En el contexto de una película de Netflix de moda, La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona y que relata el dramático accidente de un avión uruguayo en los Andes en 1972, conviene recordar un episodio de grandes nevadas en Mallorca ocurrido en 1956, conocido como l'any de sa neu. El episodio se cuenta en el libro, de reciente publicación, Crónicas del G.E.M. (Grupo Excursionista de Mallorca), con Miquel Rayó como autor y editado por Lleonard Muntaner.
El libro contiene un relato, escrito por el montañero Joan Espina en 2001, en el que rememora su participación en el rescate de 60 trabajadores de las obras de la carretera que asciende a la cima del Puig Major, supuestamente aislados por la gran nevada de febrero de 1956.
Espina cuenta que, un día después de la nevada, estaba trabajando en su taller, en Palma, cuando recibió la llamada telefónica de un comandante de Aviación para que se reuniera con un general. Espina acudió a la cita y el general le dijo que 60 trabajadores de las obras del Puig Major estaban aislados por la nieve en Son Torrella, según informaciones del gobernador civil (Plácido Álvarez-Buylla, recién nombrado) y de Madrid. Había que organizar una expedición de socorro y el general pidió la participación de Espina y de otros montañeros, que se juntarían con militares de Aviación y agentes de la Guardia Civil.
Espina avisó a sus amigos Pere Darder, Ramon Pons, Nan Bestard y Pere Llabrés para reunirse con «ocho o diez soldados y un teniente de Aviación, con un todoterreno, y un capitán, un cabo y dos agentes de la Guardia Civil, con un Land Rover». Todo el grupo se dirigió a Bunyola, Orient y la possessió de Comassema. El todoterreno de Aviación quedó atascado en la nieve antes de llegar a Comassema. Los militares, excepto el teniente, se quedaron allí. Posteriormente, el teniente y un guardia civil se sintieron indispuestos y no continuaron. El resto (el Land Rover no podía circular más allá de Comassema) se puso a caminar por la nieve, hundiéndose en la misma, cuando ya había anochecido. Espina precisa que «los excursionistas íbamos bien equipados, pero los dos guardias civiles iban con sus botas reglamentarias y lo pasaron mal. Incluso el capitán perdió una bota entre la nieve, pero finalmente la encontramos».
El grupo llegó a la possessió de Cúber a las 11 de la noche, con una temperatura de 13 grados bajo cero. Los amos de la possessió les atendieron junto al fuego de la chimenea y manifestaron a los rescatadores su extrañeza por lo que estaban contando, porque si había 60 trabajadores aislados en la vecina possessió de Son Torrella, ellos lo sabrían. En cualquier caso, el grupo pasó la noche en Cúber, dispuesto a llegar a Son Torrella (a unos tres kilómetros) a la mañana siguiente.
Con un metro de nieve que dificultaba el desplazamiento, el grupo llegó a Son Torrella no sin antes haber visto un avión Junkers 52 sobrevolar la zona. Al llegar a Son Torrella, los amos les informaron de que no había pasado absolutamente nada. En los días anteriores, en las obras sólo había seis o siete trabajadores que se marcharon en coches a sa Pobla nada más empezar a nevar.
Los expedicionarios regresaron a casa y fueron citados días después por el gobernador civil, que les entregó un escrito oficial de agradecimiento por su esfuerzo. El Gobierno pensó que en Son Torrella había 60 trabajadores aislados porque eran los que estaban en nómina, pero en realidad sólo estaban trabajando seis o siete que se marcharon con los primeros copos de nieve en Mallorca. El gobernador no ocultó su indignación por este hecho. El final fue feliz, pero uno de los guardias estuvo hospitalizado durante dos meses por la congelación de un pie.