El déficit de pediatras es una realidad en Baleares, pero en algunas zonas este problema es mucho más acuciante. Este es el caso del Llevant mallorquín, que sólo tiene dos pediatras titulados en Atención Primaria de las 19 plazas con las que cuenta y, por tanto, la carencia alcanza el 89 %. La situación es parecida en los municipios de la Serra de Tramuntana, que sólo cuentan con tres especialistas en pediatría de las 15 plazas disponibles; en este caso el déficit es del 80 %. En este punto, Marianna Mambié, pediatra de Atención Primaria y presidenta de la Asociación de Pediatría de Atención Primaria de las Islas Baleares (APapIB), ha explicado que la falta de especialistas está más acentuada en los municipios de la Part Forana que en Palma. Algo muy parecido sucede en las islas menores: en Ibiza y Formentera la carencia llega al 55 % y en Menorca es del 54 %.
Los centros de salud de la capital balear suelen ser más atractivos para los profesionales, ya que los eligen por la cercanía a sus domicilios, así como por el número de profesionales que suelen integrar los equipos; mientras más pediatras titulados tengan, más interesantes resultan para su desarrollo profesional. Aunque no hay datos precisos por centros, sí se sabe que los centros de salud que pertenecen al ámbito de influencia de Son Llàtzer tienen más plazas de pediatría que no están cubiertas por titulados que aquellos que corresponden al de Son Espases.
Mambié ha insistido en la necesidad de dotar las plazas de pediatría con titulados, puesto que es fundamental para realizar un buen seguimiento del desarrollo de los niños. En este sentido, los médicos que cuentan con esta especialidad tienen más dificultades para detectar los trastornos de neurodesarrollo. «Esto se produce cuando el desarrollo de un niño se aleja de la normalidad: puede haber un retraso de madurez, déficit cognitivo, un trastorno de espectro autista, etc». El problema es que si el profesional que atiende a estos niños durante su infancia no está formado para ello lo más probable es que no lo detecte y pase desapercibido.
Este déficit de especialistas también representa un problema a la hora de tratar a los menores con enfermedades crónicas (metabólicas, neurodegenerativas, endocrinológicas, etc.). En este punto subraya que la formación pediátrica de un médico de familia dura dos meses mientras que la de un pediatra se prolonga durante cuatro años.
A su modo de ver, los padres deben tomar conciencia de todo ello y exigir que sus hijos sean tratados por pediatras titulados. En este orden de cosas, ha recordado que la dotación de todas las plazas con especialistas es una reivindicación histórica.