Una de las muchas historias humanas que nos deja el coronavirus es la de María Salvá Juan, de sa Vileta, que lleva 46 años como vendedora en los mercadillos en Puigpunyent, Caimari, Andratx, Inca, Pont d'Inca, Santa Eugènia, Pina, Mancor de la Vall, etc., a donde llega con su coche que arrastra un remolque en el que transporta la mercancía, ropa generalmente. «Y ahora voy en coche con remolque –dice–. Que cuando comencé, a los 18 años, me desplazaba a los mercadillos en tren o en autobús y llevaba la mercancía en dos cajas que colocaba sobre un cochecito, más una bolsa que llevaba en la mano, y de la estación al mercado a pie, y vuelta a la estación, también a pie».
Pero no os traemos hoy a María por ser vendedora en mercados y mercadillos, sino por el detalle que ha tenido en estos días en que todos necesitamos de todos, y unos más que otros, sobre todo los que no tienen nada.
«Resulta –sigue contando– que soy aficionada al baile en línea, a las sevillanas y a los boleros, y el otro día, en una de las clases a las que asistía, una amiga me pasó un WhatsApp que le había mandado Carol Senders, de Tardor, donde le preguntaba si conocía a alguien que pudiera dar ropa, y yo la llamé y la cité en mi casa y… Pues que como estoy a punto de jubilarme, y no sé cuándo se abrirán los mercados, ni tampoco en qué condiciones, y como por otra parte sé también que ahora mismo hay mucha gente que necesita apoyo, le di todo lo que tenía en casa, unos 40 chándales, algunos pantalones sueltos, chaquetas, algunas para vender, otras nuestras, tres máscaras de soldar, transparentes, y dos caretas de buceo, estas de parte de mi marido… ¿Que si animo a la gente a que ayude a los que lo necesiten? Por supuesto que sí, y que lo haga de acuerdo a sus posibilidades. Aunque sea con poco, que ayuden».
Confinada
Lo dicho, un bonito gesto el de María y su marido. «Como tengo un problema de corazón, soy persona de riesgo, por lo que no salgo de casa desde el pasado día 14 de marzo y… pues que a partir de ahora no sé si saldré más, entre otras cosas porque nadie sabe lo que va a pasar. Y más en los mercadillos, ya que en ellos la gente suele estar muy junta. Y, además, como la gente que va a los mercadillos suelen ser personas mayores, me da la impresión de que, al menos al principio, mientras veamos cómo se van desarrollando las cosas y qué medidas se toman, no querré salir. Por eso me temo que a partir de ahora las cosas van a cambiar mucho. Sí, el mundo va a ser muy diferente, igual que las personas».
«Ya he pagado»
Por otra parte, María dice que «ya me han cobrado 600 euros de autónomos, posiblemente tendré que pagar el primer trimestre de módulos, y en Inca, como a todos los que vendemos en el mercadillo, me han cobrado también los 800 y pico euros, que es la tasa que corresponde a los metros que ocupo cuando hay mercado, que a otros les cobran menos y a otros más, dependiendo del tamaño del puesto… En cambio en Andratx, según me ha dicho otro vendedor, no nos van a cobrar».