Quim Torra (Blanes, 1962) trabajó veinte años como abogado en una multinacional de seguros hasta que en 2008 dejó el cargo para fundar y dirigir la editorial A Contra Vent. Activista comprometido con el independentismo, dio el salto a la política institucional en 2017, cuando después de la aplicación del 155 concurrió como número 11 de la lista de Junts per Catalunya. En mayo de 2018 fue investido president de la Generalitat. Ha anunciado elecciones cuando apruebe los Presupustos.
¿Por qué ha venido a pasar unos días a Mallorca?
—Amo mucho a esta Isla: hice seis meses de mili aquí y tuve la oportunidad de vivirla y conocerla. He viajado a Mallorca porque estoy muy interesado por la cultura y la lengua y quería conocer la situación en que se encuentran, quería saber hasta qué punto estamos ante una residualización de la lengua. Me he reunido con un grupo de intelectuales y con directivos de la Obra Cultural Balear para informarme y estrechar vínculos con ellos, además de reafirmar los compromisos de la Generalitat.
Lleva año y medio de president y aún no se ha reunido oficialmente con la presidenta de Balears. Recuerdo que se saludaron en el funeral de Aina Moll, pero poco más.
—Así es, y tampoco es el objetivo de esta visita que, insisto, está muy centrada en ese componente cultural. Pero estoy convencido de que en breve me voy a reunir con ella para ver qué temas podemos abordar y solucionar conjuntamente. Estoy a su disposición para reunirnos, cuando ella lo desee.
¿No cree que la apuesta independentista unilateral ha alejado el Govern balear y la Generalitat?
—No sabría decirlo. Para el gobierno de Catalunya, el País Valenciano y las Illes Balears son países con los que deseamos tener unas relaciones lo más fraternal posibles.
Tampoco se ha reunido con Més (ahora coaligado con Esquerra), el único partido del Archipiélago que se reivindica como soberanista.
—No tengo ningún problema con nadie que luche por la libertad del país. De hecho, el viernes participé en un acto en Petra con la Assemblea Sobiranista. Estaría encantado de recibir a los representantes de Més.
El Govern y la Generalitat ya tienen espacios comunes de colaboración: el Institut Ramon Llull y la Eurorregión Mediterránea, por ejemplo. ¿En qué otros temas cree que podrían colaborar catalanes y baleares?
—Hay un problema común muy importante, decisivo: el déficit fiscal, que catalanes, baleares y valencianos padecemos. Tenemos un déficit fiscal del 15 por ciento anual y esto es insoportable para cualquier país porque esta anomalía se transforma en déficit social, de infraestructuras, de bienestar, de oportunidades... Ésta puede ser una lucha compartida. Y creo que también nos une una idea de libertad y un respeto escrupuloso por los derechos civiles. Tenemos a una ciudadanía muy empoderada –puede que más que en otros territorios del Estado– que se agrupa, que se asocia, que hace cosas... Pienso que también aquí hay terreno para recorrer conjuntamente.
Luchar contra el déficit fiscal significa acatar el marco autonomista. En este punto sí que podrían ponerse de acuerdo con Francina Armengol.
—Sí, puede que sí. Cuando hable con la presidenta, evidentemente le voy a explicar que represento a un gobierno que trabaja por la independencia de Catalunya. Pero sí, por supuesto que podemos tener luchas compartidas.
¿No cree que Armengol le hace el vacío?
—No, no creo, no tengo esta impresión. Insisto en que estoy dispuesto a colaborar. Más allá de lo que representan políticamente los gobiernos, lo importante es la ciudadanía y su bienestar, y para un mallorquín y un catalán el déficit fiscal es en la actualidad una limitación. Asimismo, le plantearé temas relacionados con los derechos civiles y los derechos humanos.
Cuando el independentismo hablaba de la república que quería construir, se dijo que se concedería la nacionalidad catalana a los ciudadanos de Baleares, si la solicitaban. ¿Cuál es su opinión?
—Creo que este y otros temas dependerán de la voluntad de los ciudadanos. Esta posibilidad concreta salió repetidamente. En cualquier caso, depende de los ciudadanos, insisto, y se llegará tan lejos como los ciudadanos quieran. Pero para llegar a la independencia primero hay que asumir que el reto es muy difícil. Costó muchísimo hacer el 1 de Octubre en Catalunya, pero fue posible por la fuerza de la gente, porque todos íbamos a una, y porque el Parlament catalán se creyó lo que aprobó. O somos capaces de recuperar este momento de unidad o no alcanzaremos la independencia.
¿Espera algún acuerdo de la mesa de negociación que se ha constituido entre los gobiernos del Estado y la Generalitat?
—Ya me he reunido cuatro veces con el presidente del Gobierno, pero me he encontrado varios Pedro Sánchez distintos: uno que quería hallar una solución política a un conflicto político, uno que se levantaba de la mesa presionado por la extrema derecha, uno que no respondía al teléfono... Ahora vuelve a decir que hay que dialogar, pero ¿ante qué Pedro Sánchez estamos? De aquí nuestro escepticismo ante la mesa de diálogo. Sabemos qué ha pasado, pero nosotros, con presos políticos y exiliados, siempre hemos estado por el diálogo, y con una propuesta: derecho de autodeterminación y amnistía. En cambio, ignoramos cuál es la propuesta española. La esperamos.
Ahora que mencionaba a los exiliados, hay un mallorquín: Valtònyc.
—Cierto. He tenido la oportunidad de saludarlo en Bélgica. Es un ciudadano libre y tiene mi admiración y apoyo por su coraje.