El caso del tiktoker Naim Darrechi ha reabierto el debate sobre el uso que hacen los jóvenes de las redes sociales y la influencia que estos ejercen sobre ellos. La mayoría reúnen a millones de seguidores en sus cuentas, muchos de ellos menores de edad, sin tener en cuenta que los mensajes que lanzan a través de sus pantallas. Son los conocidos como influencers tóxicos, los del todo vale por un 'me gusta'.
Según un estudio, elaborado por Google, FAD y BBVA, con datos de 2020, un 89,9 % de los adolescentes disponen de un teléfono móvil y un 76 % un ordenador portátil. Los menores que estudian educación Secundaria pasan cuatro horas más conectados a Internet que el tiempo que dedican a sus estudios. Los más pequeños navegan por las redes sociales con la finalidad de chatear con sus amigos o seguidores, y visualizar fotografías y videos para entretenerse. Una esfera que se aleja de la realidad y en la que todo vale para hacer nuevos amigos. Sin embargo, olvidan lo más importante: su privacidad y pensamiento crítico.
«El problema que hay con los influencers es que los menores todavía no tienen capacidad crítica, se están formando. Todavía les cuesta diferenciar y revisar sus valores, no tienen desarrollado el pensamiento crítico al igual que un adulto», explica Ana María Madrid, vocal de Igualdad y Género del Colegio de Psicología de les Illes Baleares. La experta recuerda que «Internet tiene más ventajas que inconvenientes, pero hay que utilizarlo bien. El mal uso de las redes sociales es lo que genera la problemática».
De hecho, muchos de estos problemas los reconocen los mismos adolescentes. En una escala del 1 al 10, los jóvenes dan una puntuación más alta a la afirmación de que las personas mienten más en Internet y en las redes sociales que a la cara (8,4). «La base para que las redes sociales no sean un peligro para los niños y niñas son las medidas preventivas. Es importante trabajar en la alfabetización digital desde edades tempranas; pero también en la educación afectiva, la sexualidad y el feminismo. Todo va unido. No sólo es importante educar en estos valores a los jóvenes, los adultos también tenemos que revisarlos constantemente», explica Madrid.
Otro de los riesgos a los que se enfrentan los padres y menores es el de no caer en la frustración al no observar que su vida es muy distinta a la de los influencer, rodeados de la última tendencia y marcas. Madrid explica que «para que no haya frustración hay que educar en la cultura del esfuerzo». Y añade: «Hoy en en día nos creemos que podemos tener todo de manera inmediata y no es así. Los adultos tienen claro que la gratificación es algo a largo plazo, pero los niños no lo ven así. Hay que enseñarles».
Según la experta, es importante saber que «no todo se consigue ya, detrás de la careta de influencer (de los buenos) hay un trabajo brutal. Eso también hay que dejárselo ver a los niños, hay un trabajo, un equipo detrás de ese vídeo. No es solo una cara visible».