La era digital ha redefinido los modelos productivos y de consumo para siempre. Y el vértigo de las empresas que luchan por adaptarse crece a medida que lo hace su comprensión del escenario que se avecina: no es solo que las reglas del juego hayan cambiado de forma radical, sino que van a seguir haciéndolo cada poco tiempo. Un desafío mayúsculo y a perpetuidad para todos los sectores económicos sobre el que nombres punteros del tejido empresarial balear trataron de arrojar luz en la mesa redonda organizada por Última Hora con la colaboración de Telefónica y bajo el epígrafe Horizonte económico y transformación digital.
Chema Casas, director general de Telefónica Este, fue el encargado de abrir fuego en un debate coloquio desarrollado bajo la batuta del director de El Económico, Pep Verger. Para Casas, la revolución digital ha deparado un escenario con muy pocas certezas para las empresas, y una de ellas es que van a estar inmersas en un reciclaje continuo para poder ganarse el favor del consumidor en una maratón infinita contra marcas de todo el globo. El entorno competitivo, asume Casas, se ha radicalizado como nunca.
«La revolución digital tiene más que ver con el empoderamiento de los ciudadanos que con cualquier otra cosa, ya que se ha puesto en sus manos una herramienta más valiosa que la que mandó al hombre a la Luna: con ella puede comparar precios con cualquier de mis competidores», señala para recalcar que «ha cambiado el paradigma de cómo se hacen los negocios».
Otra arista del debate fue el impacto sobre las necesidades de mano de obra que traerá consigo el progreso tecnológico y, de manera especial, la irrupción de la inteligencia artificial. El nuevo orden simplificará la participación humana en toda la cadena de procesos productivos a un nivel mucho mayor que el alcanzado con la Revolución Industrial. Un dilema que planea ya sobre los gobiernos estatales y que muchas empresas ya asumen y tratan de naturalizar para ganar tiempo y dinero.
«Los procesos manuales están desapareciendo», señala Casas para insistir en la idea de que tampoco es necesario adoptar tonos apocalítpticos al hablar sobre las implicaciones que va tener la revolución tecnológica en el mercado laboral: va a generar nuevas profesiones y oportunidades de trabajo, y de ahí la necesaria recualificación y capacitación para aprovechar ese nuevo entorno. «Todas estas nuevas herramientas potenciarán el trabajo de mucha gente».
En cuanto a la cuestión de la ciberseguridad, Casas alerta contra la tentación de sentirse fuera de su alcance: toda empresa está expuesta a los ciberdelincuentes y el riesgo cero nunca existirá, asevera, por mayor que sea el gasto en protección. La parte positiva es que la inversión al menos disminuye las probabilidades de sufrir daños. «A los ciberdelincuentes tienes que ponérselo lo suficientemente difícil para que elijan ir a por otro».
Casas advierte de que un error típico en las empresas, incluidas las grandes firmas, reside en delegar su seguridad en varias compañías. La razón es que entre ellas dejan muchos huecos que asumen que estarán siendo cubiertos por las otras cuando no es así.
Pero si hay un error que Casas destaca por encima de todos -y que afecta a buena parte de los dirigentes empresariales aún hoy- es el de pensar que la transformación digital «es una cosa de los CEO o de los departamentos de sistemas informáticos». Interiorizar de verdad el cambio que implica el desarrollo tecnológico sigue siendo uno de los grandes retos globales a día de hoy.
Vicente Rotger, presidente de Distribuidora Rotger, afirma que su sector ha tenido que lidiar con una caída de ventas de los soportes de papel agravada por los inconvenientes de la insularidad. «Con la bajada de ventas muchos editores se plantearon dejar de venir a Baleares». Cruzar el charco ya implica un sobrecoste que las empresas no pueden obviar, y cuando el transporte empezó a encarecerse también, eso significó la despedida de su relación con las Islas para muchas publicaciones.
Antonio Pons, director general de Tirme, empresa concesionaria del servicio público insularizado de tratamiento de residuos urbanos y asimilables de Mallorca, afirma que no importa de qué sector se esté hablando: la obligación de dar el salto definitivo al plano digital es ineludible. «Aunque quieras, es imposible escapar».
