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Pandemia de coronavirus

Terraceo mañanero en s'Escorxador

Arriba, Santi Celaya, actor metido a hostelero en el Arribar.

| Palma |

Un domingo de inestabilidad meteorológica es sinómimo de terrazas llenas en la zona de s'Escorxador. El barrio se despierta lentamente del confinamiento y el renacimiento de las terrazas no logra esconder la otra realidad más oscura porque dos de los elementos singulares de la zona siguen cerrados: el cine y los juegos infantiles. Pero el café matinal levanta el ánimo de los vecinos de la zona y de residentes de otras zona de Palma que se acercan hasta allí en busca de terraza. Rafa Andrés es realizador de IB3 Ràdio y la periodista Núria Felip es la jefa de gabinete del conseller de Medi Ambient Miquel Mir. Para ellos ha sido un confinamiento atípico porque han tenido mucho trabajo. Han quedado con unos amigos, Jordi Puig, Paula Gastalver y Sebastià Sabater, también periodista. Los dos últimos han pasado un confinamiento estricto pero dulce gracias a Blai, un bebé de cuatro meses que ha pasado media vida confinado.

En otra terraza están José Antonio Pérez y Francisca Rodríguez. Son habituales de la zona y están contentos de ver cómo vuelve la vida al barrio. Él está jubilado, pero colabora con UGT. Dicen que, entre semana, el barrio está más animado.

Néstor Rodríguez, Augusto Bennàssar y Juan Giménez han elegido una heladería. Augusto tiene un negocio de rotulación y dice que, sorprendentemente, el trabajo ha crecido mucho en el posconfinamiento. Juan Giménez es funcionario policial y, aunque hace labores de oficina, reconoce que durante estos meses el tráfico ha aumentado y ha sido muy complicado.

Cerca de allí, el actor Santi Celaya regenta el Arribar, que abrió hace poco más de un año. Aunque es un punto de encuentro de actores, directores, realizadores personas vinculadas al cine y al teatro, también ha conseguido hacer parroquia propia con los vecinos de la zona. Ha tenido el bar cerrado durante dos meses y ahora da citas por Whastsapp, algo que le ha funcionado bien. Estos dos meses cerrados han sido un desastre y ahora detecta cierto temor de la gente a salir de casa cuando anochece. «A las 11 ya no hay nadie en la calle; parece que les ha impuesto el toque de queda», dice.

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