En la abogacía estamos de luto. El pasado jueves, a los 90 años, falleció Domingo Medina Riera, el abogado matrimonialista más prestigioso dentro y fuera de nuestras Islas. Se ha ido un compañero excepcional y, para quienes trabajamos con él, se nos ha ido nuestro maestro.
Domingo fue, ante todo, una buena persona: amable, generoso, empático, y extraordinariamente atento con las necesidades de los demás. Jamás denegaba una ayuda ni un consejo a quien se lo solicitaba. Adoraba a su familia y su hija, Elena, era su mayor orgullo. Era un abogado confiable, que respetaba escrupulosamente las normas deontológicas. Su palabra bastaba para cerrar un trato. Gozaba de una capacidad innata para la negociación y ponía todo su esfuerzo en evitar que la separación y el divorcio se ventilasen en el juzgado. «Nadie mejor que ustedes para decidir sobre su vida y la de sus hijos», les decía Domingo Medina.
Fue precursor de la puesta en valor de la especialidad del Derecho de Familia en la abogacía. «Hay que ser un insensato para asumir un asunto que no sea de tu especialidad. Aunque sea necesario saber de todo, lo mejor es tener el teléfono de quien sabe más que tú, y derivarle el asunto si no es de tu rama», insistía. A quienes estuvimos bajo su mentoría nos inculcó a fuego la necesidad del estudio y la formación continua, además de la importancia del espíritu asociativo.
Como abogado Rotal (especialista en nulidades canónicas) formó parte de la Asociación Española de Canonistas y, desde sus inicios, de la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA). Domingo Medina fue, además, el promotor de la creación de la delegación de la AEAFA en Balears. Su entusiasmo por el golf motivó también que ocupase el cargo de presidente de la Federación Balear de Golf entre los años 1984 y 1992. Le echaremos mucho de menos. Nos quedamos para siempre con sus sabios consejos.