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Juan Rodríguez Ruiz, toda una vida trabajando en el asfalto

Se le conoce como 'El poeta del asfalto', está casado cuatro veces y divorciado otras tantas, ya piensa en una quinta boda

Juan Rodríguez Ruiz, durante la entrevista. | Click

| Palma |

A Juan Rodríguez Ruiz, nacido en Sorihuela del Guadalimar (Jaén), y residente en Mallorca desde principios de los años 70 del siglo pasado, se le conoce por 'el poeta del asfalto', porque, dedicado a asfaltar calles, plazas, carreteras y autopistas desde que tenía 18 años -ahora anda por los sesenta y tantos largos-, escribe poesías. «Lo hago desde que iba al instituto de la Santísima Trinidad, de Baeza, que con anterioridad fue universidad, siendo uno de los profesores Antonio Machado, cuya aula se conserva tal y como la dejó, y a la que yo entraba, colándome, cada vez que la limpiaban. Yo creo que esa proximidad con el espacio en que daba clases el insigne poeta, en el que, como digo, yo me metía cada vez que podía, debió influir algo en que me gustara la poesía, que desde hace años escribo, casi siempre de madrugada, antes de empezar a trabajar, que es cuando estoy más tranquilo y tengo la mente más despierta. Mi poesía -nos aclara- no está sujeta a la métrica, sino que más bien es una prosa poética, a través de la cual exteriorizo mis sentimientos que pueden ser muy diversos. En una ocasión, no hace mucho de ello, le escribí un poema a Machado, que publiqué en la Red y que fue visto por 1600 personas, que no está mal, ¿no?».

Como en el pueblo no había mucho trabajo, los padres de Juan se fueron a probar fortuna a Zaragoza. «Allí, con 13 años, encontré un trabajo de herrero, y a los 18 años me di cuenta de que donde se ganaba dinero era haciendo carreteras y autopistas y me enrolé en una de las compañías que trabajaban en ellas. Eso sí, el trabajo era duro. Mucho. Porque en un día, por aquellos años, nos hacíamos tres kilómetros de carretera. Y era tanto lo que ganábamos -se ríe- que hasta las prostitutas seguían nuestro rastro».

«Un día me metí en un prostíbulo de un pueblo. Como era un crío y, además, tenía cara de crío, ellas no me hacían caso. No debe tener dinero, pensaban de mí. ¿Y sabe lo que hice? Pues me acerqué al dueño del local y le pregunté que cuánto me costaría echar la llave, cerrar el local para mi solo. 60.000 pesetas, me respondió. Las fui a buscar, se las mostré y le dije 'suyas son, pero quiero el local con ellas bailando desnudas en la barra para mi solo'. Me cogió el dinero. No sé que excusa les puso a los que había dentro, pero al rato estaba yo solo, con ellas bailando, desnudas, para mi. ¿Qué si me las ….? No. Y no porque no tuviera ganas, sino porque pensé que igual alguno de los que habían echado contaba en el pueblo que yo había pagado dinero para quedarme solo, y a lo mejor alguien, pensando que llevaría más dinero, vendría a por mí. Así que, sin más, me largué del lugar. Fue una machada lo que hice, pero luego, pensándolo… ¿Qué había yo ganado con eso, salvo creerme el Rey del mambo durante un rato?».

Cuatro bodas

Por cierto, a Juan le acompaña su novia, Milena Zapata, colombiana, quién permanece en silencio mientras conversamos. «Antes que ella, he tenido otras cuatro mujeres -suelta, sin parpadear-. Sí, me he casado y divorciado cuatro veces, teniendo hijos con tres de ellas, uno, el mayor, ya tiene 45 años y el pequeño, 15. Lo cierto es que en ninguno de los cuatro matrimonios no fui yo el que les puso fin, sino que fueron ellas, las cuatro. ¿Por qué? Tal vez porque pasaba más tiempo en el trabajo que en casa. Por eso, con esta -señala a Milena-, no va a pasar, pues cuando acabo el trabajo, me voy a casa a estar con ella, o salimos a cenar».

