Nika Zurano es enfermera, madre de un niño de cinco años y cuidadora principal de sus progenitores, de algo más de 80, y con una dependencia de grado 2. Trabaja en el PAC del Coll d'en Rabassa y, ahora, en la Fase 1 de desescalada, ha vuelto a la bendita normalidad de su turno de 8 a 15. Ya ha pasado lo peor, porque durante la pandemia se vio obligada a cambiar su rutina diaria: en Atención Primaria han trabajado jornadas de 12 horas, de 8 a 20; el colegio de su hijo, como el resto, cerró sus puertas, y Nika no tuvo otra opción que dejar al pequeño Hugo en casa de los abuelos. «Me he pasado dos meses incumpliendo la ley, pero las madres como yo no tenemos muchas más salidas», confiesa Zurano, también presidenta de Famoib, la Asociación de Familias Monoparentales de Balears. Recuerda que las primeras medidas propuestas por el Gobierno cuando se aprobó el estado de alarma no permitían ir a hacer la compra con niños: «Hay más de cien mil hogares monoparentales en todo el país, muchos sin una red de familiares que les echen una mano. Lo corrigieron después, pero confirma algo que ya sabíamos, somos invisibles para las administraciones hasta en tiempos de coronavirus», denuncia Nika Zurano.
Cada mañana, durante el último mes y medio, deja a su hijo en casa de los abuelos con una sensación de remordimiento, ansiedad y miedo. «Si enfermo yo, nos contagiamos los cuatro. Y la posibilidad de irme a dormir a un hotel, como han hecho otros compañeros, está fuera de la ecuación. Mis padres son octogenarios, no pueden estar 24 horas siguiendo el ritmo a un niño de 5 confinado. Bastante hacen ya. Pero la Administración no nos da ninguna opción válida. Imagínese cómo es ir a trabajar día a día con semejante carga», explica, mientras recoge a Hugo y se prepara para ir a hacer la compra, organizar las tareas de casa y pensar en actividades que no tengan que ver con la pantalla de la tablet o la televisión. «Y el problema continúa para miles de padres. Con la desescalada volvemos a una falsa normalidad, en la que a los que nos es imposible teletrabajar, nos toca hacer malabares. Ni siquiera voy a poder dejar a mi hijo en la escuela, pero aunque pudiera, ¿qué seguridad hay de que no se contagie? ¿Cómo iban a lograr que mantengan la distancia social niños de Infantil? Imposible», finaliza Zurano.
Desescalada
¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que se hacen millones de hogares en todo el Estado, cuando la mayor parte de los adultos recuperan sus rutinas laborales pero no saben qué hacer con los niños. ¿Hay algún plan previsto para la conciliación durante la desescalada? De momento, hay más dudas que certezas. «La Conselleria d'Educació ha comenzado a reunirse esta semana para tomar decisiones. Pero ya vamos tarde, como siempre», apuntilla Albert Lobo, presidente de FAPA Mallorca.
En este sentido, Lobo recuerda que sobre la mesa hay medidas propuestas por las asociaciones de padres a nivel estatal que pasan por que el Gobierno obligue de una vez a las empresas a que cumplan las medidas de conciliación, así como subsidios directos para familias con trabajadores autónomos, que si no levantan la persiana de sus negocios, no traen dinero a casa. «Tenemos un grave problema al que hacer frente los próximos meses. Lo que tememos es que ninguna administración coja el toro por los cuernos, y se haga cargo de un problema como el de la conciliación, que es estructural en nuestro país», finaliza el presidente de la Federación de Asociaciones de Familias de Alumnos de Mallorca.
Por los aires
Jordi Tomàs ejerce de hombre orquesta desde hace un par de meses. Su mujer y él trabajan como periodistas en RTVE en Palma, ella de forma presencial en la redacción, de lunes a viernes en el turno de mañana, y él edita los informativos de fin de semana de RNE desde casa. Por las mañanas ejerce de entrenador personal, animador, profesor y cocinero. Luego le pasa el testigo a su mujer, cuando ella llega de trabajar, como si de una carrera de relevos se tratara, para empezar a mover temas y entrevistas. No ha habido otra manera, ni la habrá hasta que comience el curso escolar en septiembre, ya que tienen dos hijos de 6 y 4 años, y un bebé de solo diez meses.
