Mallorca abre este domingo la conmemoración del 500 aniversario de uno de sus hitos históricos más destacados: la Germania, un alzamiento de las clases populares –menestrales y payeses, que entonces constituían el grueso de la población– contra los estamentos privilegiados –caballeros, ciudadanos, eclesiásticos, mercaderes...– por motivaciones económicas. La lucha, que tomó la forma de una guerra civil y se extendió más de dos años, finalizó con la victoria de la oligarquía y el restablecimiento del statu quo anterior. El castigo y la represión posteriores contra los sublevados fueron durísimos. Esta noticia trata de explicar qué ocurrió.
El alzamiento se precipitó tal día como hoy de hace 500 hace años, el 7 de febrero –el Dijous Llarder- de 1521, cuando un tumulto popular liberó a siete menestrales de Palma que el aragonés Miguel de Gurrea, el virrey (lugarteniente del rey en Mallorca), había ordenado encarcelar el día anterior bajo la acusación de conspiración al ser hallados reuniéndose en la iglesia de Sant Nicolauet, hoy derruida. Uno de los presos liberados, el pelaire Joan Crespí, fue nombrado capitán mayor el mismo jueves y, al día siguiente «instador del bé comú». Él dirigiría la primera fase de la Germania.
Pero, ¿qué motivos llevaron a payeses y menestrales a sublevarse? Las causas se remontan a los siglos XIV y XV, cuando distintas circunstancias (pestes, guerras, crisis de subsistencia...) provocaron que la deuda pública aumentara hasta colapsar. Ello llevó a las autoridades a decretar nuevas imposiciones e incrementar la presión fiscal, medidas que recayeron sobre una población pobre y ya bastante diezmada. Además, los mecanismos habilitados para reducir la deuda pública fueron utilizados por las élites como herramienta de corrupción. Asimismo, estos mecanismos perjudicaba especialmente a la Part Forana, cuyos habitantes debían hacer frente, proporcionalmente, a una mayor carga fiscal. Los levantamientos de 1391 y 1450, tenidos por antecedentes directos de la Germania, no resolvieron el problema.
Pero volvamos a febrero de 1521. Los sublevados se pusieron en contacto con los agermanats valencianos –que ya habían tomado las armas–, trataron de legalizar su alzamiento y ganarse la aprobación del rey, e instauraron el gobierno de la Tretzena, que presidía Joan Crespí y se reunía en el claustro del convento de Sant Francesc. Crespí emprendió una reforma del sistema fiscal de acuerdo con sus planteamientos, que buscaban redistribuir las cargas. Ello irritó a las clases privilegiadas, los mascarats, que eran los principales beneficiarios del antiguo sistema impositivo y contrarios a la Germania. Después de que los agermanats destituyeran a Miguel de Gurrea, al que sustituyeron por Pere de Pacs, el batle de Palma, los mascarats lograron que el emperador se pusiera de su parte. El enfrentamiento estaba servido.
El posicionamiento de Carlos V dio lugar a desafecciones entre los agermanats y propició la radicalización de los que se oponían a claudicar, lo que hizo crecer la tensión. Algunos nobles abandonaron Mallorca y otros se refugiaron en conventos y monasterios, en los castillos de Bellver y Santueri o en Alcúdia. El Castell de Bellver fue tomado por los agermanats en julio 1521 y buena parte de los nobles que se habían refugiado en él, asesinados.
Joan Crespí, considerado demasiado moderado, fue puesto en entredicho por la facción más radical y eliminado. Le relevó el bonetero Joanot Colom, que agilizó la reforma fiscal, trató de extender la Germania a Alcúdia, que resistió tras las murallas, –sin éxito– e intensificó una persecución de los mascarats.
Carlos V, que jamás aceptó las reformas, mandó una expedición a Mallorca a finales de 1522 compuesta por cuatro galeras reales, trece naves y otras velas para poner fin al alzamiento. Comandada por Juan de Velasco, la escuadra recogió al virrey destituido en Eivissa, donde se había refugiado, y tras intentarlo en Palma–fue rechazada– desembarcó en Alcúdia.
Enfrentamientos
La campaña para someter a los pueblos se inició inmediatamente, implacable. El primero fue Pollença, donde las fuerzas reales entraron el 24 de octubre incendiando la iglesia con alrededor de 200 mujeres y criaturas a dentro. Además, mataron a unos 500 hombres. En un lado había profesionales, mercenarios armados y entrenados a sueldo del emperador; en el otro, payeses y menestrales. El ejército imperial redujo después sa Pobla, y el 30 de octubre derrotó a los agermanats en la batalla de Son Fornari, entre Muro, la Albufera y sa Pobla. Un millar de víctimas entre los perdedores. Siguieron avanzando hacia Sineu, Algaida, Llucmajor... A finales de noviembre, otra batalla en el Rafal Garcès se saldó con una nueva derrota con cerca de 500 agermanats muertos, 40 personas colgadas en Inca y otras 70 colgadas y descuartizadas cerca de Binissalem. A principios de diciembre, el ejército real acampó cerca de La Real para sitiar Palma, que capituló tres meses después, el 7 de marzo de 1523.
La represión contra los agermanats fue muy dura. Por un lado, castigos personales –ejecuciones, condenas a galeras, exilios, confiscaciones de bienes...–; por el otro, castigos corporativos a las villas, a los gremios... La sentencia contra Joanot Colom ordenaba «que sia aportat per los llochs acustumats de la present ciutat de Mallorca en un carro, sobre lo qual sia atenallat. Que sia degollat per lo coll davant la Porta Pintada, esquarterat i los quarters sian posats a certs fahedors (un a cada porta de Ciutat), los quals perpètuament s'han d'anomenar los pilars de Colom, e lo cap d'aquell amb una llanterna de ferro sia penjat a la Porta Pintada, diminuintlo a ell y a la sua progenie fins a la quarta generació, fahentlos inhàbils per qualsevol ofici y honors, y las casas de ell sian derrocades é sembrades de sal é sos bens confiscats a la Regia Cort».
Las repercusiones del alzamiento sobre la sociedad mallorquina fueron terribles a lo largo de todo el siglo XVI: pérdida de población y fuerza política, incremento de la violencia y del bandolerismo y marginación del reino de Mallorca en el imperio.