Por que Juan sigue trabajando en el asfalto. «Sí, lo hago desde que vine a Mallorca. Y en la empresa que estoy, llevo ya 41 años, y como hacemos muy bien nuestro trabajo, allá donde nos presentamos, sea a obras del Govern, Consell, ayuntamientos, entre otros el de Palma, y también de particulares, las ganamos y las hacemos. Vamos, empezando por la carretera de Felanitx a Manacor, que fue dónde me estrené con esta empresa, hasta el asfaltado de la calle Aragón, que ha sido uno de los últimos. ¿Y quiere que le diga una cosa? Pues que gracias a un invento mío, carretera o autopista que hacemos, aparte de que queda completamente lisa, sin baches, el asfalto jamás se levanta. Nos podemos apostar cualquier cosa con cualquiera que es así. Basta, si no, ver como quedan las líneas blancas que se pintan sobre las carreteras que hacemos nosotros…. ¡Completamente rectas!, señal de que el piso está liso… Porque cuando vea usted las líneas blancas que no siguen una línea recta, ¡malo! Es que hay baches».

Le preguntamos si trata con políticos, y dice que sí, pero que si puede los evita. «Yo fue anti franquista. ¡Pues no he recibido yo hostias de los grises por serlo! Al llegar la Democracia, fui socialista a muerte hasta que me desengañé y me di cuenta de que todos los políticos van a los mismo, sean de derechas, centro o izquierda. Y lo que es lo mismo es un escaño y un sueldo. Y a nada que pueden, a hacerse una foto. ¡Pues anda que no han venido políticos a hacerse una foto donde estábamos trabajando declarando que la obra se hacía gracias a ellos… Y entre los que más le gustan las fotos en las obras, diciendo que «hemos arreglado la acera», «hemos arreglado la plaza», «hemos hecho…», es el alcalde Hila. Vamos, que algunos parece que quieren dar a entender, con tanta foto en las obras, que estas se hacen gracias a ellos, cuando su obligación es tener la Comunidad, la isla y el municipio en buen estado…»

Porque siguiendo hablando de políticos, «sean del partido que sean -aclara-… Pues cuando asfaltamos la carretera de Palma a Inca, recibimos órdenes de las alturas de no hacer nada en Consell, pues los que gobernaban eran de un partido de la oposición». ¿En serio…?, la boca se nos queda abierta. «En serio… ¿O a caso usted no sabe que los que mandan tiene sus barrios preferidos, porque saben que son los que les votan, a los que tratan mejor que a los otros… Sino, ¿por qué no asfaltamos a todos los barrios por igual, en ve de dejar sin arreglar a algunos que lo necesitan más que otros…? ¿Por qué se gastan un dineral en una calle que no lo necesita en vez de gastárselo en otras que sí lo necesitan…?».

Le ha escrito un poema a Hila

Y ya metidos en política, y regresando a su faceta poética, le preguntamos si ha escrito algún poema a los políticos. «Sí, al alcalde Hila. ¿Qué por qué…? Un día en que se presentó la colección Fotos con historia en el Centro de Historia y Cultura Militar, me acerqué a él, que estaba hablando con otras personas… Dejé que terminará para presentarme, diciéndole que había escrito un libro de poesía, y que le quería regalar uno… Me sonrió, se puso a hablar con otras personas y se olvidó de mi… En realidad no me sorprendió, pues los políticos, generalmente, no están mucho por la Cultura, y desde luego mucho menos por los escritores noveles, desconocidos, porque…¿Qué le hubiera costado aceptar mi libro…?»

Volviendo a las obras, «cuéntenos algo que hizo… Algo gordo y bueno…», le proponemos. «La pista de atletismo que rodeaba el terreno de juego de Son Moix. La iba a hacer un ingeniero italiano que nunca llegó. Entonces, el encargado de la obra me habló de ese asunto. Si quieres yo pruebo, le dije. El aceptó, e hice la pista, la que han levantado hace unos meses. Pero en nuestro trabajo no se trata de hacer grandes cosas sino hacerlas bien».

Su empresa está trabajando en las obras de remodelación del Paseig Maritim, de Palma, al que han puesto patas arribas… ¿A esas obras, las hubiera hecho usted así…?, le preguntamos. «No. La hubiera hecho por partes. Primero un tramo, luego otro, y otro, hasta finalizarlas. Haciéndolo cómo lo están haciendo están perjudicando a todos los empresarios que tienen negocios en él… Aparte de que veremos lo que pasa dentro de unas semanas, cuando se incremente el número de autocares transportando turistas. La circulación por ahí va a ser un infierno… Desde luego, da para hacer un poema.

Para terminar volvemos a «lo» del matrimonio. Si ha habido cuatro, ¿por qué no un quinto…?, y más cuando el refrán dice que no hay un quinto malo. Juan mira a Milena, esta le sostiene la mirada, la coge de la mano, sonríen… Pues seguro que hay una quinta boda.

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