En Baleares hay 111.992 ciudadanos que residen solos, según los últimos datos facilitados por el INE correspondientes a 2021; se trata del 10,56 % de la población, es decir, uno de cada diez. Ante esta situación, los expertos recomiendan tomar medidas. «La pandemia silenciosa de la soledad es un reto al que nos enfrentamos, junto con la cronicidad y la dependencia. No basta con hacer un plan integral, hacen falta más recursos, sobre todo sociales», reivindica March. En este punto, alerta que «nos encontramos, cada día más, con muchas personas que viven solas y que están muriendo solas».
A su modo de ver, «además de sensibilizar a la población contra la discriminación social por la edad o el arrinconamiento de los viejos, habría que integrar los servicios sociales y los sanitarios. Pero también considera que es necesario un cambio social porque hay algo que es más profundo y, tras la pandemia, otra vez nos estamos olvidando de los mayores. Nuestra cultura es básicamente familiar y el sistema de salud se apoya en la figura de los cuidadores».
El coste económico de la soledad
Sin olvidar la parte más humana, March destaca que la soledad también tiene un coste sanitario, que en España supera los 6.000 millones de euros anuales, en torno al 0,5 % del PIB, según datos del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada. «Se estima que el 13,4 % de los españoles la sufren, afectando más a las mujeres que a los hombres. El grupo poblacional que más suele preocupar es el de las personas mayores, motivo por el que se han puesto en marcha diversas iniciativas que persiguen evitarla. Sin embargo, son los jóvenes de entre 16 y 24 años quienes encabezan la lista, con un 21,9 % de afectados. En el conjunto de Unión Europea, se calcula que unos 30 millones de personas se sienten solas con frecuencia», resume.
¿Por qué no llevamos bien la soledad?
El especialista en Salud Pública y Medicina Preventiva declara que «para muchos, la soledad es incómoda y agotadora. Vivimos en una sociedad altamente conectada, donde la presión social y la tecnología pueden hacernos sentir constantemente acompañados, pero paradójicamente también nos hacen sentir más solos», razona.
A su modo de ver, la incapacidad para estar bien solos puede deberse a varios factores. Uno de ellos es el «estigma social, ya que la soledad, a menudo, se percibe como una debilidad o falta de habilidades sociales, lo que lleva a que las personas la eviten o la oculten». Otro es el «miedo al rechazo». También existe la «autoconciencia negativa: la soledad puede acentuar sentimientos de baja autoestima y generar pensamientos negativos sobre nosotros mismos». Además, hay «dificultad para autorregularnos emocionalmente». Por último, se da la «hiperconexión digital, ya que aunque estamos conectados virtualmente, esto no siempre satisface nuestras necesidades emocionales de conexión genuina».