Leontxo García (Irún, 1956) es periodista especializado en ajedrez desde hace más de 40 años, además de ajedrecista de competición desde los 14. Es uno de los grandes divulgadores de esta disciplina como corresponsal, presentador de televisión, redactor y conferenciante en más de una veintena de países. Autor del libro «Ajedrez y Ciencia, pasiones mezcladas», ha formado 30.000 maestros de 30 países y fue galardonado en 2011 con la Medalla al Mérito Deportivo. El próximo día 12 de octubre visitará Palma para impartir una conferencia titulada «El ajedrez enseña a pensar»
¿Cómo está Balears en materia de ajedrez?
-Me gusta decir que el 11 de febrero de 2015 se produjo un milagro en el Congreso de los Diputados y es que todos se pusieran de acuerdo en introducir el ajedrez como herramienta educativa. Ocho años y medio después, 10 de las 17 comunidades autónomas la han implantado y, de ellas, Baleares está en la vanguardia en la utilización del ajedrez como herramienta educativa tanto en horario lectivo como actividad extraescolar, junto a Cataluña, Aragón, Andalucía y Canarias.
¿Qué beneficios cognitivos y habilidades desarrolla el ajedrez en los niños y adolescentes?
-La síntesis de todos los estudios científicos que se han llevado a cabo hasta ahora sobre ajedrez y educación es que los alumnos desarrollan la inteligencia en muchos ámbitos, también el emocional. Está demostrado que obtienen mejores notas que los que no lo practican, sobre todo en matemáticas y comprensión lectora, precisamente las dos materias en las que los alumnos españoles fallan más, según reflejan los sucesivos informes PISA.
¿En qué consiste lo que usted denomina «el poder educativo del ajedrez»?
-Desde antes de la pandemia, estoy convencido de que en el mundo hay cada vez más gente que piensa menos por motivos diversos: el mal uso de redes sociales, algunos programas de televisión que se emiten en horario infantil, la desigualdad creciente, las prisas… Qué mejor momento que el actual para promover un juego que enseña a pensar y que está respaldado por estudios científicos y por múltiples experiencias internacionales.
¿Para jugar a ajedrez hay que ser inteligente o es el ajedrez el que hace inteligente a quien lo juega
-Depende. Hay que distinguir entre jugar profesionalmente, hacerlo como aficionado, utilizar el ajedrez como herramienta educativa o usarla como gimnasia mental para retrasar el alzheimer. Cualquier deportista de élite precisa una genética determinada y llevar el cuerpo al límite con entreno durísimo durante años. Entre un profesional de la maratón y una persona que corre de manera lúdica hay una enorme diferencia, que se agranda todavía más entre un gran maestro de ajedrez y un jugador aficionado. Pero para jugar al ajedrez no necesitas un mínimo de condición física, de hecho es el único deporte reconocido por el Comité Olímpico Internacional, junto al bridge, que se puede jugar también por internet.
«El ajedrez es la vida» es una frase atribuida tanto a Bobby Fischer como a Boris Spassky, rivales en la mítica final del mundial de ajedrez celebrada en plena guerra fría en Reikiavik (1972) ¿En qué se parece el ajedrez a la vida?
-Cualquier situación la afrontamos con nuestros puntos débiles y nuestros puntos fuertes, analizándola de manera objetiva para poder tomar decisiones acertadas. En el ajedrez, como en la vida, nos toca decidir constantemente qué jugadas vamos a hacer y cuáles descartamos por motivos razonados
¿En qué se parece la política al ajedrez?
-Para un político, y también para un empresario que deben tomar decisiones rápidas, difíciles y bajo presión, el ejemplo de un jugador de ajedrez es muy útil. La presión es distinta, pero tienen factores en común: tienen poco tiempo para decidirse, por lo que han de razonar rápidamente; deben fiarse de su intuición, pero basada en conocimientos previos, y han de soportar la presión de manera que no les nuble el cerebro y les lleve a errores. A todos ellos les une la capacidad de tomar decisiones rápidas y frías.
Si la investidura fallida de Feijóo hubiera sido una jugada de ajedrez, ¿cuál sería?
-Más que una jugada, la comparo con una situación de partida. Feijóo sabía que estratégicamente estaba perdido, salvo que ocurriera algo excepcional, como a que su rival le diera un infarto o que hubiera tránsfugas. Aún así, siguió jugando al límite hasta que el árbitro le paró el reloj.
¿Y la investidura de Sánchez?
-Es una situación de partida ganadora en la que, no obstante, el camino a la victoria es tan estrecho que exige ser muy preciso durante muchas jugadas consecutivas.
¿Quién ha sido, o es, el mejor jugador de la historia del ajedrez?
-Cada campeón del mundo ha estudiado mucho y ha aprendido de sus antecesores. Por eso, el mejor es el noruego Magnus Carlsen (campeón del mundo desde noviembre de 2013 hasta abril de 2023, en el que renunció a revalidar el título). Carlssen no solo ha estudiado lo realizado por sus antecesores desde el siglo XIX, sino que ha sacado provecho de la tecnología, que ha revolucionado el mundo del ajedrez hasta el punto de que actualmente, un niño aprende en un día lo que yo fui capaz de aprender en un mes hace 50 años.
¿Y la mejor partida?
-La que más me ha impactado es la de Donald Byrne contra Bobby Fischer en Nueva York en 1956. Fischer tenía 13 años y creó una obra de arte que dieron en llamar «la partida del siglo». Casi 70 años después, la definición sigue siendo válida.
¿Existe un juego mejor que el ajedrez?
-Hay un juego asiático de estrategia, el Go, que es aún más complicado que el ajedrez por sus enormes posibilidades tácticas, aunque en el ajedrez, el numero de partidas distintas que se pueden jugar es mayor que el numero de átomos en el universo conocido. Ningún juego posee la cultura de 1.500 años de historia documentada que tiene el ajedrez y sus conexiones con campos del conocimiento humano como la la neurología, la psiquiatría, la inteligencia artificial, las matemáticas, la psiquiatría, el cine, la literatura… El resumen perfecto lo hizo el Gran maestro neerlandés Hans Ree: «El ajedrez es tan rico que una sola vida no es suficiente para disfrutarlo entero».