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Juníper Serra, entre el mito y la realidad

Santo sin milagro. El papa Francisco canonizó en 2015 a Juníper Serra sin exigir ningún milagro. La Iglesia católica lo santificó por su labor misionera que realizó en Méjico y Estados Unidos hasta su fallecimiento, en 1784. | Reuters -

| Palma |

Nazi, genocida, invasor, esclavista, hasta el ‘Adolf Hitler de California', como lo definió Norma Flores, una activista perteneciente a la tribu gabrileña. Estos son algunos de los epítetos con los que se califica a Juníper Serra por parte de los detractores de la labor que realizó en aquellas tierras hace más de trescientos años. La leyenda negra ya vincula al santo petrer con la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de la policía de Mineápolis, y la espoleta ha detonado la violencia callejera que ha arrasado varias de sus esculturas en diferentes ciudades norteamericanas. Los ataques han llegado hasta Palma y Petra.

Serra, considerado uno de los fundadores de los Estados Unidos con efigie en el mismísimo Capitolio, comenzó a ser cuestionado a partir de un ensayo firmado por Sherburne F. Cook en 1976, que calificó de «genocidio» lo ocurrido en las misiones que fundó entre México y California. Otros historiadores, como James A. Sandos, opta por una posición intermedia y rechaza la esclavitud como sistema común en las misiones, cuya organización tenía una finalidad agrícola.

Aquí podría radicar el punto de partida de la corriente crítica a Serra, las diferencias de las tribus mejicanas, sedentarias, mientras que las que ocupaban las tierras californianas eran nómadas y sin poblaciones estables. Todo ello acabó siendo el germen del fracaso de las misiones en territorio estadounidense.

El papa Francisco canonizó en 2015 a Juníper Serra sin exigir ningún milagro.

El factor demográfico

El historiador Antoni Marimon apunta como uno de los factores «contundentes» el demográfico. En este sentido, explica que en las misiones había más defunciones que nacimientos, «una realidad estudiada y contrastada» en unas comunidades tribales que habían iniciado la transición hacia la agricultura.

En este sentido, Marimon añade que «en un territorio virgen de la presencia de occidentales, las relaciones con los indios no eran malas, de hecho las instrucciones eran que se les tratara bien. Hubo, sin embargo, un choque cultural, las misiones eran recintos cerrados y esto generaba tensiones violentas ya que se obligaba a convivir a tribus rivales».

El historiador de la UIB opina que no había, por parte, de los conquistadores «una voluntad de exterminio de las poblaciones indígenas, pero sí hubo un colapso demográfico; en algunas misiones la población entre 1769 y 1834 cayó a la mitad; fue el inicio de la destrucción de los pueblos nativos».

La escultura de Juníper derribada hace unos días en San Francisco.

Respecto al papel de Juníper Serra, Marimon considera curioso «que pase desapercibido el papel de Gaspar de Portolà, un catalán que estaba al frente de las tropas». Respecto a la leyenda negra que acompaña la figura del misionero mallorquín, apunta que «puede ser una respuesta a la exaltación religiosa de su figura. No olvidemos que aquella presencia tuvo un efecto devastador, es probable que involuntaria, entre los indios con la llegada de las nuevas enfermedades; pero a él no se le puede aplicar el término de genocida».

La hecatombre indígena

Desde el punto de vista de Marimon la focalización de la polémica en torno a Juníper Serra «nos despista sobre los efectos de la desarticulación de las misiones que fundó en Méjico y los Estados Unidos, que tuvo un impacto demoledor en la zona». Así, calcula que la desaparición de indígenas fue catastrófica al pasar de unos 310.000 pobladores a mediados del siglo XVIII a los 20.000 en los inicios del siglo XX, un proceso en el que hay que responsabilizar a los dirigentes mejicanos y norteamericanos de la época. Marimon destaca que «los más implacables contra las comunidades tribales fueron los anglosajones, no olvidemos que los indígenas eran considerados súbditos de la Corona española mientras que Estados Unidos no reconoció su ciudadanía hasta 1920».

Para corroborar su tesis, Antoni Marimon alude al juicio en 1785 contra una dirigente tribal, Toyturina, que encabezó una revuelta contra los españoles. En su alegato alude a la ocupación de sus territorios y el modelo de vida impuesto por los españoles «pero no hace ninguna referencia a un exterminio».

Falta entendimiento

Sebastià Munar dirigió en 2013 el documental Connexió Juníper sobre la labor que realizó el misionero de Petra en tierra americanas «para dar una imagen lo más objetiva posible». De aquel periplo quedó claro que «existen partidarios y detractores» de la figura del santo mallorquín, y recuerda qu «se le considera tolerante en un contexto colonial».

Respecto a la controversia que genera la figura de Serra en determinados ámbitos, Munar apunta «a la falta de un entendimiento entre la Iglesia católica y los descendientes de los nativos, porque, como en todo, hay luces y sombras sobre todo lo sucedido».

Para entender el estallido violento de estas semanas hay que asumir, en opinión de Munar, que «hay comunidades en Norteamérica como la negra o la latina que están en inferiodidad de condiciones respecto a la blanca, la discriminación continúa existiendo». Para el director televisivo, asumiendo determinadas posiciones en esta polémica «¿tenemos que derribar la estatua de Jaume I por el exterminio de los árabes durante la Conquesta? Está claro que con el tiempo todo es matizable».

Desde 2015, Juníper Serra es un santo de la Iglesia católica, una canonización que no precisó de ningún milagro para que el papa Francisco lo reconociera como tal. Su principal valor de santidad fue, precisamente, la labor misionera y evangelizadora que realizó en Méjico y Estados Unidos, países que están tachonados de pueblos y ciudades que fueron fundadas por el franciscano de Petra cuyo principal error fue, quizá, no adaptar el modelo de las misiones a la idiosincrasia de los pueblos indígenas.

El enfrentamiento de la leyenda y la historia, en el caso de Juníper Serra, no parece que vaya a resolverse a corto plazo. Las posturas enfrentadas, de la impresión que de manera interesada, no ceden. Unos buscan un chivo expiatorio de sus males seculares, otros rebuscan en los documentos una realidad que no siempre se asimila con naturalidad. El final de esta historia sigue abierto.

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