Carlos Morales, ingeniero naval y director general de Astilleros Mallorca, analiza la situación del sector de reparación de embarcaciones en la Isla en la actual coyuntura derivada de la crisis del coronavirus. Este sector industrial da trabajo a unas 4.000 personas en Baleares y es la única industria que ha crecido en los últimos años.
Ante la situación creada con el decreto de alarma, ¿cuál ha sido la política de empleo de Astilleros Mallorca?
—Lo primero que hicimos fue poner en marcha un estricto protocolo de seguridad sanitaria que, cumpliendo con lo establecido por el Gobierno y las autoridades sanitarias, nos permitiera seguir trabajando con la máxima seguridad. Una de las principales medidas fue enviar a teletrabajar al personal de administración. Para el resto, pusimos en marcha un sistema de compensación de horas al que se pudieran acoger. Algo parecido al permiso retribuido que más tarde impuso el Gobierno durante las dos semanas de cierre obligado. Nuestra prioridad, desde el punto de vista laboral, fue evitar tener que enviar a los trabajadores a un ERTE. Es algo que los trabajadores han agradecido y son conscientes del esfuerzo que hemos realizado. Estas medidas nos permitieron seguir abiertos mientras el Gobierno lo permitió, con personal reducido y sin obligar a nadie a acudir al puesto de trabajo. La gestión de la actual crisis, con una comunicación muy estrecha con los representantes de los trabajadores, nos ha fortalecido más como empresa. El compromiso de todos parece más fuerte que nunca.
¿Qué cambios en la organización de los trabajos destacaría?
—Aparte de la reducción de personal presente en el astillero con las medidas antes indicadas, y la obligatoriedad del uso de protecciones, la organización de los trabajos se ha modificado para evitar que hubiera concentración de personal en espacios reducidos, muy frecuentes en este tipo de embarcaciones. Esto obviamente lo hemos tenido que regular para evitar, lo que nos ha llevado a tener que replanificar los proyectos, con el consiguiente retraso en la finalización de los trabajos.
¿Cómo ha reaccionado la plantilla de Astilleros Mallorca ante estos cambios?
—Al principio, cuando se decretó el estado de alarma, hubo desconcierto y preocupación, lo que es totalmente comprensible. Creo que fuimos tomando las medidas adecuadas, tanto en lo concerniente a la seguridad como en lo laboral, y lo hicimos contando con sus representantes. Nuestros trabajadores están muy concienciados de la necesidad de desarrollar su actividad laboral con la máxima seguridad. Es la única manera de reducir el riesgo de contagio. Además, son conscientes de que es la forma adecuada para que la actividad continúe y podamos mantener los niveles de empleo. Esta actitud es también muy importante de cara a los clientes, que ven que nos lo tomamos en serio y son así más receptivos a que desarrollemos nuestro trabajo en las embarcaciones.
¿Y los clientes con el estado de alarma ?
—Al ser una pandemia global, los clientes han entendido perfectamente las estrictas medidas de seguridad implantadas, incluido el cierre obligatorio de dos semanas. Bien es verdad que los números, de España en concreto y Europa en general, no eran muy alentadores, y algunos barcos que tenían que volver del Caribe se plantearon quedarse allí mientras la situación no mejorara. Tenemos que decir que el hecho de que Balears haya sido una de las comunidades menos afectada, ha generado mayor confianza en los clientes.
¿Cómo espera que evolucione la actividad del astillero en los próximos meses?
—Algunos barcos que iban a venir no han venido y los que ya estaban han reducido el número de trabajos nuevos a acometer. De momento, se han reducido las peticiones de reserva para después del verano, así como la envergadura de los trabajos.
¿Cómo se va a estructurar el trabajo?
—En general detectamos que los clientes tienen bastante cautela a la hora de decidir cuáles van a ser sus siguientes pasos. Lo que sí vamos a tener es más barcos en los astilleros durante el verano, ya que muchos de ellos no van a hacer la temporada de navegación mediterránea. Aunque los trabajos comprometidos son reducidos, todo ayuda. Redundando en clave positiva, queremos creer que muchos armadores que van a perder la temporada de verano en el Mediterráneo no querrán perder la del Caribe en invierno, y para eso deberán realizar trabajos a bordo durante este otoño. Está claro que esta crisis está teniendo un fuerte impacto en nuestra industria, pero tenemos confianza en el futuro. Los barcos necesitan un determinado nivel de mantenimiento imprescindible y esto hará que crezca el mantenimiento durante este verano y en el otoño.