Los vecinos de Blanquerna se quedan huérfanos. El Forn Mestre de Palma apaga sus hornos tras 40 años de trabajo ininterrumpidos. El matrimonio formado por Bernat Mestre y Margalida Alameda abrieron el horno en 1983, en plena crisis económica, y echan el cierre con otra en marcha. Han sido 40 años trabajando codo con codo y ahora les llega el turno de la jubilación «y de disfrutar un poco de la vida, que todavía somos jóvenes y tenemos muchas cosas que vivir», explica Bernat, mientras mira que todo esté en orden en las vitrinas de su horno en calle Blanquerna.
Pan de calidad, ensaimadas, más de 52 tipos de pasteles y tartas de todo tipo, como la clásica selva negra, el bannofee o el brazo gitano tan de moda en los 80 y 90, horneados en su obrador del barrio de Camp d'en Serralta, se mezclan en el escaparate de esta panadería. «Ofertamos los clásicos de toda la vida y buscamos nuevas tendencias. A mí mujer y a mí siempre nos ha gustado probar cosas nuevas», recuerda el dueño del horno.
En este sentido, Mestre lamenta la falta de relevo generacional en negocios como el suyo: «Los más jóvenes quieren empleos fáciles, que no sean sacrificados y en los que ganen mucho dinero. Y si uno se hace pastelero, va a pasarse media vida en la trastienda y rico no va a ser», dice con sorna. Y, aún así, espera poder traspasar su negocio antes de echar el cierre. «Hay varios interesados, a ver si hay suerte y solo hay que cambiar a los que están al frente».
Además de la jubilación, otro motivo por el que han decidido despedirse es el aumento de los costes y el goteo constante de negocios a los que servían y han cerrado. «Ahora nos centramos en la venta en tienda, pero preferimos despedirnos ya, antes de que los números dejen de cuadrar», explica el panadero que, a pesar de llevar desde los 18 años trabajando, le gustaría dar clases de panadería a las futuras generaciones. «Nuestros productos los han comido políticos, nobles y vips. No nos podemos quejar».