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Pandemia de coronavirus

Diario de mi confinamiento en casa: Imágenes

Ataúdes en fila en Bergamo. | Efe

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Primer día libre desde que comenzó todo. Mi reloj biológico no distingue. A las seis leo, tomo café. Twitter me paraliza ante una foto de Efe. Ayer contábamos que camiones del Ejército italiano transportaban féretros, decenas de ellos, a otras ciudades porque el crematorio de Bérgamo no da abasto. Imagino el silencio en esas calles, alterado únicamente por el motor de los vehículos militares, y pienso en las familias, en lo doloroso de la situación. Y sin irme tan lejos pienso en nuestros hospitales, en los enfermos aislados, en la falta del calor familiar cuando más necesario es... La vorágine del trabajo evita que me detenga emocionalmente más ahí y sigo. Pero hoy desde la calma vuelvo a ello cuando esa otra imagen, la de los ataúdes en el suelo, uno junto a otro en una fila infinita, me atrapa y me hace pensar en la fragilidad de todo y en cómo esta pandemia nos dejará marcados a todos. De una u otra manera.

He salido al balcón. Cómo se oían los pájaros esta mañana. He caído en la cuenta de que ha empezado la primavera. La vida no para, aunque ahora se presenta algo alterada. Enfrente, al otro lado del monstruoso patio comunitario de mi finca, veo a una pareja en su terraza. Hacen ejercicio. Distanciados, pero juntos. Ella hace una serie de comba y él la anima, eso creo. Ella sonríe hasta que la risa rompe el ritmo. Mírales, he pensado. Ocho años aquí y la primera vez de esta imagen. Y sí, estos días traen algunas cosas nuevas. Mi vecina, a la que veo cada tarde desde el balcón, me contaba que había subido a su terraza. Me lo contaba porque había disfrutado, le había alegrado el día y se lo había perdido durante un año... ¿qué vida llevamos? Por la tarde, un familiar me contó que había salido al balcón a que al pequeño le diera el aire y sin saber cómo había acabado jugando al 'veo, veo' con los vecinos. A algunos ni los veía, no tenían contacto visual, y quizá con otros nunca había coincidido ni en la escalera.

En casa también pasan cosas. Mi niño de tres años me preguntó el otro día si el coronavirus era una fiesta. Reconozco que la cuestión me noqueó. De dónde salía eso. Pero reflexiono y lo comprendo. Pienso en ello. Espero no olvidarlo.

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