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El último 'mestre moliner': «Antes trabajábamos para los payeses, ahora para los hoteles y restaurantes»

Miquel Ramis es el último ‘mestre moliner' que queda en activo en la Isla

Miquel Ramis, el último ‘mestre moliner’ de Mallorca. | Teresa Ayuga

| Palma |

Miquel Ramis, el último ‘mestre moliner' de Mallorca, ha sido galardonado con el Premio Artesanía 2023 del Consell de Mallorca, un galardón dotado con 7.000 euros que reconoce su «excelente y sostenible» trabajo de restauración. Aunque la mayoría se refiere a él como ‘el último molinero de Mallorca,' Ramis matiza que «el molinero es el que usa el molino, mientras que el mestre moliner los restaura o construye».

La suya es la tercera generación de una familia que ha dedicado su vida a los emblemáticos molinos de Mallorca. «Mi abuelo en 1952 cogió una carpintería que ya existía en Sant Jordi (Palma) y justo al lado había un herrero. Cuando se jubiló este herrero incorporamos también el servicio de herrería y la restauración de molinos sigue siendo hoy nuestra actividad principal», relata. Aunque los molinos más reconocibles en el paisaje de Mallorca son los de viento, existen otros dos tipos en la Isla: los hidráulicos (que se mueven con corrientes de agua) y los de sangre (tirados por caballos o burros). Miquel Ramis restaura molinos de todos los tipos existentes.

«Molinos de viento, hay de dos tipos, el harinero (que es el que vemos en Es Jonquet o en la calle Industria) y el de extracción de agua. Había más de 600 molinos de viento harineros en Mallorca y más de 3.000 molinos para la extracción de agua y hoy los que se conservan no llegan a un diez por ciento y no hay ninguno que se utilice en la actualidad, se han convertido más en un objeto decorativo», dice el mestre moliner.

Explica que apenas quedan molinos que conserven la maquinaria hoy en día, ni tan siquiera las aspas. «Aún se conservan algunas torres, pero los molinos que tienen las aspas y las torres apenas llegan a un 10 %» dice Ramis. Lamenta que «con el tiempo se van cayendo porque ya no tienen una utilidad práctica».

Los primeros clientes de la familia de ‘mestres moliners' eran payeses, ahora son principalmente hoteles y restaurantes. «Mi abuelo hacía trabajos de carpintería para los payeses, de su maquinaria, de sus molinos… pero con el tiempo se han convertido en objetos decorativos y nuestros clientes son ahora hoteles, restaurantes y algunos propietarios (sobre todo extranjeros)», dice. El mestre moliner recuerda los días en los que los molinos eran imprescindibles para la actividad agraria. «Antes eran necesarios y ahora no, aunque son eficaces para sacar agua para regar, más con lo que ha subido la electricidad», reflexiona.

El coste de restauración de un molino, dependiendo de su estado de conservación, puede rondar los 40.000 euros. «Algunos prácticamente hay que hacerlos de nuevo y es difícil que un particular que tiene una finca quiera hacer la inversión. Le resulta más útil comprarse un coche con ese dinero, porque un coche es hoy imprescindible para vivir en Mallorca», señala.

Miquel Ramis mira al futuro con optimismo, por la puesta en marcha de iniciativas como Alcúdia Tech Mar que ha creado un prototipo (en funcionamiento desde hace más de un año) capaz de reconvertir los antiguos molinos de viento para extracción de agua en molinos de viento generadores de energía eléctrica. Este prototipo se implantará ahora en una decena de molinos de la marjal poblera con la intención de que lleguen a alimentar a una futura planta de hidrógeno verde en el puerto de Alcúdia. «El ingeniero Pep Pascual les ha dado a los molinos una nueva utilidad y eso me hace ser optimista, puede ser clave para su conservación», dice Miquel Ramis.

Entiende que «vale la pena apostar por recuperar el patrimonio dándole una utilidad aunque no sea tan rentable a la hora de producir energía como una placa solar». Recuerda que «a diferencia de los parques fotovoltaicos (en los que vemos auténticas barbaridades en el campo) la reconversión de molinos de viento para generar electricidad no consume territorio, tienen menos huella ambiental».

Miquel Ramis explica que cuando su abuelo entró en el negocio había más de 1.500 molinos solo en el Pla de Sant Jordi y muchos carpinteros y herreros que se dedicaban a su mantenimiento y reparación. Con el tiempo fueron cerrando y ahora solo quedamos nosotros». En su opinión «la recuperación y restauración de los molinos de Mallorca sería un buen aliciente turístico, no solo porque forman parte del paisaje de Mallorca sino también por su riqueza, variedad y singularidad».

«Cuando mi familia empezó había muchísimos carpinteros y herreros que los hacían y eso provoca que encontremos molinos de viento que, aún teniendo la misma función, son muy diferentes entre sí, porque no es un trabajo en serie. Además los molinos de viento para moler harina tienen una característica singular en Baleares que no se da en otros territorios, salvo en alguna isla griega. Tienen seis aspas cuando lo habitual es que tengan cuatro como los molinos de la Mancha que son los más conocidos», dice.

«El comentario que más me hacen es el de ‘qué pena con lo bonitos que se veían los molinos cuando venías en avión a Mallorca'. Lo cierto es que los extranjeros les dan más valor hoy del que les estamos dando nosotros. Es una lástima. No entienden que los tengamos así», reflexiona.

Sobre el anuncio del Consell de Mallorca de que recuperará este año las subvenciones para la restauración de molinos, Ramis se muestra cauto: «En 28 años he oído muchas promesas, ojalá aumente la restauración». «Seamos optimistas, ahora que el reconocimiento del Consell los ha vuelto a poner de actualidad», concluye.

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