El Gobierno británico nos ha fastidiado. Ya no hay trabajo en esta zona. Esto es una mierda. Sin ingleses no hay nada que hacer», lamentaban ayer Ferran Ponsi y Manuela Sánchez, dos taxistas que esperaban turno en una de las calles de entrada a Magaluf. Se referían a la decisión de Boris Johnson de mantener el semáforo sanitario en ámbar, lo que imposibilita la llegada de miles de visitantes del Reino Unido a Mallorca. «Sólo queremos trabajar. La verdad es que esto no lo aguanta ni ‘Perico de los palotes'», se quejaban en la parada de taxis.
«No hay hoteles abiertos. En Magaluf habrá sólo cuatro o cinco, diez si contamos Palmanova, y las plazas son superlimitadas». Al ser preguntados por si les parecía inapropiada la medida del Gobierno conservador de Londres, Ponsi y Sánchez afirmaron que «es exagerado. Pero no tenemos datos para opinar. Que lo hagan quienes los tengan».
Hacía calor, pero a la vista parecía que este viernes era un día de invierno en Magaluf, y no solo por la fina lluvia que caía de un cielo nublado que no dejaba ver el sol, sino por la gran cantidad de negocios cerrados por la falta de actividad. De supermercados a restaurantes, pasando por tiendas de moda o discotecas. Y todo, por la pandemia. Había muy poca gente en las calles, pero el tráfico de coches era activo. Nadie diría que se trataba de un día de junio, a las puertas de las vacaciones de verano, sino de una tarde gris de final de año.
Diego Belmonte es una voz autorizada para hablar de la problemática ausencia de turistas británicos en Magaluf. No solo regenta el bar ‘Chippy' de Punta Ballena, sino que es el presidente de la asociación EMYTRA de trabajadores de Calvià. «Llevo casi cincuenta años en Punta Ballena y sobre el trágico semáforo británico opino que ha sido un palo de Boris Johnson a la economía calvianera, sobre todo. Para mí ha sido como entrar en una depresión económica. Todos los negocios de oferta asociada estábamos a punto de abrir. Ten en cuenta que el turismo británico es casi el 90% de lo que viene aquí», explicaba resignado.
Para Belmonte, «el turista inglés tiene que volver para que se puedan generar puestos de trabajo, sacar a la gente de los ERTE y abrir establecimientos. Los hoteles que iban a abrir se han echado para atrás».
Otro de los negocios afectados por el bloqueo británico es la farmacia Terranova, en la que trabaja Francesc Tadeo. El joven cuenta que «la situación provocada por el Gobierno británico cuando nos ha puesto en ámbar (Tadeo hace el símbolo de las comillas con los dedos) y no en verde, como parecía que sería en un primer momento, nos afectará bastante. Sobre todo porque venimos de un año en el que hemos sufrido el confinamiento y la postpandemia. Teníamos la esperanza de que viniesen, pero bueno... veremos como conseguimos gestionar la situación».
Tirar hacia adelante
Fernando Gutiérrez es el propietario de el restaurante ‘El Mundo'. «Para los que tenemos negocios en esta zona es un palo fuerte porque dependemos mucho del turismo británico. Es verdad que en los últimos años ha estado viniendo otro tipo de turismo y de otras partes del mundo, pero los británicos son nuestro fuerte. Vamos a intentar tirar hacia adelante como sea y esperar a que en un futuro el Gobierno británico cambie de opinión. No nos queda otra que aguantar», relataba Gutiérrez.
Los últimos testimonios de este reportaje son los de Youssef Almassati y su mujer Romaissa, que regentan la tienda de ropa Omax Shop. «No habrá trabajo. Económicamente nos afecta porque no podremos pagar ni el alquiler ni los gastos. Esto es el reino de los ingleses. Sin ellos, Magaluf no es nada», decían preocupados.