Desgranar o describir qué entiende o percibe nuestro cerebro como bello o genera sensación de placer resulta una apasionante forma de vida para Marcos Nadal Roberts (Palma, 1975). Psicólogo e investigador del Grupo de Evolución y Cognición Humana de la Universitat de les Illes Balears (UIB), centra su labor, reconocida a nivel internacional, en escrutar los mecanismos neurobiológicos que se activan al percibir algo que se capta como bello. Algo en lo que influyen multitud de factores, como la experiencia del individuo, las expectativas o el propio contexto en el que se desarrolla la vivencia que nos estimula.
Cuestionado sobre qué se puede entender por belleza, Nadal deja claro de inicio que «la belleza tiene tantas definiciones como gente que ha pensado acerca de la misma», remitiéndose a otras parcelas académicas con las que trabaja en paralelo. «Cuando miras la historia de la estética, refiriéndome a una rama de la filosofía, ves que desde hace miles de años se dan diferentes ideas, propuestas y definiciones de lo que es belleza. Algunas hacen referencia a aspectos de los objetos, como equilibrio, simetría, armonía, proporción… Otras, las que menos, hablan de aspectos de la experiencia. Como puede ser un placer. Pero la mayor parte se refieren a aspectos de objetos, principalmente artísticos. No hay una definición de belleza, sino que hay multitud», explica desde su despacho del campus universitario.
Y añade este investigador de referencia a escala internaciona que «esa idea de que existe algo que podemos denominar belleza es filosófica. Nace miles de años antes que lo hicieran la psicología, la neurociencia o otras ramas que se interesan en estudiar las experiencias del ser humano», prosigue. «Y, entre ellas, la de la belleza no encaja dentro de los resultados de las investigaciones. Ocurre con el concepto de belleza, pero también con el de emoción, que es una consecuencia», admite Marcos Nadal protagonista del ciclo de conferencias La lógica de la belleza, promovido por el Museo de la Ciencia Cosmocaixa.
La evolución de esa percepción, en paralelo a la física e intelectual de los seres humanos, es un campo en el que admite Marcos Nadal que «hay poca investigación sobre el desarrollo de la experiencia de la belleza. Se sabe poco de cómo desde niños la desarrollamos». E ilustra el trabajo realizado con técnicas aplicadas en bebés recién nacidos, «que ya prefieren mirar rostros de personas que se valoran como más atractivos por parte de otros adultos que otros valorados como menos atractivos. Ya se nota una cierta sensibilidad», explica. A la par que puntualiza que estos niños y niñas «se fijan más en rostros simétricos, con más contraste… Hay una predisposición biológica a fijarnos en rasgos que de mayores usaremos para fijar preferencias estéticas. Vienen buscando pistas útiles para generar experiencias de belleza», continúa el investigador mallorquín.
Y añade más información recopilada al respecto, añadiendo la importancia «de la musicalidad del lenguaje, a la que los bebés prestan atención. Y la utilizan para diferenciar su idioma materno de otro, entre dos idiomas que no son maternos… Se fijan en la musicalidad, la entonación…», desgrana el académico, distinguido con varios galardones de prestigio internacional, como el premio Alexander Gottlieb Baumgartner Award (2014) o el de la Asociación Internacional de Estética Empírica (2017).
Estas investigaciones se basan «en el paradigma de habituación o deshabituación. Por ejemplo, si yo te presento el mismo estímulo auditivo durante mucho tiempo, llega un momento que lo dejas de notar, al ser monótono. Si haces un cambio, perciben la diferencia», remarca, prosiguiendo su explicación afirmando que «aunque no podamos meternos en la cabeza de los bebés, vemos que son capaces de diferenciar objetivos y estímulos», refiriendo una técnica de investigación singular. «Se utilizan unos chupetes con sensores que analizan la intensidad de la succión; cuanta más intensidad, más activado. Si el es monótono, resulta todo lo contrario».
A la vez, destaca que, en el caso de los recién nacidos y los bebés de corta edad «pasa lo mismo con las caras. Distinguen muchas cosas en el entorno y buscan los estímulos más informativos para su tarea, que es desarrollar sus capacidades. Llegan predispuestos a construir, a organizar la información que reciben».
En el otro extremo, Marcos Nadal también explica los resultados y percepciones captadas en personas que sufren enfermedades neurodegenerativas. «Es el otro extremo. Así como el bebé monta su estructura cognitiva, a esa persona mayor se le desmonta», refiere. Y traza diferentes estadios de pérdida. «En personas con Alzheimer se han hecho muchos estudios de percepción estética. Y se observa que en las etapas tempranas y medias, siguen pudiendo disfrutar de la belleza del arte, de paisajes… se siguen emocionando y sitiendo placer, al igual que otras personas de su edad que no tienen esta enfermedad. Esta capacidad de apreciar la belleza no está deteriorada», relata Nadal.
Eso sí, para el miembro del Grupo de Evolución y Cognición Humana de la UIB, lo curioso es que las primeras «no se acuerdan de haber visto una imagen que se les presenta. Las personas mayores, con o sin Alzheimer, son consistentes en su juicio estético, pero las que lo sufren, eso sí, no recordaban esa primera visión. Pero ese recuerdo y esa percepción es consistente pese a todo», comenta, sin dejar de lado que «cuando el Alzheimer avanza, sí que se pierde esa capacidad, pues ya hay desórdenes emocionales importantes que interfieren».
