El arquitecto y escritor José Luis Pujol presenta este miércoles su libro 'Land 17 y otras rondallas mallorquinas', a las 19.30 horas en el hotel HM Palma Blanc. Una epidemia de suicidas lanzan sus coches de alta gama por Cabo Blanco; Pere Pujol sobrevive como el último nativo del Casc Antic; una niña alemana se convierte por sorteo en la Beateta de Valldemossa, lo que provoca movilizaciones políticas o, haciendo un paralelismo con la película coreana 'Parásitos', una pareja de alemanes intenta comprar un terreno en Binialutx, un pueblo imaginario de la Isla, y cuatro clanes familiares se confabulan para sacarles el máximo provecho.
«El libro se abre y se cierra con el misterio de la epidemia de suicidas en Cabo Blanco, porque en realidad estamos viviendo un suicidio colectivo como Isla», contaba Pujol en la plaza de Cort, rodeado por la marabunta de cruceristas que invadían el centro. El escritor advirtió que «si viésemos un plano de Mallorca con todas las propiedades de extranjeros en color, nos llevaríamos las manos a la cabeza».
En sus cuentos habla de Mallorca, el Land 17 anexionado a Alemania a golpe de talonario. «Es un toque de atención, pero no se soluciona con prohibiciones. Solo depende de los mallorquines que están vendiendo sus propiedades al mejor postor. Pero es un engaño: una vez que tienes el dinero tras vender las propiedades de la familia y buscas algo parecido, te encuentras con los mismos precios que pagan los extranjeros».
Para Pujol, los mallorquines son expulsados de su paraíso por avaricia: «Hay una pérdida de las propiedades familiares heredadas. Pero faltan políticas de apoyo para que no se vendan y sigan manteniéndose en manos de los insulares». A través de su recopilatorio de rondallas mallorquinas actualizadas, denunció que «al mallorquín, si le pones pasta sobre la mesa, te vende lo que sea». En sus relatos dibuja las enfermedades raras que afectan a los nativos o «el payés disfrazado para los turistas que se vuelve loco y piensa que hasta sus hijos son actores».
Pujol es un privilegiado espectador de la transformación de la Isla. «Estamos viviendo una gentrificación a nivel insular. La gente que vende se va a Porreres pero al final tendremos que salir de la Isla e irnos a Cádiz». Ácido e irónico, compara una plaga de cucarachas con la expansión del turismo que expulsa a sus vecinos.