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El infierno de un mallorquín en el campo nazi de Buchenwald

Michel Llompart relata en un libro la experiencia de su padre como prisionero

Reunión de antiguos deportados de la Resistencia, donde está Joan Llompart. | ARXIU FAMÍLIA LLOMPART-OLIVER Y ARCHIVE JULE ROUARD-LUC VIATOUR.

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El algaidí Michel Llompart (Annemasse, Francia, 1939) acaba de publicar L'infern d'en Joan de Can Puig, a cargo de Moll Nova Editorial, libro en el que relata el infierno (tal como dice el título) que vivió su padre, Joan Llompart, en el campo de concentración nazi de Buchenwald (Alemania) y en las minas de sal de Plömnitz (actual Polonia). Será presentado el próximo viernes en la Sala Polivalent des Porrassar, en Algaida, a las 20.00 horas. Michel Llompart explica que  «la idea de escribir el libro la tenía en la cabeza y en el corazón.  En 2010, invitados por la historiadora Elena Rodríguez, mi familia y yo visitamos el campo de Buchenwald. Esa visita me marcó y a partir de ahí intervine en charlas públicas en institutos y centros culturales. Incluso la UIB me invitó a participar en unas jornadas. Hace poco, Tomeu Canyelles, de Nova Editorial Moll, habló conmigo de la importancia de que todo lo que yo explicaba quedase reflejado en un libro. Y así ha sido».

Joan Llompart, nacido en 1903, emigró a Francia con sólo 16 años para huir del hambre en Mallorca. Michel detalla que su padre acabó en el pueblo de Annemasse, cerca de la frontera suiza, «donde instaló un negocio de frutas y verduras que le funcionó muy bien. Fue bien acogido y regresó en pocas ocasiones a Mallorca. Una fue para hacer el servicio militar y otra para casarse con mi madre, la también algaidina Juanita Ballester. Con la Segunda Guerra Mundial, al no estar metido en política y tener un negocio de distribución de frutas y verduras, la Resistencia francesa le pidió que suministrase víveres a sus miembros. Sin embargo, en 1944, la Gestapo le descubrió, le apalizó en los interrogatorios y fue enviado al campo de Buchenwald, donde coincidió con el que sería político y escritor Jorge Semprún».

Michel Llompart cuenta que «en Buchenwald todo eran humillaciones. Mi padre perdió su nombre y era sólo un número. Al principio, cuando le llamaban por ese número en alemán, él no lo entendía y, al no responder, era objeto de nuevas agresiones. Como muchos españoles en campos de concentración nazis, el régimen de Franco no quiso saber nada de ellos. Y el caso de mi padre era diferente al de los republicanos exiliados, pues él era un emigrante por necesidades económicas que ya llevaba 25 años en Francia. Mi padre era un apátrida».

Se calcula que en Buchenwald murieron unas 56.000 personas. Muchas de ellas eran enviadas a campos de  trabajo, muriendo por desnutrición o agotamiento físico, y Joan acabó en las minas de sal de Plömnitz. Michel señala que «mi padre era un hombre grueso. Pesaba unos 100 kilos. En tan sólo un año, regresó con 45 kilos». En Buchenwald se incineraba a los muertos (allí fallecieron unos 11.000 judíos) y se hacían experimentos clínicos con los prisioneros, entre ellos curar a los homosexuales. Semprún apuntó con posterioridad que «sigo sin poder explicar el olor del humo de mis compañeros incinerados». Michel Llompart añade que «un amigo de mi padre, al regresar de todo aquello, no podía comer carne cocinada porque le recordaba ese olor».

La madre de Michel daba a Joan por muerto, pero en 1945, con el final de la guerra, le informaron de que había sobrevivido y de que llegaría en tren, junto a otros como él, a la estación de Saint Gervais. Michel recuerda ese momento: «Entre mucha gente, vi a un hombre que se acercó hasta mí y me abrazó. Con sólo 6 años de edad, no le reconocí. De hecho, no era muy consciente de todo lo que pasaba». A pesar de ese reencuentro, Joan y Juanita se separaron, y a los pocos años Michel y su madre regresaron a Mallorca. Hasta que Joan murió, en 1980, indica Michel, «él venía a Mallorca y yo iba a verle a Francia. Pese a la distancia, siempre tuvimos una buena relación».

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