Cuestionado sobre si los seres humanos somos a la vez intérpretes de la belleza, Marcos Nadal subraya que «la realidad no la percibimos tal y cómo es. La interpretamos para darle un sentido adaptativo, generalmente. La selección natural ha creado animales que no perciben la realidad tal y cómo es. La filtran y se centran en cosas importantes para su superviviencia, interpretándola y dándole sentido de muchas maneras». Añadiendo que esa experiencia de la belleza también es parte «de esa interpretación de la realidad. Es una manera de interpretar objetos que hemos aprendido a designar con la etiqueta ‘belleza' en relación con la experiencia que sentimos en la interacción con ese objeto», dice durante el encuentro con Última Hora.
Como aspecto singular, Nadal quiere destacar que nuestra tradición filosófica «rechaza la belleza en el tacto, en el olfato o el gusto. Nos cuesta más decir que una caricia o un contacto son bellos, que decir que una obra de arte o una pieza musical es bella». Y sobre el origen de esa 'belleza' que nos da placer en diferente medida, comenta que «cada sentido, y los que más trabajados están son la vista y el oído, tiene unas claves que usamos para generar esa experiencia de belleza».
Da importancia a ejemplos ilustrativos como el caso de la música, «el más estudiado. Se podría resumir en dos factores: uno sería el del grado de orden o predictibilidad de un fragmento musical; el otro es que se cumplan tus expectativas. La música te permite anticipar ciertos momentos de clímax musical u otros de más bajón. En la música están claras cuáles son las claves que generan experiencias de placer que interpretamos como belleza, y nuestro cerebro tiene mecanismos conectados con los centros del placer, que inducen o anticipan al mismo». A lo que apostilla que «luego llega el momento de resolución del clímax, llegando a un placer consumatorio. Incluso hay condicionantes personales o biográficos que influyen… Hay multitud de factores que hacen que cada experiencia sea diferente. De emociones fuertes a la total indiferencia», afirma.
Las nuevas tecnologías pueden ser un factor que, exteriormente, altere nuestra capacidad de percepción e interpretación. Un caso notable es el de las redes sociales, sobre las que Marcos Nadal recuerda que «se estudia poco su influencia. Y es un factor con mucho peso». «Nuestro cerebro cambia permanentemente. En la cuestión de la belleza en el caso de las redes sociales la facial, que es donde más de focaliza, nuestro cerebro asimila e integra información sobre caras de gente. Archiva ejemplares de cara y extrae un promedio. Esas ‘caras promedio' resultan más atractivas que las individuales que te has encontrado en la vida».
Ahondando en este aspecto, Nadal reflexiona: «¿Qué pasa con las redes sociales? Pues te envían caras que vas archivando, pero están alejadas de ese promedio, artificializadas. Por ello, ese archivo se ve sesgado hacia una dirección difícil de encontrar en la realidad. ¿Qué sucede? Se hace difícil que el promedio que tu cerebro ha ido confeccionando se corresponda con la realidad de la gente con la que te encuentras en tu día a día», asegura el reputado investigador balear.
Tras una larga y brillante trayectoria académica y como investigador, Nadal tiene claro que no se siente «capaz de definir la belleza. No hay dos definiciones iguales. Pero sí te puedo hacer una aproximación». Y, en base a lo estudiado y analizado, su opinión profesional plantea que «la belleza es una experiencia que construimos cada persona en un determinado momento, en un determinado contexto y con un determinado objeto. Añadimos que características de esa persona, objeto o contexto influyen para generar una experiencia de placer que etiquetamos como experiencia de belleza porque ese objeto o esa situación se corresponde con un esquema que hemos aprendido en una determinada cultura».
«Cuando ves una cara, un cuerpo, un paisaje o una obra de arte, estás buscando hacer corresponder esos objetos con esquemas que hemos ido aprendiendo y en los que nuestra cultura se describen como atractivos. Pero, insisto, para construir esa experiencia de belleza subjetiva influyen características de la persona, experiencias, contextos… No es lo mismo ver una obra de arte en un museo, ante el original, que en casa en un libro», remarca, sacando a colación un concepto capital.
Y ese es el del contexto. Siendo ilustrativo y didáctico. «Para esta entrevista, a mí me pueden hacer fotos en tres contextos distintos. Yo soy la misma persona, pero se busca un contexto que hará que la experiencia de la fotografía sea distinta», comenta. Lanzando tras ello una interesante pregunta: «¿Por qué se exhiben los cuadros en museos y te cobran entrada para verlos? Porque ese contexto delata que es algo importante, valioso. Ir a un museo genera unas expectativas de que se va a ver algo único, irreemplazable. Igual que ir a un partido de fútbol en el campo o a un concierto en directo o verlo por televisión. La emoción, la experiencia es diametralmente opuesta», afirma Marcos Nadal, un mallorquín inmerso en una apasionante aventura que persigue conocer mejor qué pasa por nuestra cabeza y cómo lo gestionamos.