si precisan alimentos, dentro de mis posibilidades, los aporto, y más si es en tiempos difíciles, como los de ahora. Como he dicho, le estoy muy agradecido a Mallorca, y actuando de ese modo pienso que estoy correspondiendo al trato que me ha dado siempre.