Moll Nova Editorial acaba de reeditar La Segona República a Mallorca. Els temps, els fets i els protagonistes, una obra de Albert Herranz y Joana Maria de Roque (fallecida en 2017) que se publicó por primera vez en 2006. Herranz explica que «esta edición, con fotos que no aparecían en la primera, obedece a que era un libro bastante buscado, pero agotado. También es un homenaje al editor Miquel Font y a Joana Maria de Roque. Con de Roque fue la primera ocasión en que trabajamos juntos y nos entendimos enseguida. Era una gran periodista con una visión muy aguda de las cosas».
El autor destaca que «el libro pretende poner cara y ojos a los protagonistas de la II República en Mallorca y reflejar el ambiente popular, huyendo de los hechos estrictamente políticos y del academicismo historiográfico. Nos adentramos en cuestiones como la cultura, los avances sociales o el deporte, vistas desde las clases populares».
Herranz señala que «la II República fue acogida en Mallorca con un gran entusiasmo. En teoría, significaba una oportunidad para salir del atraso económico y social. Fue recibida con ilusión porque las clases populares se sentían protagonistas de la voluntad de transformación. El mismo 14 de abril, manifestaciones espontáneas procedentes de Santa Catalina y La Soledat-el Molinar confluyeron en Cort. El régimen monárquico estaba muy deteriorado, era impopular y había unas ansias de cambio ante las que los políticos de la época se vieron desbordados. Por contra, las clases dominantes recibieron la República con recelo y un cierto miedo. Les parecía casi ofensivo que el hijo de un obrero o de un payés tuviera la oportunidad de estudiar e incluso de tener una carrera política. Les pilló con el pie cambiado, pero pronto empezaron a organizarse en torno a las derechas».
El autor añade que «con el golpe de estado de 1936, las clases dominantes esperaban un desenlace rápido, al estilo de los pronunciamientos militares del siglo XIX, y no una guerra de exterminio de tres años de duración. La represión posterior en Mallorca fue desproporcionada en relación a los escasos hechos bélicos que se desarrollaron en la Isla».
Para Albert Herranz, «con la República, las clases populares se vieron favorecidas con un mayor acceso a la educación y la cultura, y una mayor participación en las decisiones políticas. Se avanzó en la atención médica, se dieron pasos en ciencia, se le dio por primera vez a la mujer una presencia política y social, y se construyeron numerosas escuelas, hasta tal punto que durante décadas los centros educativos de muchos municipios de Mallorca fueron los creados por la República, pero los problemas económicos y sociales persistían. Mucha gente quería de forma urgente la reforma agraria y la mejora de las condiciones laborales y sociales, pero el Estado republicano no podía maniobrar con tanta rapidez. Llegaron los efectos del Crack del 29. Todo ello empezó a generar desilusión y una parte del movimiento obrero optó por la vía revolucionaria. La sociedad se polarizó, creando antagonismos».
Más allá del análisis de la época, el escritor señala que «el gran drama de España es que no hubo una Ilustración y unas revoluciones industrial y científica como en otros estados europeos. Por ello, al llegar la República, se depositó en ella la confianza en unos cambios que se habían esperado durante mucho tiempo y que se querían rápidos. La crisis económica y las ideologías totalitarias emergentes -fascismo y comunismo- crearon unas condiciones muy duras de supervivencia para la República».
El apunte
Una economía diversificada, pero en parte sumergida
«Con la República hubo en Mallorca un ‘boom’ de organizaciones sociales, culturales y deportivas, siempre creadas desde las clases populares, no desde el poder. Y la economía estaba muy bien diversificada: 40 % de industria, 36 % de agricultura y más de un 20 % de servicios, incluyendo el incipiente turismo, pero es verdad que todos estos sectores se movían en parte en la precariedad y la economía sumergida», apunta Herranz.