El gran turismo de masas está agotando la paciencia de los residentes que sufren, desde hace años, las consecuencias. Las principal y las más importantes: los mallorquines, menorquines, ibicencos y formenterenses se están quedando cada vez sin viviendas dignas asequibles, sus calles y pueblos están saturados y los precios se disparan. En todo.
La de este sábado ha sido una manifestación histórica en la Isla, la más importante desde la del TIL, y la primera convocada por el colectivo Banc del Temps (BdT) de Sencelles -los mismos que el pasado mes rodaron en ese pueblo un vídeo para explicar la problemática de la vivienda en Mallorca-. Más de 10.000 almas han recorrido Palma con ganas de gritar alto y claro: Mallorca no és ven. Este ha sido el lema que ha acompañado la movilización, que ha comenzado pasadas las siete de la tarde en el Parc de Ses Estacions y ha finalizado en el Passeig des Born.
En este caso, las Islas Canarias fueron el precedente para Baleares, cuando el mes pasado cerca de 57.000 canarios pidieron un giro en su modelo turístico, y Mallorca, ayer, no se quedó indiferente. El sentir general de los manifestantes era que este Archipiélago también está a punto de reventar, de echar a miles de familias que no pueden afrontar los precios de los inmuebles o del alquiler; que el residente se siente de segunda fila. Jóvenes de 30 años que no pueden comprar un piso en Palma.
Una pareja de 35 años que sueña con vivir en Puigpunyent, cerca de su familia, pero ve imposible conseguirlo. Una vecina de Santa Catalina ahogada día tras día por los anuncios de «compramos tu casa» y ver alquileres ilegales. Unas residentes de Gènova, las últimas mallorquinas en uno de los distritos más caros y con más extranjeros: 700.000 euros la casa más barata. O familias asfixiadas por el masivo tráfico cuando van a trabajar. Esta es la breve radiografía de las quejas que se han escuchado en la manifestación. La gran mayoría ha portado carteles reivindicativos en los que se podían leer frases como «for sale la tierra de nuestras abuelas», «no es turismofobia, es mallorcacidi», «no volem migrar, volem Mallorca» o «Matthias Kühn nos debe un piso».
La escena eran carteles alzados mientras se gritaba «de l'illa de Mallorca, no, no mos mouran». Acto seguido, los aplausos coronaron el recorrido. Tan solo había pasado una hora, pero la gente no dejaba de gritar ni de aplaudir. Venían de todas partes, desde el centro de Ciutat hasta de diversos municipios de la Isla. Maria Magdalena lleva toda la vida en el barrio de Santa Catalina y dijo estar «harta» de la masificación, el ruido y de que vivir «es más complicado que antes». Estaba enfadada: «Los políticos no quieren mojarse, así que la población civil es la que tiene que movilizarse. Porque nos están quitando las casas».
Victoria y Aina, vecinas de Gènova, han acudido para manifestarse por la masificación, por el modelo turístico actual y por la crisis habitacional: «En nuestro barrio los precios son prohibitivos. No compras nada por menos de 700.000 euros. Quedamos pocos mallorquines. En mi calle, no hay ni un español», explicaba a este medio durante la protesta. Los participantes han dejado claro que quieren un giro en modelo turístico y de forma urgente. Así lo ha relatado otra afectada, Estefanía, de 32 años, que vive con su madre en s'Arenal. Allí, un alquiler cuesta entre 1.300 y 1.500 euros. Ella lleva trabajando desde los 18 años y ha relatado que «mi sueldo no da para independizarme con mi pareja». Otra pareja de 35 años, Sònia y Marc, tiene a sus padres entre Sencelles y Puigpunyent, y en esos pueblos no hay lugar para los jóvenes: «Son precios desorbitados, se nos hace muy difícil comprar algo», expresaron.
Dos de los portavoces de Banc del Temps de Sencelles, Javier Barbero y Carme Reynés, saben de primera mano la situación de los pueblos del interior, las últimas perlas para los inversores extranjeros. «Han llegado al interior de la Isla porque es lo único que ya queda con encanto para comprar», sentenciaron. Uno de los primeros pasos que han exigido con esta primera gran manifestación es plantear «medidas necesarias ante una situación de emergencia y aplicarlas de inmediato». El colectivo propuso al Govern declarar la emergencia habitacional en todas las Islas, reconocer que esta es una zona tensionada, aprobar una moratoria de alquiler turístico y dar garantías a los alquilados y a los arrendatarios, así como ayudas para la rehabilitación de viviendas. «La gente lo está pasando mal, y no tenemos confianza en que este Govern cambie el modelo turístico», ha dicho Carme.