El mallorquín Juan Antonio Mayoral (Santa Ponça, Calvià, 1981) presenta un currículum deslumbrante e imposible de reproducir aquí. Tras estudiar en el CEIP Ses Rotes Velles, el IES Calvià, la UIB (Filosofía y Derecho a la vez) y la Complutense (Ciencias Políticas), dedica sus investigaciones a la relevancia de los tribunales nacionales e internacionales en la política y la sociedad. Ha pasado por centros académicos y de investigación de alto nivel, tanto españoles como internacionales. Ahora es investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III. El pasado 13 de julio tomó posesión como miembro de la Academia Joven de España.
¿Cómo se llega a la Academia Joven de España?
— La academia presenta una convocatoria y tú te postulas. Entre otros, la academia atiende criterios de diversidad e interdisciplinariedad de sus miembros. Ahora ya se han completado los 40 académicos previstos y soy el especialista en Política y Derecho. Para la selección, hay un comité internacional externo y un comité interno, y se tienen en cuenta una carta de motivación que debes presentar, el currículum, los méritos, la divulgación y los posibles avales.
¿Cómo funciona?
— Hay reuniones, a las que todavía no he asistido, y grupos de trabajo, distribuidos por temáticas, que proponen ideas y coordinan y adjudican actividades. Una de las funciones importantes de la academia es promocionar la carrera científica de los jóvenes, entendida como una trayectoria abierta y colaboradora. Esta mentalidad me permitió encajar y trabajar durante siete años en el Centro de Excelencia Danés para el Estudio de Tribunales Internacionales, mientras que en España todo está más jerarquizado y el diálogo entre disciplinas no está tan claro, aunque empieza a cambiar. Por eso he regresado.
No se entiende ahora la ciencia sin interdisciplinariedad.
— Un científico actual debe estar siempre dispuesto a colaborar con otras disciplinas, sobre todo ante los retos actuales, como el cambio climático o el impacto de las tecnologías. En este sentido, la Academia Joven intenta hacer entender esos retos con un enfoque interdisciplinar. Si no navegas en ese enfoque, ya tienes una desventaja.
El cambio climático va a absorber mucha de esa interdisciplinariedad.
— Porque no se trata únicamente de una cuestión climática y de impacto sobre los ecosistemas y la biodiversidad. También habrá un impacto social y económico, y un reflejo en la acción política. Del mismo modo, las tecnologías generan un impacto de desigualdad.
Decía que en España todo eso no está tan claro.
— Empezamos a ir en esa dirección, pero lleva su tiempo y siempre está ahí la cuestión de los recursos disponibles. Por ejemplo, estuve en Dinamarca trabajando y la crisis apenas se notó en la investigación. Además, siendo importantes las ayudas y las becas internacionales, en Dinamarca no lo son tanto porque allí hay recursos propios para ello. En España todavía se entiende la universidad como un espacio docente, pero debe ser un espacio docente y también de investigación. Y no puede ser que, entre la burocracia y la docencia, no tengas tiempo para investigar. En España aún no se tiene claro que la pregunta correcta es: «Si eres profesor, ¿qué investigas?». Soy afortunado porque en la Universidad Carlos III me dedico a la docencia con un máximo de horas, pero soy ante todo un investigador Ramón y Cajal. Estoy muy contento e ilusionado. Me dan muchas facilidades y veo mucha implicación y un gran compañerismo.
En Balears se ha aprobado recientemente la Llei de la Ciència.
— Es muy importante para retener y atraer talento. Creo que, en esta línea, en Balears se han hecho cosas muy importantes en los últimos años. Me alegro muchísimo de que investigadores de la UIB hayan accedido recientemente a las ayudas Consolidator Grant del Consejo Europeo de Investigación. Hay otros mallorquines, que no están en la UIB, que también tienen esas ayudas. Siempre digo que, en mi caso, he podido llegar donde he llegado gracias a las bases que tengo, entre otras la que me dio la UIB.
Me puedo imaginar el orgullo de su familia.
— Mi padre falleció hace unos años, pero le emocionaba mucho ver que yo progresaba en lo que me gustaba. Y mi madre es mi mayor fan y la mayor divulgadora de mis éxitos. Siempre me ayudaron mucho. Yo no era uno de esos estudiantes que saca dieces en todo, pero sí era un buen estudiante en un entorno en el que había mucho abandono escolar. La verdad es que no acabaron de entender muy bien a qué quería dedicarme hasta que obtuve la primera beca predoctoral. Al final todo se reducía a la siguiente pregunta: «¿Pero dónde vas a trabajar?». Poco a poco lo entendieron, sobre todo cuando trabajé en el extranjero.