Para Pons, la implicación de los CEO en ese salto es clave, aunque no necesariamente requiera de ellos una formación o unos conocimientos profundos de las nuevas tecnologías. «No tienen que ser tecnólogos, pero sí entender la tecnología y todo lo que hay detrás». Con respecto al problema de la ciberseguridad, el director general de Tirme explica que su empresa tiene desarrollados «unos ocho o nueve protocolos e infraestructura para proteger el entorno en el que nos movemos», aunque, reconoce, «para ello siempre vas a depender de un tercero».
Pudiera parecer que la hostelería, principal sector económico del Archipiélago, es uno de esos rincones de actividad a cubierto de tsunamis tecnológicos; por naturaleza más parapetados contra la dictadura del progreso digital. No obstante, el espesor de la niebla que envuelve el futuro es tal que ni siquiera diferentes agentes del propio sector confluyen en cuanto a estrategias o previsión de posibles escenarios. La velocidad a la que se aproxima ese futuro no facilita la labor de anticipación, sino que extrema las dificultades.
«Todo lo que podía parecer que tardaría más años en desarrollarse se ha acelerado de manera exponencial», explica Margalida Ramis, directora general de Grupotel. El tránsito hacia una operatividad plenamente digital es igualmente inexcusable para el sector turístico y, concretamente, el hotelero. Ese modelo «está plenamente integrado en toda nuestra operativa: agilizar, simplificar procesos... Todo eso es clave para conseguir una mayor eficiencia de resultados».
La visión sobre el futuro de la mano de obra distancia a Ramis y a Gabriel Llobera, vicepresidente ejecutivo de Garden Hotels. La primera objeta que el sector siempre precisará de mano de obra, mientras que el segundo replica que, por muchas necesidades que pueda haber habido este verano en materia de personal de cocina y bar (donde más se ha notado la carestía), esa necesidad se verá inevitablemente minimizada con la robotización. «Hemos visto como un robot te prepara lo que quieras», señala Llobera para añadir que «no sé si tenemos que preocuparnos por los puestos de trabajo, pero creo que eliminaremos muchos en un futuro y el negocio seguirá funcionando».
«No veo que vaya a ser algo inmediato», opina Antònia Mascaró, consejera ejecutiva de Melchor Mascaró. En el caso de la construcción, explica, las nuevas tecnologías han contribuido a posibilitar unas obras «más eficientes» en apartados como, por ejemplo, la compra de materiales a gran escala.
Por su parte, el consejero delegado de Hipercentro, José Luis Aguiló lamenta que «no todos jugamos con las mismas reglas», en referencia a Glovo y otras empresas del mismo perfil. «Competimos con supermercados fantasma y lo hacemos en medio de una transformación global que distorsiona todos los mercados tradicionales, pero no nos queda más remedio que adaptarnos», señala Aguiló para recordar que su firma ya se erigió en pionera de la modernidad en su día como una de las primeras cadenas de venta al pormenor en implantar los códigos de barras.
«El componente humano sigue siendo fundamental», asegura Miquel Fluxà, CEO de Camper, que explica que, en el caso de la industria del calzado «tienes un producto difícil de sustituir que no cambiará mucho», por lo que, al menos en el apartado productivo están a salvo de los vaivenes del futuro. Otra cosa son los canales de distribución del mundo digital, aunque Fluxà avanza que no han perdido nunca la cabeza detrás de todos los supuestos nuevos paradigmas de negocio. «En el metaverso no nos llegamos a meter nunca», aclara.
Por contra, Jordi Carré, CEO de Grupo Bodegas Túnel, no oculta cierto desconcierto pesimista. «Las pequeñas empresas lo tenemos difícil», admite para dejar claro que «somos conscientes de que estamos perdiendo el tren de muchas cosas». En ese sentido, asume la imposibilidad de seguir la estela de «unas reglas del juego que están cambiando a una velocidad inasumible»: centrarse en los cambios a corto plazo, desarrolla, es un «error estratégico», porque los cambios radicales seguirán multiplicándose «dentro de diez años». Las posibilidades de la comercialización on-line han abierto la puerta a miles de competidores de todo el mundo, y tener un buen producto «solo te asegura poder competir en la carrera», asevera Carré.