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Pandemia de coronavirus

Viviendo en la vieja cárcel de Palma durante el estado de alarma

Olga y Amador permanecen confinados por el coronavirus en un almacén de la antigua cárcel de Palma, donde viven desde hace dos años. | Click

| Palma |

En la antigua cárcel de Palma viven personas sin techo. Algunos han llegado hasta allí a causa de que el dinero que ganan, ya bien trabajando, ya bien a través de una pequeña paga que reciben, no les basta siquiera para alquilar una habitación. Otros, porque son viejos carrilanos, acostumbrados a la calle, y otros más, drogadictos, que viven aparte, en otra zona.

Este martes hablamos con Olga, que vive con su compañero, Amador, en lo que fue almacén del presidio, un lugar más o menos amplio, a pocos metros de la puerta que separa el recinto de la carretera. Tienen una pequeña paga, 490 euros él y 430 ella, «por violencia de género –dice–, pero se me acaba en agosto», y hasta antes del coronavirus se sacaban algo con la chatarra. Hoy han tenido que prescindir del ingreso que les llegaba por esta vía, que no era mucho, debido a que están confinados, junto con otras seis personas, en sus respectivos chabolos. «Porque de aquí, al menos de los de esta parte –nos decía Olga– no sale nadie, primero, porque te puedes contagiar y, segundo, porque si sales la policía te puede llevar a Sant Ferran, junto con otras personas que a lo mejor están contagiadas».

Sin carne ni pescado, pero...

¿Que si ellos han recibido la visita de los sanitarios para ver si estaban infectados? «Pues no, por aquí no ha venido nadie a comprobar eso. Por eso, ya le digo, de aquí no nos movemos… Aunque no estaría mal que vinieran a hacernos la prueba».

En la amplia habitación tiene una pequeña cocina que es donde condimentan lo que tienen. «Ahora podemos comer gracias a lo que nos trae el UME, o lo que es lo mismo, Cruz Roja y, de vez en cuando, Médicos del Mundo. Ambos suelen pasar cuando pueden, si vienen por el día nos dan bocadillos, agua, fruta… Y si es por las noches, café con leche caliente con Colacao, galletas… Hay que decir también que un día a la semana pasan y nos dejan un kit de alimentación. El de Cruz Roja a base de bolsa de garbanzos, arroz, spaguetti, lata de atún, lata de sardina, jamón magro, macedonia de fruta embotada, y de verdura, tomate frito, aceite de oliva y un cartón de leche por cabeza, además de un litro y medio de agua por persona… Nosotros se lo agradecemos, pero también nos gustaría que nos dejaran algo de carne y pescado. Eso para nosotros sería impagable, podríamos hacer otro tipo de comidas y cenas. Porque no dude nadie que si tuviéramos un poco de dinero y pudiéramos salir, compraríamos carne y pescado para mezclarlo con lo que nos traen, porque Médicos del Mundo nos trae un kit de limpieza, a base de lejía, detergente, papel de baño, gel para desinfectarnos, una fregona… Por todo ello, como digo, les damos las gracias. Pero es que tenemos otro problema: han cortado el agua de la fuente a donde íbamos a buscarla con botellas. Con ella fregábamos los platos, limpiábamos la casa y nos lavábamos y aseábamos nosotros. Ahora, ¡imagínese! Nos lavamos como los gatos, como podemos, porque el agua potable que nos dan en botellas es para beber. ¿Habría manera de que abrieran otra vez esa fuente?», pregunta Olga.

«Nos iremos a la calle». Con los inquilinos de la otra parte no tienen relación. «Ellos en su zona y nosotros, en la nuestra», y en cuanto a si pasa la policía por allí para ver qué pasa, «últimamente, menos. Se ve que con lo del coronavirus están más ocupados. En todo caso, si vienen, van a la otra parte». Como están todo el día metidos en la casa, matan el tiempo como pueden, viendo la tele y las noticias en torno al coronavirus, uno de sus escapes. Porque salir, ni al portal salen.

Saben que su futuro en este lugar es incierto, pues han oído que lo van a convertir en centro cultural, «lo cual significará que nos iremos todos a la calle –dice Olga–, y lo digo porque, al menos nosotros, no iremos a ningún albergue, pues por experiencia sabemos que se está mejor en la calle que allí. En el último que estuvimos había hasta chinches… Pero de momento vamos ver cómo termina lo del coronavirus».

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