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Antonio Almódovar, el primer epidemiólogo en la Mallorca de principios del siglo XIX

El oftálmologo, Manuel de Timoteo, estudia y reivindica esta figura desconocida, y su relevante papel durante la peste y fiebre amarilla

Manuel de Timoteo, en una imagen de archivo en el hospital militar. | Pere Bota

| Palma |

Lo de lavarse las manos para prevenir infecciones no es una moda que haya traído la COVID. El médico Antonio de Almodóvar Ruiz (Ciudad Real, 1763 - Palma, 1823) ya lo predicó con éxito en Mallorca a principios del siglo XIX.

En estos días de pandemia, el oftalmólogo Manuel Timoteo, estudioso de aquella época, asegura que es de justicia recordar su figura, pues fue de los primeros en promover la higiene general de la población como la medida más efectiva de prevención para las enfermedades infecciosas.

«Por entonces no había coches pero había animales y la gente los tenía, por costumbre, cerca de la casa, dejando sus excrementos. Él explicó que había que lavar todos estos lugares, eliminar donde se acumulaba suciedad, estercoleros y muladares. La limpieza habitual de las letrinas y evitar las aguas estancadas», relata Timoteo.

A principios de 1800, Almódovar ya dejó por escrito la necesidad de disminuir las fermentaciones terrestres y aminorar la modificación de los gases atmosféricos. «Dijo que había que respetar la vegetación», señala.

Almodóvar nació en Ciudad real y se tituló como doctor en Madrid haciendo una oposición de médico militar. En 1795 presentó sus servicios en el hospital militar de Mallorca pero a su vez, destacó como docente en la cátedra de Física y Química de la Universidad Luliana.

«Allí ya verificó un estudio de instalaciones de todos los hospitales de las Islas y la primera indicación fue que no podían estar hacinados porque no era higiénico, puso los puntos sobre las íes».

Documento de la época que dejan testimonio del relevante papel del experto en la isla. Foto: ARCHIVO

Trabajó en la enseñanza práctica de la higiene y, tras un traslado temporal a Tarragona, volvió a Mallorca donde «acogió a todos los refugiados que huían de los franceses», relata el experto.

Explica el doctor Timoteo que en 1820 Antonio Almodóvar, quien creía en la medicina como un servicio a la ciudadanía, se marchó como voluntario a combatir la peste bubónica que por aquellos años azotó el Llevant de Mallorca para ayudar a frenar su expansión por el resto de la Isla. «Fijó su residencia en Manacor y después se trasladó a Vilafanca de Bonany, lejos de la infección», explica el estudioso.

«Se puso un traje especial, con guantes de plástico, para no pegarse a los que tenían la peste y empezó a hablar de higiene. La gente se reía de él», lamenta ahora Timoteo.

Aún así, explica que este médico ofreció su sobresueldo de un mes para los gastos que suponían las medidas para evitar el contagio.

En Mallorca desarrolló plenamente sus facultades y llegó a dirigir la Junta Especial de Sanidad de la zona donde, todavía se recuerda, ya se hacían confinamientos preventivos.

Pero Almodóvar no sólo asistió a la peste, poco tiempo después se originó la epidemia de fiebre amarilla en Palma. «Morían a miles», advierte el autor de una tesis doctoral sobre la materia.

«Y no se conformó con Mallorca, mandó una carta físico médica a Sevilla poniendo las cosas en su sitio para prevenir y tratar la epidemia de la fiebre amarilla», relata. En la misiva les enseñó que «había que encalar las casas, de ahí viene que lo hicieran en toda la Andalucía bética. La cal iba contra el calor y evitaba la entrada de gérmenes, llegaron a encalar incluso los suelos», señala.

Antonio Almodóvar falleció en Mallorca en 1823 siendo director del Hospital Militar. «Fue un estudioso, médico consultor de los reales ejércitos, tradujo del francés instrucciones para la pureza del aire en los hospitales y su intervención fue decisiva».

El apunte

El hospital militar, un referente en aquella época

Explica el doctor Timoteo que en el siglo XVIII en Mallorca existía un hospital provincial donde se recogían a niños expósitos, huérfanos o abandonados. En aquella época se fundó el Hospital Militar, primero en la calle Bonaire y después se trasladó al final de la calle Oms, aprovechando la cercanía de un convento. El catalán Francisco Puig abrió entonces la Academia de Cirugía y Anatomía de Mallorca.

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