El primer viernes por la noche desde que se ampliaron las restricciones del Govern al ocio nocturno se saldó con un cumplimiento de las normas sanitarias. Las dos novedades principales eran la ampliación del horario de actividad de los bares de copas de las 2:00 a las 4:00 de la madrugada y la extensión del aforo, que cambió del 50% al 75% de capacidad en los interiores de los locales.
Los propietarios de los pubs del Passeig Marítim ven con buenos ojos estas medidas, se quejan de las complicaciones logísticas y de gestión del personal que provocan las restricciones, sobre todo a nivel de controlar los accesos a los interiores y cuentan que tiene que vigilar que los clientes no se levanten de sus asientos o se queden de pie en la barra.
Las discotecas, por su parte, tendrán permiso para abrir a partir del próximo viernes, aunque fuentes cercanas al sector apuntan que las grandes salas de baile no alzaran la persiana debido a que el final de la temporada turística está cerca. Estarán obligadas a cerrar a las cinco de la madrugada y no podrán sobrepasar un 75% del aforo.
Dos mundos
El ambiente en el Passeig Marítim fue animado, pero quedó lejos de las riadas de jóvenes que inundaron este enclave el pasado 10 de septiembre, el primer viernes desde que el Govern aprobara el final de las restricciones a la movilidad nocturna de los no convivientes entre las 02.00 y las 06.00 horas de la madrugada para luchar contra el botellón. De esta manera, en el microcosmos que es la zona de ocio nocturno del Port de Palma, conviven dos mundos: los locales para adultos (la mayoría de un poder adquisitivo medio-alto) que consumen o en interiores o en terrazas y que, según los restauradores, no presentan problemas mientras un segundo espectro, formado por jóvenes (muchos menores de edad) que al no poder acceder a bares por no haber cumplido 18 años ‘vagan' por la calle y beben alcohol en la vía pública. En el transcurso de este reportaje, pudimos observar como un joven que caminaba por la zona del Auditòrium se agachaba, recogía un adoquín y se lo llevaba consigo.
Manu de Isasi, gerente del Mirablau y la Bodeguita del Medio mantiene que «hasta ahora estábamos compartiendo el horario con la actividad de hostelería. Nosotros estamos pagando unas tasas y un tipo de licencia superior. Hasta hace una semana, la gente iba a un restaurante, cenaba, y después de comer le quedaban una o dos horas como mucho antes del cierre y pensaban: «¿Qué hago? ¿Me la tomo en el restaurante o me voy a un bar donde a lo mejor no puedo entra porque el aforo está limitado».
Control
Jesús Moncada es el propietario del Thalassa, un bar de copas con una clientela en las que se juntan jóvenes y clientes de más edad. Moncada da su versión sobre la nueva normalidad a la que han tenido gestionar y como la afrontan. «Controlamos todo lo que se puede y más. Tenemos controladores de acceso, personal mentalizado pero en cualquier momento hay alguien que se pone a bailar o alguien que no se pone la mascarilla para ir al baño. Creo que no solo pasa en este sector, sino en cualquiera», explica el empresario. Sobre la ampliación del horario, Moncada apunta que «todo lo que sea incrementar el horario nos beneficia. La gente tiene muchísimas ganas de divertirse y echan de menos moverse».