La creciente demanda internacional por la caza del boc balear ha despertado todas las alarmas entre propietarios de fincas autorizadas por el Consell, ya que desde hace tiempo, en concreto desde 2021, se están produciendo robos de ejemplares en las fincas donde normalmente se encuentran, para ser introducidas en otras que hasta la fecha no contaban con ningún animal de estas características. El malestar es creciente y los afectados piden al Consell que cree en esta legislatura un departamento específico para regular todo lo relacionado con la caza mayor. «Los robos se producen con perros y lazos, por lo que es necesario incrementar el número de los inspectores ya que cualquier día puede pasar alguna desgracia. Los animales son acorralados y luego transportados a las fincas», indican propietarios y cazadores.
El problema se ha agudizado porque si hace diez años solo había en Mallorca seis fincas autorizadas para la caza del boc «ahora hemos pasado a 13 y el número no para de crecer, de ahí que no hay ejemplares para todos». Las mismas fuentes, que no quieren facilitar sus nombres, apuntan: «En fincas, por ejemplo de 2.500 hectáreas se pueden llegar a tener hasta 500 animales, pero el número de bocs con precinto oficial no llega a los 20. La previsión que tenemos es que hasta la fecha se cazaban al año en torno a 60 ejemplares, pero la cifra puede llegar a los 100 si no se pone orden».
El precio por un ejemplar, dependiendo del tipo de trofeo (selectivo, representativo, bronce, plata y oro) oscila entre los 4.000 y 5.000 euros, aunque en los años buenos por la calidad de los bocs se ha llegado a pagar 6.000 euros por cabeza.
Cazadores
El boom para cazar bocs se ha incrementado porque entre los cazadores se ha puesto de moda el contar con una pieza. El Safari Club Internacional (SCI), que es el que regula la caza a nivel mundial con todo tipo de requerimientos, es el principal proveedor de cazadores a los cotos en donde se pueden adquirir todo tipo de piezas de caza mayor. «La gran mayoría de aficionados proceden de Norteamérica y no tiene nada que ver en ello el vuelo directo entre Nueva York-Newark a Palma de United Airlines. Se trata de un segmento de mercado de alto poder adquisitivo que llega al aeropuerto de Son Sant Joan en jet privado y no escatima en gastos en alojamiento, servicios y alquiler de todo tipo de productos. Logran su objetivo, pasan los controles de aduana con todos los permisos que se exigen en España y regresan a sus países con el objetivo cumplido. Es un negocio a nivel mundial que beneficia a muchas economías y zonas cinegéticas», puntualizan.
El Safari Club International es una organización estadounidense compuesta por cazadores dedicados a proteger la libertad de caza. El SCI tiene más de 50.000 miembros y 180 capítulos. El boc balear se ha puesto de moda, de ahí el incremento del volumen de cazadores procedentes de Estados Unidos. Las revistas especializadas en caza han puesto de moda al boc, lo que explica el cambio de tendencia en Mallorca, donde hasta la fecha la caza de ejemplares no registraba un volumen tan elevado. Esta coyuntura ha variado de raíz, de ahí el aumento de fincas propiedad de mallorquines que han optado por diversificar su actividad y apostar por ofrecer como un producto más la caza del boc. Los propietarios de fincas afectados por los robos piden al Consell que actúe con celeridad para evitar una sobre especulación y sobresaturación de cazadores.
«No hay tantos bocs para la demanda que hay, más aún cuando un ejemplar necesita entre diez y doce años para optar a los trofeos más altos, como es el bronce, plata u oro. Lo que sí también hemos detectado que la picaresca se ha incrementado, porque se ofrecen cabras salvajes como si fueran bocs. Es por ello, que los precintos del Consell deben ser de obligado cumplimiento para todos los animales, con el fin de evita fraudes que puedan salpicar a la imagen de Mallorca como destino cinegético», apuntan las citadas fuentes consultadas. Las empresas organizadoras de caza de bocs también han crecido en la Isla para dar cobertura a los aficionados.
El turismo cinegético de caza mayor cayó a mínimos históricos con la pandemia y corrió el riesgo de no sobrevivir a la crisis económica. Según datos facilitados por la Conselleria de Cooperació Local, de la que dependía la dirección insular de Caça, en todo 2020 se cazaron 11 trofeos, menos de la mitad que el año anterior (con 25 trofeos) y si nos remontamos a 2018 la caída fue aún mayor: de un 85 %. En 2018 se cazaron 73 trofeos. El sector reivindicó entonces el valor de un producto turístico que «aunque es minoritario, genera muchos ingresos y contribuye a la desestacionalización». Pidieron, por ello, a las administraciones que no se olvidaran de ellos en las campañas de promoción turística.
Todos coinciden en afirmar que se trata de un «turismo que desestacionaliza y genera numerosos ingresos porque vienen cazadores de alto standing acompañados de sus familias que se suelen alojar en hoteles de interior o villas y gastan entre 3.000 y 15.000 euros en la zona durante su estancia que tiene una duración media de cinco a seis días». La temporada alta arranca a finales de febrero o principios de marzo y dura hasta el verano.
Los propietarios de fincas que cuentan con todos los permisos del Consell piden que para salvaguardar el boc de cacerías ilegales y del furtivismo «se potencie el departamento de Caça, ya que se trata de un producto turístico más que beneficia a Mallorca y capta un mercado de alto poder adquisitivo».
Añade que la cabra salvaje mallorquina continúa siendo minoritaria en la Serra de Tramuntana y solo puede ser objeto de caza en vedados con certificado de calidad. «Lamentablemente, el furtivismo es una de las amenazas que sufre la cabra salvaje de la Isla, en forma de uso fraudulento de autorizaciones, capturas en vivo para revender posibles trofeos, la venta de la carne o engaños a cazadores de fuera», indican y repiten, una vez más, la reivindicación que realizan, año tras año de prepandemia, a las administraciones competentes.
De momento, ahora queda solventar el robo ilegal de bocs en las fincas que cuentan con los permisores y están integradas en la Associació de Cotos de Caça Major. «Es la preocupación de un sector que ve la luz tras la pandemia, pero que afronta una coyuntura compleja ahora», afirman.