El fin del estado de alarma está marcado por la esperanza. El avance de la vacunación y la incidencia de la COVID-19 a la baja hace parecer más próxima la tan esperada normalidad arrebatada hace un año y dos meses. Baleares llega a este punto tras seis meses letales, los más virulentos, con una tercera ola agresiva, con los contagios disparados como nunca, con récord de pacientes en UCI y con las cifras de fallecidos mensuales más grave.
El 25 de octubre entraba en vigor el último estado de alarma. Baleares llevaba desde septiembre con una incidencia media-elevada sostenida en el tiempo y con un importante volumen de ingresos hospitalarios. Sólo ese mes perdían la vida hasta 46 personas en las Islas por la COVID-19.
El puente del 1 de noviembre y posteriormente el de la Constitución hacían sonar las alertas. Y pocas semanas después, con la Navidad a la vista, el Govern anunciaba nuevas restricciones para controlar los contactos en las fiestas. Aún así, hubo efecto Navidad.
Ni con la vacunación en marcha, se pudo evitar un enero negro. 2021 arrancó con las peores cifras posible: Récord de ocupación de UCI y récord de fallecidos. Según las últimas actualizaciones, 165 decesos por COVID.
Con las primeras pautas completas, las residencias lograban controlar el virus a mediados de febrero. Ni muertes ni nuevos contagios. El cierre de la restauración y medidas de control social fuertes la incidencia comenzó ese mes, pero Baleares aún arrastraba las hospitalizaciones con ingresos en UCI de larga estancia.
Estos dos últimos meses, tras la Semana Santa, Baleares ha consolidado una situación a la baja estable y contenida, pese a la amenaza de la detección de nuevas cepas y un porcentaje muy elevado de casos de variante británica. El Govern, no obstante, ha apostado por una desescalada lenta, por evitar la sobreconfianza y mantener medidas que ayuden a no dar pasos atrás. Así, pese a la desescalada de la restauración, mantendrá medidas tan importantes como el toque de queda o el control de los contactos sociales.