«La soledad aumenta el riesgo de morir». Esta es la conclusión a la que han llegado un conjunto de estudios, que han sido analizados por el especialista en Salud Pública y Medicina Preventiva, Joan Carles March. En este punto, precisa que se incrementa en un 14 % por cualquier tipo de causa, pero puede superar el 30 % en algunos casos.
Es importante diferenciar entre la sensación de estar solo (soledad) y la reducción de las relaciones sociales (aislamiento social). «La situación es peor cuando lo que se mide es el impacto del aislamiento social, entendido como la escasez de relaciones sociales, ya que entonces el riesgo de mortalidad crece en un 34 %. La falta de relaciones sociales agrava más la situación de los varones que la de las mujeres en cinco puntos porcentuales», matiza.
Las enfermedades más frecuentes
Los estudios también ponen de manifiesto que algunas enfermedades, como las cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, evolucionan peor cuando se reside sin compañía. Una de las causas es que las «personas que viven solas se cuidan menos o les cuesta más seguir un estilo de vida saludable». Otra de las razones es fisiológica, por las hormonas que liberan los que están solos. «Se ha comprobado que las mujeres que mantienen contacto social tienen una mayor probabilidad de vivir más años, debido a la producción de hormonas de la felicidad, como la oxitocina o la serotonina, que se activan cuando estamos interactuando con otros individuos o cuando estamos a gusto».
«Otro factor que explicaría la relación entre soledad y mortalidad está en la cabeza», apunta el citado especialista. «La incidencia de problemas mentales, como la depresión, es mayor en las personas que viven solas. Es importante tener en cuenta que estos vienen acompañados del abandono de hábitos de vida saludables, retroalimentándose. A su vez, la depresión adelanta los síntomas de las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer y el Párkinson. Por ellos, los ancianos que residen en solitario desarrollan antes estas patologías».
En el caso concreto del Párkinson, un estudio pone de manifiesto que el riesgo de tener esta enfermedad aumenta en un 37 %. La citada investigación evidencia que es más probable que la soledad esté asociada con un mayor riesgo de Párkinson a través de las vías metabólicas, inflamatorias y neuroendocrinas, ya que la correlación disminuye de un 13 % después de tener en cuenta condiciones crónicas como la diabetes. Sin embargo, la variable que más atenúa la correlación entre la soledad y la enfermedad de Parkinson es la salud mental, exactamente un 24 %.
March expone que «a medida que envejecemos vamos teniendo pérdidas: el amor, los amigos... nos vamos quedando solos. También llega la fragilidad, dejamos de salir y se pierden las relaciones. Ahora las familias son más pequeñas, lo tampoco ayuda a combatir la soledad. Además, podemos estar rodeados de gente, como en las residencias, pero la sensación de estar solo la podemos seguir teniendo».