El Col·legi Sant Francesc tiene un mundo subterráneo y con historia. El centro educativo que todos conocemos es de mediados del siglo XX, pero el recinto del convento se remonta al siglo XIII. En ese mundo subterráneo encontramos dos elementos interesantes, uno antiguo y otro moderno.
Antoni Ortega y Antoni Villalonga, docentes del colegio, nos muestran el aljibe y el refugio antiéreo, que comparten un acceso un tanto oculto. El aljibe está bajo el patio del claustro, con el correspondiente y conocido brocal exterior para extraer el agua. Ortega explica que «el convento tenía un privilegio real por el que podía obtener agua de la Síquia de la Vila. Este caudal era almacenado en el aljibe, que también recibía agua de los tejados del recinto. En el interior del aljibe incluso había una barca para realizar trabajos de limpieza y retirar las hierbas que podían crecer en su interior. No hay que olvidar que, en sus tiempos iniciales, el convento podía acoger a unos 150 frailes y que había que asegurar su suministro de agua».
Como tantos otros, el convento fue objeto de la desamortización de Mendizábal en 1836, a partir de la cual, aunque funcionó como prisión y cuartel, sufrió un proceso de degradación y abandono. Como el claustro era de acceso público, los vecinos de esa zona céntrica de Palma acudían al aljibe para recoger agua. Los frailes retornaron en 1906, setenta años justos después de la desamortización, pero el aljibe siguió suministrando agua a los vecinos a través del brocal, que además tenía a su lado una pica, también de piedra, hoy misteriosamente desaparecida. El aljibe está hoy totalmente vacío y en el fondo sólo se observan algunos escombros y residuos.
Durante la Guerra Civil, y ante los bombardeos republicanos, se habilitaron en Palma unos 130 refugios antiaéreos públicos y más de 600 particulares. En Sant Francesc, se aprovechó el acceso subterráneo al aljibe para, justo en mitad del pasillo que lleva al depósito, abrir una nueva galería perpendicular a la derecha para que sirviera de refugio antiaéreo. Esta nueva galería tiene unos 20 metros de longitud y en ella se instaló iluminación eléctrica, de la que todavía quedan algunos soportes. Actualmente no hay ninguna fuente de luz. El refugio tenía dos accesos: el ya descrito, que tenía un carácter público, y otro reservado para los frailes. Este último está tapiado y cegado, y da, señala Antoni Villalonga, «al garaje actual del colegio». Durante la guerra, la comunidad franciscana estaba compuesta por algo más de 20 frailes.
El refugio presenta una pequeña hornacina que servía de capilla, supuestamente para orar, frailes y civiles conjuntamente, durante los bombardeos. Esta hornacina mantiene la imagen de una Virgen, una cruz y dos cirios.
Bartomeu Fiol, en sus investigaciones sobre los refugios antiaéreos de Palma, detalla que «se obligó a construir refugios particulares en todos los edificios donde se produjeran habitualmente grandes concentraciones de gente. La medida afectó a las grandes fábricas, las salas de espectáculos y, muy especialmente, a las escuelas. En efecto, tras los bombardeos de mayo de 1937, se decidió cerrar las escuelas y adelantar las vacaciones de verano, con la intención de disponer de algún tiempo para preparar las defensas necesarias en los centros educativos. Sin embargo, transcurrido el verano y al constatar que la situación no había mejorado, se decidió que las escuelas debían continuar cerradas hasta que dispusieran de los refugios necesarios para proteger a alumnos y profesores. Algunos cerrados continuarían cerrados hasta el final de la guerra».
Éste no sería el caso de Sant Francesc, donde se construyó un refugio que respondía a la tipología habitual: un pasadizo de 1,20 metros de ancho, revestido de cemento y marès, y rematado por una bóveda de medio cañón con una altura de 2,20 metros. No tenía ni retretes ni bancos laterales para sentarse. Las condiciones para permanecer allí durante largo tiempo no serían las mejores.
Ante los bombardeos republicanos, las autoridades vieron la necesidad de adoptar medidas de defensa pasiva para proteger a la población civil. En febrero de 1937 se creó la Jefatura de la Defensa Pasiva Antiaérea de Baleares. Las medidas adoptadas fueron muchas y variadas: oscurecimiento nocturno, señales de alarma, brigadas de salvamento, servicios sanitarios, servicios antiincendios, protección antiguas y, muy especialmente, la construcción de refugios antiaéreos.
El bombardeo más intenso fue el registrado el 7 de diciembre de 1937. Un total de 24 aviones arrojaron más de 60 proyectiles sobre el puerto de Palma, la Porta de Sant Antoni, la Plaça Pere Garau y, fuera de la capital, sobre Sóller.
Este bombardeo causó 10 muertos y 30 heridos. A primera hora de la mañana sonaron las alarmas, entrando 14 aviones por Sóller y 10 por Palma. Hubo fuego antiaéreo. En la Porta de Sant Antoni y en la calle Ferreria, las bombas derribaron varias casas, quedando sepultadas numerosas personas. Se organizaron trabajos de rescate durante un día y medio, y se pudieron recuperar supervivientes.
El apunte
Visitas públicas que tuvieron un gran éxito y refugios tapiados
Hace unos años se organizaron visitas a determinados refugios antiaéreos públicos de Palma y la verdad es que tuvieron un gran éxito de asistencia. Algunos historiadores apuntan que al menos los refugios públicos deberían poder ser visitados de manera regular y establecer acuerdos con los privados que permitieran el acceso. También hay que tener en cuenta que muchos de los refugios privados fueron tapiados en su momento.