Ante la negativa del Govern a reabrir las aulas, los dos mayores tendrán que seguir en casa a cargo de Jordi. Quizá la pequeña podría empezar a ir a la escoleta, pero está por ver si el centro de Esporles donde pensaban matricularla abrirá finalmente sus puertas. De una manera u otra, uno de los dos tendrá que seguir teletrabajando. «Tampoco estoy seguro de que quiera enviar a la pequeña a la escoleta. Me preocupa no saber cómo van a hacer para evitar contagios entre niños tan pequeños. Y si uno lo pilla, caeremos todos seguro».
«En casa decimos que ‘surfeamos' la situación. No es un plan ideal, pero es la mejor fórmula que hemos encontrado. Y tenemos suerte, trabajamos en una empresa que ofrece flexibilidad en este sentido, porque conciliar en el mundo del periodismo ya es sumamente difícil sin pandemias de por medio. El teletrabajo lo tengo asegurado hasta septiembre», señala agradecido el periodista, que recuerda anécdotas, curiosas y divertidas a partes iguales, de estas semanas de encierro, como hacer entrevistas telefónicas con un bebé en brazos y la mirada puesta en los dos mayores. «Tengo dos manos y tres niños, los números no salen. Pero lo llevamos bien. A veces me toca alargar la jornada por las noches, cuando todos duermen. La frontera entre trabajo, niños y ocio se difumina cuando trabajas desde casa», finaliza Tomàs.
Sonia Maestre es otra madre monoparental que hace equilibrios para llegar a todo. Oriunda de Barakaldo, es funcionaria de Hacienda y madre de dos mellizos de cinco años. Como tantos otros, el coronavirus ha trastocado su dinámica familiar: lleva dos meses confinada, teletrabaja con una reducción de jornada de una hora, por el momento, y no cuenta con apoyo familiar, ya que sus padres viven en Vizcaya.
«Mi día a día durante los próximos meses será como hasta ahora: levantarme a las 7 y ponerme con el ordenador un par de horas hasta que los peques se despierten y revolucionen la casa», dice Maestre, al tiempo que señala que pone cara de póker cuando la gente le dice que tiene suerte de teletrabajar: «Lo que no ven es que son dos niños pequeños, que se ponen a pintar a tu lado, pero demandan atención continua. Son críos, qué les vas a decir. No entienden del todo lo que pasa, y aunque les explicas que tienen que dejarte trabajar, solo oigo ‘esto es muy aburrido'. ¿Cómo voy a concentrarme?», se pregunta Sonia, que cuenta como única red de apoyo con una vecina que se queda con sus hijos dos horas por la tarde para que ella pueda seguir trabajando. «Una madre monoparental puede llegar a sentirse muy sola; imagínese en una situación como la que vivimos, sin posibilidad de organizarse o relevarse con alguien. He hablado con los profesores de mis mellizos, ahora ya sabemos que no habrá escuela para los chavales. No sé qué haremos, pero seguiremos capeando el temporal».
De teletrabajar saben un rato Marta Mendoza y su marido, Juan Carlos Azpíroz. Son padres de dos niñas de seis y tres años y emprendedores al frente de ‘Tengo una mesa rosa', una empresa dedicada al diseño web, marketing online y vídeo. «Yo he estado atendiendo la llamada de un cliente nuevo con una niña al lado berreando. He tenido suerte de que tuviera mucha paciencia y entendiera la situación. Pero este es el pan nuestro de cada día», agrega Marta, que se prepara para un verano sin clases ni escuela de verano. «No nos queda otra que hacer turnos, uno trabajará por la mañana, otro por la tarde. Y si hace falta un empujón más por la noche, cuando las peques se vayan a la cama, nos pondremos frente al ordenador». Asegura esta autónoma que le preocupan más los próximos meses, en el que habrá menos trabajo, pero las mismas facturas a pagar. «Ser padres y trabajar como freelance es intentar encajar las piezas a cada momento», concluye.
Fotos: Pilar Pellicer / Jaume Morey